Desde un extremo de la mesa, la actriz le muestra la portada de las obras juveniles de su hermano, Silvestre, al compositor e investigador Luis Jaime Cortez Méndez. Antes, ella escoge los papeles y sólo así, a la distancia, sin tocarlos ni analizarlos, permite el contacto con este legado. Un legado en el que se ocultaron, durante mucho tiempo, ciertas claves de la precocidad e identidad artística de uno de los compositores más grandes, no sólo de México, sino del continente. “¿Ya las vio? ¿Qué más?”, le pregunta. Están en la casa de Rosaura en Cuernavaca y el año, quizá, es 1994 o 1995. “Fue el primer encuentro con estas obras. Tuve que consolarme con eso porque ya era un avance”, cuenta el investigador.

Pero esta anécdota curiosa, que sirve para rastrear los primeros pasos de Revueltas, es el origen de un proyecto, especie de deuda histórica que se tenía, y hoy se salda, con el compositor: primero, la edición integral de su obra; segundo, la divulgación de sus trabajos tempranos, cuya grabación, en manos de los pianistas de concierto Mauricio Náder, Salomé Herrera y Rodolfo Ritter, se presenta mañana, a las 13:00 horas, en la Sala Manuel M. Ponce del . Tal vez, a finales de septiembre o en el transcurso del mes de octubre (“para darle a cada proyecto su peso específico”) se tenga ya, adelanta Cortez Méndez, el primer volumen de la obra completa de Revueltas, edición realizada por el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez (Cenidim) y que empieza, justo, con la obra temprana del autor de Sensemayá. A su vez, esto saldará otra deuda para ciertos intérpretes: la falta de obra sólo para piano compuesta por Silvestre Revueltas.

El proyecto abarca alrededor de 70 obras que se distribuirán en 42 volúmenes, cuya publicación podría llevarles, al menos, cuatro años. ”Ya está previsto que el segundo volumen sea la música para violín y piano, y así, sucesivamente, hasta terminar la edición integral”. El corpus de esta obra inicial —hermanada en el disco y el primer tomo— va de 1915 (entonces, Revueltas, que nació el último día de 1899, era un adolescente) hasta 1924. Son 25 piezas para piano, de las cuales, quizá la mitad corresponde a los primeros años de su adolescencia; luego, un par data de sus 18 y 19 años, en su estancia estadounidense, mientras, la última, escrita ya por un hombre joven, fue fechada en Guadalajara hace exactamente un siglo.

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Es inevitable que las fechas no pongan a volar la imaginación: en diciembre de 1914, Pancho Villa y Emiliano Zapata llegan a Palacio Nacional, dice Cortez, editor de las obras completas: en 1915, estaban los ejércitos revolucionarios con un Zócalo lleno de los ruidos de la guerra y, a dos cuadras, en la calle de Moneda, números 14 y 16, se ubicaba el Conservatorio Nacional de Música. En medio de esta atmósfera, el profesor de Revueltas revisaba los papeles que tardaron tanto en ver la luz. El joven músico vivía en La Merced, en la casa de un amigo de su padre que lo alojó, y para estudiar cada jornada hacía un recorrido a pie hasta el Conservatorio, mientras, a su alrededor, se desataba el clima turbulento y bélico con multitudes de personas e historias que hoy integran una idea colectiva de la cultura: “Uno podría pensar que en el país sucedió otra cosa, pero en el silencio de una casona antigua, un maestro trabajaba la música de un alumno provinciano, sin saber que iba a ser unos de los grandes compositores del siglo XX”.

Para rastrear la recuperación de estos papeles hay que remontarse 24 años atrás, cuando Cortez publica Favor de no disparar sobre el pianista, novela biográfica acerca de Revueltas. En ese momento, él sabía que existían ciertas obras juveniles que no había podido consultar. Con notario de por medio, Rosaura tuvo el acervo desde el deceso del músico, en 1940, hasta 1996, año de su propia muerte, cuando el archivo pasa a la hija de Silvestre, Eugenia, quien, en cuanto tuvo los papeles —relata Cortez—, los puso, para su organización, en manos del investigador de la UNAM, Roberto Kolb.

Una inquietud que Eugenia le planteó a Cortez, desde su ámbito —el literario— era la ausencia de una edición integral del trabajo de Silvestre. ¿Por qué, si no pueden imaginarse las trayectorias de Sor Juana, Alfonso Reyes u Octavio Paz sin una edición completa y cuidada de sus respectivas obras, a un pilar de la cultura mexicana como Silvestre Revueltas no se le ha permitido trascender así en el tiempo?, se pregunta el investigador: “Había que emprender un trabajo pendiente fundamental”.

A Eugenia le entusiasmó la idea y, entonces, le dio acceso a Cortez, como investigador, y al Cenidim, como institución, para digitalizar el acervo. Ese fue otro momento clave en la materialización de un proyecto que requiere “el más alto nivel editorial”.

Adaptarse al estudio de estos papeles le llevó un par de años a Cortez; papeles que pasaron por muchas manos y fueron vistos por gente que no les prestó la atención debida o no tuvo el impulso necesario para llevar a buen puerto su recuperación; papeles cuya mera lectura, en silencio, reveló pistas interesantes para comprender, desde otra dimensión, la obra de Silvestre Revueltas.

“Uno de los lugares comunes que sostienen, incluso, investigadores importantes, es que él empezó a escribir hacia 1930; que lo hizo por invitación de Carlos Chávez. Esa historia no tendría nada de malo, salvo que no se apega a la verdad que nos muestran estas partituras. 15 años antes de eso, Revueltas estaba haciendo, con toda la seriedad del mundo y con el objetivo de convertirse en compositor, una serie de obras que cuentan la historia de una búsqueda. Ese es su mayor mérito”, afirma y precisa que las 25 piezas de piano son, además, una especie de bisagra entre dos movimientos musicales: un cierre de ciclo con el Romanticismo mexicano, bajo el influjo de figuras fundamentales como Ricardo Castro y Felipe Villanueva y “guiado por Rafael J. Tello, uno de los maestros del romanticismo mexicano”, al mismo tiempo que en las obras de 1919 y 1924, la Tragedia en forma de rábano (no es plagio), “inaugura la gran búsqueda modernista del país, lejos aún de asociarse al nacionalismo”.

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En la búsqueda frenética de un joven Revueltas hay piezas que revelan cómo el tiempo lo ha asimilado: mucho de su lenguaje y hallazgos musicales —continúa Cortez— son mejor comprendidos en la actualidad que hace 80 años: “Hoy, todavía, tiene más reconocimiento”. Es el caso del Capricho húngaro, que ya desde su título recuerda lo hecho en Mikrokosmos por otro de los pilares de la música del siglo pasado, Béla Bartók: “Sin duda, es una voz bartokiana, pero lo curioso es que faltarían todavía 20 años para que Bartók escribiera Mikrokosmos, además de que hablamos de un adolescente haciendo sus primeras composiciones. Es realmente asombroso cómo, en ese momento, Revueltas está buscando cosas”.

Para el pianista Mauricio Náder, quien interpreta ocho de las obras incluidas en el disco, la difusión de estos papeles muestra dos caras en lo que podría llamarse la etapa de iniciación del artista: de las piezas que son aún inocentes o rayan la inmadurez a otras bastante complejas que juegan, de manera particular, con la armonía; obras breves, también, que tienen la pinta de ser trabajos escolares, sin perder por ello su valor histórico. Destaca el Andante, en el que la melodía es atrevida, llena de fantasía: “En la creación de sus frases casi estoy viendo una cámara; está filmando algo, musicalmente, y da la vuelta hacia otra perspectiva, otro paisaje”, dice y señala la coincidencia, más allá de las influencias evidentes como Erik Satie y Claude Debussy, con el ruso Aleksandr Skriabin: “En su primera juventud, Revueltas es más bien un compositor romántico que está buscando ya otras voces, otras maneras de hacer música”, dice Náder.

Por último, el violinista y director del Cenidim, Víctor Barrera García, destaca la importancia de reconocer que, en el caso de este rescate, Cortez encontró el valor donde otros no fueron capaces de hacerlo: “Él verdaderamente pudo dimensionar la relevancia de su obra. Es fundamental entender que tenemos una riqueza cultural que no se puede traducir en un discurso, sino en hechos. Revueltas es el compositor más importante de México”, concluye.

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