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El amor de Octavio Paz por Elena Garro y luego por la pintora italiana Bona Tiberteli, con quien estuvo a punto de casarse pero lo dejaría por el joven pintor Francisco Toledo; los encuentros amorosos de poetas como Salvador Novo, Jorge Cuesta, Xavier Villaurrutia y Carlos Pellicer; las penurias económicas de Juan Rulfo y su desinhibición con el alcohol; y la vida amorosa de Elena Garro son sólo algunos de los momentos que repasa Homero Aridjis en su libro Los peones son el alma del juego.
La obra publicada por Alfaguara, que comenzó como un diario secreto, es sobre todo un retrato del México de mediados del siglo XX; la “novela de una generación”, como la define el poeta, narrador, ensayista y traductor Homero Aridjis, quien dice que en estas páginas hay personas que él convirtió en personajes, entre ellos Juan José Arreola, Juan Rulfo, Octavio Paz, Elena Garro, Gabriel García Márquez, Adolfo Bioy Casares, Francisco Toledo, Luis Buñuel, Nahui Olin, Pita Amor y Salvador Novo.
“Cuando decidí recopilar mis recuerdos no quería un libro de memorias formal, quería que fuera algo vivo, quería que aparte de la crónica de una generación fuera la novela de una generación, con personajes vivos, con personajes de la vida cotidiana que no los presentara como monumentos, porque después, por ejemplo, comenzó la canonización de Gabriel García Márquez, pero yo lo conocí en el café cuando iba a tomar capuchino y no tenía dinero para pagarlo”, señala el también diplomático y ambientalista.
Aridjis asegura que no quería hablar de escritores que fueran monumentos sino personas vivas, así lo hizo con Luis Buñuel, y con Juan Rulfo, “que casi pertenece a la leyenda literaria de México, pero yo lo conocí pobre, nervioso, neurótico, a veces misántropo, mal humorado y también borrachín, que casi se emborrachaba con oler el alcohol, neurótico cascarrabias y al mismo tiempo desamparado porque tenía problemas económicos y con un gran fervor por su mujer, Clara Aparicio”.
En su novela también retrata momentos entre Octavio Paz y Elena Garro, que asegura fue una historia “muy dramática”, pues se dio la separación y ella sostuvo, dice Aridjis, amoríos con Archibaldo Burns, quien era hijo de millonarios algodoneros de Torreón; y luego con Adolfo Bioy Casares. “Todo el caso Elena Garro fue muy intenso”, señala el escritor que fue también amigo del gran Octavio Paz, quien lo consideraba el mejor poeta de su generación.
Homero Aridjis (Contepec, Michoacán, 1940) también relata la historia de Paz-Bona y Toledo.
Dice que dos meses antes de que muriera Toledo, se encontraron en Oaxaca y hablaron mucho de esa historia, “le hice muchas preguntas directas sobre su relación con Bona porque hubo un escándalo cuando Bona dejó a Paz por él; ya luego vendría el rompimiento, incluso la acompañamos al aeropuerto cuando se iba de México a escondidas de Toledo”.
El poeta que fue integrante del Grupo de Los Cien dice que todo eso él lo narra en el libro, pero de una manera no ofensiva sino “más o menos como paso y sin hacer juicios de nada”.
Dice Homero Aridjis que optó por la sinceridad y el respeto, y evitó la autocensura.
“Había aspectos de tipo sexual que eran muy delicados, por ejemplo los baños de vapor que frecuentaban ciertos escritores con tendencias homosexuales, yo no quería parecer homofóbico pero había momentos que contar de Salvador Novo, que se menciona porque era abiertamente homosexual, pero había que tratarlo con tacto”.
¿No sintió que traicionaba a los amigos, aunque claro ya varios están muertos?, se le pregunta.
“No tanto de los amigos escritores, porque de alguna manera los escritores son públicos y lo que hacen a veces es conocido, lo más difícil era con los amigos personales, y aunque ellos han muerto, en muchos casos hay hijos”.
Hubo otros momentos complicados, cuenta Homero Aridjis, por ejemplo dar cuenta de quién fue el verdadero padre del hijo de Pita Amor; y también la relación de Arreola con Elena Poniatowska que, dice, le ayudó mucho el debate que se dio hace meses sobre el tema, “me ahorré mucho esos detalles porque ellos mismos lo revelaron”, asegura el poeta, quien agrega que había momentos, episodios y anécdotas de escritores y artistas que fueron sus amigos y que fueron figuras pública en el siglo pasado.
“Sabía que eran gente viva y que había que tener cierto cuidado y respeto al contarlo, pero tampoco quería ser censurado o que yo me pusiera la censura de mí mismo; yo no quería plantearme ‘voy a censurar esto y aquello otro’, porque si no acababa siendo nada, pero creo que lo que uno cuenta es parte de la personalidad, no de la persona sino del personaje en el libro, porque las personas que yo conocí se volvieron personajes”, afirma el autor de Mirándola dormir y Quemar las naves.
En esta novela que retrata un época, Homero Aridjis intentó hacer una narrativa lo más puntual y discreta posible, de la manera más fiel y sin prejuicios, “sin llegar a un amarillismo extremo o crudo”, señala el escritor que fue embajador de México en Países Bajos, Suiza, la Unesco y presidente del PEN Club Internacional.
Lo que logró en Los peones son el alma del juego, una novela que transcurre como metáfora de una partida de ajedrez, que era la gran pasión además de la literaria, que lo unió a Juan José Arreola y a muchos otros escritores, fue también hacer un retrato de la Ciudad de México a la que llegó a los 19 años de edad, cuando vivía la transición de ser un gran “pueblote” a la capital más importante de América Latina.
“Era una Ciudad de México muy cosmopolita, muy llena de vida, llena de energía creativa, porque lo mismo andaba por ahí Chavela Vargas que Anabel Árbenz, que Max Aub y León Felipe; se daban todos los movimientos políticos de la época, los tiempos de López Mateos, había mucha efervescencia política, había manifestaciones, huelgas de hambre, sentido político, ya estaban Fidel Castro y el Che Guevara, estaba muy vivo el asesinato de Trotsky, era un México muy internacional y cosmopolita”, afirma Homero Aridjis.
El libro
Frase
“Era una Ciudad de México muy cosmopolita, muy llena de vida, llena de energía creativa, había mucha efervescencia política, manifestaciones, huelgas de hambre... un México muy internacional y cosmopolita”. Homero Aridjis. Escritor.