A un año de que concluya esta administración y, con ella, el proyecto de descentralización de la Secretaría de Cultura federal, cuya matriz se ubica actualmente en el Palacio de Cultura de Tlaxcala (Juárez 62, Centro), ciertos actores —artistas, exfuncionarios y vecinos— apuntan hacia una consolidación simulada y que ha tenido poco impacto real en la vida cultural del Estado.
En septiembre se cumple, además, un lustro de que el Ejecutivo revelara que Cultura sería pieza clave en el plan maestro de descentralización de las secretarías durante su gobierno, pero lejos están los cientos de niños que en una sola jornada podían darse cita en lo que hace años fue el inmueble del Palacio de Cultura para tomar clases de música o pintura: el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, corazón del arte local.
El presente es otro: alrededor del mediodía del 3 de agosto, el Palacio se encuentra semivacío, mientras la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, está en Atlixco, Puebla, en la ceremonia de arranque de obra en el Templo de San Pedro y San Pablo Benito Juárez.
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En un conteo rápido, en el edificio se alcanzan a ver 15 personas: entre guardias de seguridad, trabajadores y tres niños que hacen una pirámide con una hoja de papel, guiados por un maestro, quien cuenta que ese día faltaron cinco y que en otros de sus talleres hay alrededor de 20 chicos inscritos.
Desperdigada en la construcción que data del México posrevolucionario y que en algo podría recordar a una vieja hacienda, aunque la primera intención fue que albergara la Escuela Secundaria y Preparatoria del Estado, la gente que allí se encuentra corresponde a las tres áreas centrales que comparten el espacio: la Secretaría de Cultura Federal, La Colmena: Centro de Tecnologías Creativas —brazo del Centro de Cultura Digital, creado en memoria de Grace Quintanilla— y el Centro del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Tlaxcala.
La propia Secretaría de Cultura informa que son 11 las áreas que desempeñan sus funciones en la sede: Oficina de la secretaria, Subsecretaría de Desarrollo Cultural, Unidad de Asuntos Jurídicos, Dirección de Operación, Control y Seguimiento, Dirección de Gestión de la Información, Coordinación Administrativa, Oficina de Atención Ciudadana (Oficialía de partes), Oficina de Comunicación Social, Dirección general de Vinculación Cultural y los ya mencionados Centro INAH y La Colmena.
Sin embargo, un exfuncionario de Cultura que pide anonimato señala lo evidente: “El Palacio no podría albergar a la gente que trabaja tan sólo en dos pisos de alguna de las sedes de Cultura en la Ciudad de México”. La mayoría de las personas que aceptan hablar piden que su nombre sea reservado; en el fondo, temen denunciar aquello que no les ha parecido en el tránsito de los últimos años. Una persona al azar, al interior de la sede, cuenta que a la secretaria Frausto se le ve en el Palacio sólo algunos días de una semana cada mes.
Para el artista escénico Édgar Landeros, una de las pocas voces que aceptó que se publicara su nombre, la presencia de la secretaria es más acorde con la idea de un funcionario que a veces visita Tlaxcala, en el marco de su agenda nacional: “Es una presencia local. Ella viene a inaugurar trabajos. Son eventos de presencia, literalmente vienen a tomarse la foto”.
En el área de atención ciudadana se informa que para localizar a Frausto hay que redactar un oficio, una solicitud de audiencia con una propuesta cultural, cuya respuesta puede llegar en alrededor de 15 días. Otra persona al azar estima que en lugar hay 60 empleados en el día a día, y la Secretaría de Cultura confirma que la cifra exacta es de 65 personas. En septiembre de 2022, la Dirección General de Administración de la dependencia informó que los empleados que asistían periódicamente eran 83. Ante estos datos habría que considerar que hace un año la Secretaría de Cultura informó que el número de empleados en toda la Federación es de 12 mil 425.
En la entrada del Palacio hay volantes fotocopiados con algunas actividades: la proyección de Salón México, de Emilio El Indio Fernández hace un par de días, un mercado agroecológico o un taller de danzón, por sólo mencionar un par. El programa de actividades, considera Landeros, se parece más al de una Casa de Cultura que a lo que se esperaría del corazón de una dependencia federal.
Antes del proceso de descentralización —trasladar las oficinas del Instituto Tlaxcalteca de la Cultura a San Luis Apizaquito y mudar la Secretaría de Cultura federal al Palacio de Cultura—, la afluencia de personas era mayor en el Centro de Tlaxcala debido a los cursos infantiles de música, ballet y arte, cuenta una locataria de las inmediaciones: “Entraban y salían grupos repletos de niños: 20 o 30 por grupo junto a sus papás. Hablamos de arriba de 100 personas, quizá 200 por día. Ahora es nulo, hubo cursos de verano en el Palacio de Cultura, pero no veo tantos niños, entre 40 o 60 en total; en un día común se ve mucha gente cuando toca dejar papeles para el carnaval”.
Ese descenso en el flujo de personas, explica, impacta directamente a la los negocios, aunado a un clima social de protestas.
Landeros continúa: La Colmena salva las actividades que se realizan en el Palacio, pero “la federación no se acerca a los artista locales”.
El otro entrevistado, el exfuncionario, declara algo que complementa las palabras del artista: el trabajo que es más notorio proviene del INAH Tlaxcala.
Caso aparte fue lo sucedido con la EMET (Escuela de Música del Estado de Tlaxcala) que, un año antes del anuncio de la mudanza, fue trasladada a Apizaquito. Su exdirectora, Evelin Goresch, señala que se trata de dos descentralizaciones notorias porque sucedieron muy cerca en el tiempo y subraya su desconocimiento sobre si esto se trató de una mera coincidencia o si el camino ya estaba siendo preparado para la mudanza al Palacio.
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Destaca que en su nueva sede se encontró con condiciones más óptimas para la enseñanza musical, pero la afectación fue en la matrícula de inscritos que bajó mucho por periodo: de haber tenido casi 500 alumnos (una cifra alta si se considera el tamaño de Tlaxcala) vio una reducción de alrededor de la mitad. El traslado del Centro de Tlaxcala a Apizaquito implica un viaje de 40 minutos en dos rutas de transporte diferentes.
En la ficha informativa que envió la Secretaría de Cultura se describen las actividades recientes: un concierto, por ejemplo, del Sistema Nacional de Fomento Musical el 2 de agosto. También se dice que “al encontrarse en el corazón de la capital tlaxcalteca, el Palacio de Cultura ha establecido y renovado vínculos con la comunidad”.
Pero el exfuncionario cultural recalca que la mudanza no ha dado el impacto que se esperaba: “Fue una transición de nombre. Nunca hubo una persona que atendiera o solucionara las problemáticas. No es posible trabajar a contracorriente, con gente que no entiende aunque se le explique”, declaraciones enfocadas, en específico, a Antonio Martínez, secretario de Cultura de Tlaxcala y exvocero federal
“Con el Palacio de Cultura la relación es nula. Siempre se planeó que el Instituto de Cultura fuera trasladado al Centro de las Artes en Apizaquito; su finalidad era formativa. Pero al llevárselo, dejan vacío el Palacio de Cultural y la cultura de Tlaxcala se queda sin su corazón. La descentralización ha sido algo mal pensado, un capricho”, retoma la palabra Landeros y denuncia que, al no ver respuesta de las autoridades, abrirse espacio en recintos independientes parece una de las opciones más viables. Con el cambio del gobierno federal, continúa, queda muy claro que el proyecto de descentralización es insuficiente.
Casi desde el inicio del proyecto fue evidente que el edificio no tiene la capacidad. “Sólo La Colmena, dedicada a la tecnología y las artes visuales, es lo que funciona y levanta al edificio”, recalca al artista.
Otro punto débil es la falta de difusión. Las palabras de Landeros complementan las respuestas de la gente de a pie: si se les pregunta, dice, si saben que la Secretaría de Cultura está en Tlaxcala, muchos dirán que no; y si se busca quiénes van a los eventos culturales, se descubrirá que es gente de la misma zona y del mismo medio.
Sobre el estado del inmueble, el exfuncionario que pidió guardar anonimato añade que existe un cuarto oscuro al interior del Palacio de Cultura con obras abandonadas de Francisco Toledo (las cuales donó el artista oaxaqueño) y de Desiderio Hernández; obras en una bodega sin las condiciones ambientales o de iluminación requeridas y que, si denuncia esto, es porque él mismo pudo verlo.
Algo nuevo en los últimos meses, a nivel de infraestructura es que, en los pasillos que dan hacia la Oficialía de partes, hay grietas, así como junto a las escaleras que conducen a La Colmena. En las áreas verdes, ningún jardinero o trabajador quiere explicar cuándo se formaron las grietas y qué las ocasionó. Niegan con la cabeza, pero lo más probable es que las lluvias hayan desgastado el material.
La visita sucede también en uno de los días de protestas de sindicalizados y de bloqueos policiacos.
A la Secretaría de Cultura se le preguntó cuál es el presupuesto destinado para la mudanza a las oficinas de Tlaxcala, qué días se puede encontrar a la secretaria, Alejandra Frausto, en Tlaxcala, y cuál es la cifra de trabajadores de la federación en el presente. Al cierre de edición no hubo respuesta.
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