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GUADALAJARA.- Desde su llegada al salón Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara , Elena Poniatowska estaba feliz, radiante. La vista de un salón repleto de admiradores y la charla con la escritora española Rosa Montero , la hicieron ver risueña, pícara, plena. Se dijo amada por Guillermo Haro, dichosa con la vida, también dijo tener “la música por dentro”, incluso aseguró que sigue siendo una romántica “porque sigo teniendo la posibilidad de enamorarme hoy en la noche”, expresó risueña mientras se cubría la cara con las dos manos.
La escritora llegó entre aplausos, los aplausos de más de cuatro minutos no la dejaban irse.
Habló del amor, del primer embarazo, Rosa afirmó: “Elena queda embarazada y la mandan a un convento en Roma, a que tenga ahí sola, sola su niño”. Elena veloz la tajó: “Pero no me mandan, eso fue una cosa. Yo seguí un poco mi novela en la cabeza, me fui a través de una señora que hablaba italiano, le pregunté dónde podría ir. Yo ahí sí empecé ahí a volarme con la cabeza. No me mandaron”.
Rosa reviró “Me parece una heroína esta mujer, una heroína total, tiene al niño y piensan que lo mejor como pasa en otros casos con alguien tan joven, cuando tienen un niño, que el niño se lo den en adopción a su propia tía, pero ella se queda con el niño, lo cual me parece maravilloso, arrostra el escándalo público y sigue con su vida como si nada. En aquel México de aquella época debió ser durísimo, sigue como si nada, como si no hubiera roto un plato… Eres una mujer enorme”, le dijo.
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La dos escritoras y periodistas hablaron de ese tiempo en el que entró al periodismo, su trabajo en Excélsior ya con el niño y sus miles de entrevistas hechas.
“Cuando se queda con el niño ella se pone a trabajar como una loca, dice aquí atornillada a la olivetti, atornillada a la máquina de escribir. Entra en el Excélsior y he leído y me he quedado patidifusa que durante un año en el Excélsior hiciste una entrevista al día.”
Foto: EL UNIVERSAL / Berenice Fregoso
Elena dijo: “Hacía muchas, bueno no se publicaba todo, pero sí trabajé muchísimo, pero era bonito y además estaba joven, fue una etapa muy bonita”, señaló la escritora que habló de su madre, protagonista de la novela que escribe y que verá la luz porque dijo que aún le queda mucho sol, aunque tiene casi 91 años.
Recordó a sus amigos, a Caros Fuentes, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol: “Sí, me da una tristeza ahorita caminar por la feria y pensar que no me voy a encontrar a Monsiváis o a Carlos Fuentes, o a Vicente Rojo, es una pérdida, y digo ¿por qué yo todavía estoy, y ellos ya se fueron?
Habló de Guillermo Haro, el padre de sus tres hijos. “Era rígido, pero también muy poético, muy inteligente, amaba las estrellas y me amo mucho, tuvimos tres hijos, los amó muchísimo todo eso y amaba muchísimos a los jóvenes. Él decía que nosotros podíamos producir los mismos científicos que los norteamericanos y mando a estudiantes estadounidenses que salieron adelante. Nosotros en la astronomía mexicana sí la hacemos. Es un gran personaje”.
Montero citó la violencia que ha relatado Poniatowska en sus libros y en su periodismo, la masacre de Tlatelolco, el asesinato de Manuel Buendía, la desaparición de Alaíde Foppa y de los 43 normalistas de Ayotzinapa. “Es tu parte política, el levantamiento zapatista, los desaparecidos dela escuela normal y vamos viendo la parte de Elena que es la parte de la figura ética colectiva, social que me parece otra de tus facetas, de ese ser heroína que eres, de esa luchadora, de esa guerrera moral y social, y eso te ha costado, eso no se hace gratis”.
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Rosa hizo un repaso de todo y Elena la seguía apuntando alguna frase: “¿Me estás diciendo un poco que soy una pendeja?” entre risas o sonriendo. Le recordó a su ilustre antepasado protagonista de las dos partes de “El amante polaco”, de su entrega al periodismo y los insultos recibidos, porque son “gajes del oficio”.
Luego de todo, de que el público le gritó “Siiiiii” cuando Rosa citó la frase de Elena de sí había hecho a alguien feliz “con sus letritas”; Poniatowska recibió un caudal de cariño, de aplausos larguísimos, fuertes, sentidos y ella solo se tapaba la cara y sonreía, ella avanzaba unos pasos y agradecía levantando las manos o poniéndoselas en el corazón. Así entre larguísimos minutos de aplausos, Elena Poniatowska salió casi entre hombros, quizás porque también esos “son gajes del oficio”.
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