En 2023, el contribuyó con 820 millones 963 mil pesos del Producto Interno Bruto, que representó 2.7 % del total de la economía, una cifra menor al 2.9% del PIB que aportó en 2022, de acuerdo con los resultados de la actualización de la Cuenta Satélite de la Cultura de México (CSCM) 2023, presentada ayer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Para analistas y gestores culturales, esa cifra no representa ninguna estabilidad, sino un estancamiento.

La Cuenta Satélite de la Cultura que se presenta desde 2014, hace 10 años, pero que contiene información desde 2008, es decir, desde hace 16 años, permite tener una visión integral sobre la dimensión, evolución y composición del sector cultural en México.

Es así que, entre otros indicadores, informa sobre cuáles son las actividades que más aportan al PIB, cuál es el número de empleos que crea la industria cultural y creativa, y cuál es la participación del mercado, de los hogares y desde la gestión pública.

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En cuanto a los puestos de trabajo, en 2023 se generaron un millón 439 mil 671 puestos, que representó 3.5% del total de la economía. Al comparar con 2022, se observó un decremento de 1.4 %, lo que representó una disminución de 20 mil 906 puestos de trabajo, señala la Cuenta Satélite de Cultura, en cuya elaboración se consideraron lineamientos y estándares internacionales.

Además, igual que el año pasado, las actividades que más aportaron al PIB desde el sector cultural son las artesanías (19.1%), los contenidos digitales e Internet —como el acceso y la transmisión de contenidos digitales— (18.1%), y los medios audiovisuales —como televisión o cine— (con 17.6%).

Pero, sobre todo, estos indicadores permiten ver que el 2.7% del aporte de Cultura al PIB, son las actividades de mercado las que aportaron el 2.2%, mientras que la gestión pública —que son actividades realizadas por instituciones de gobierno y que contribuyen a facilitar el acceso, la difusión, desarrollo y fortalecimiento de actividades culturales—, representaron menos del 0.2%, cifra semejante a la que se aporta desde los hogares.

Datos que en conjunto no son alentadores para los analistas. Eduardo Cruz Vázquez, fundador del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (GRECU), asegura que el hecho de que el BIP cultural haya observado un comportamiento más o menos estable a lo largo de todos los años que ha medido el INEGI, no significa que “debemos de estar contentos con el desarrollo”.

El analista afirma que algunos podrían decir que salvo el año 2020, por la crisis de la pandemia (donde se reportó un desplome de 8.9%), ha sido una fortuna que no se haya ido más abajo el PIB cultural en los últimos años, pero para él realmente lo que representa es que el PIB de la cultura en general es verdaderamente precario, que no hay músculo de crecimiento que pueda ser exponencial, que demuestre que hay incentivos suficientes en el mercado para que la economía del mercado crezca.

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“A lo largo de todo este tiempo, el comportamiento en nuestro PIB cultural y de nuestra economía creativa y cultural es realmente muy mediocre, una estabilidad que no puede venderse como un éxito o como un logro o como una fortaleza, no para nada, lo que hay que ver es que esta cosa está estancada”, señala Cruz Vázquez, quien además apunta el pobre 0.2% que aporta la gestión pública.

“El 0.2% en una cosa insólita y verdaderamente dramática, es el mismo porcentaje desde 2008 que inició la Cuenta. Gestión pública no es solamente el presupuesto de la Federación en términos de sus dependencias, incluye todas las ramas de gasto público que se destinan a la cultura en instituciones públicas; es verdaderamente insólito que durante 17 años ese 0.2% no ha variado, o sea, yo lo cuestiono mucho, ¿qué es lo que está pasando con la medición que hace el INEGI o qué demonios ha pasado durante 17 años para que esto se mantenga en esos niveles?”, dice y agrega que es una situación de precariedad que, por supuesto, se observa en las condiciones que actualmente privan en el país.

El analista cultural y legislativo, Arturo Saucedo, afirma que no se ven cambios, en el sentido de que “no se han operado realmente ningún diferencial de las políticas culturales del sexenio pasado y vemos que no hay cambios para el próximo sexenio. Los resultados mantienen, en términos reales, los mismos números que habíamos visto en el 2022, pero ya lanza focos rojos acerca de qué situación se está corriendo en la industria editorial, por ejemplo”.

Por su parte, la especialista en gestión cultural y profesora de la Universidad del Claustro, Sandra Ontiveros, asegura que una cuestión importante es hacer el análisis comparativo entre el 2022 y el 2023, que permite ver esta disminución de la contribución al Producto Interno Bruto de la Cultura, lo que para ella sugiere “una posible desaceleración en el crecimiento del sector”.

Ontiveros señala que esta cuestión de la baja del 2.9% en 2022 a 2.7% en 2023 es importante. “Esto nos puede indicar una posible pérdida de relevancia del sector cultural en la economía nacional. Los puestos de trabajo que se generan son menos y esta reducción en el empleo podría indicar los retos a los que se puede enfrentar el sector en la sostenibilidad, porque justo, hay un aumento en la asignación presupuestal, pero ese aumento es en términos absolutos porque hay una caída en la participación porcentual que sugiere que este crecimiento no es suficiente para mantener su proporción en el Producto Interno Bruto”.

La readidad es que el sector cultural podría estar perdiendo relevancia en comparación con otros sectores de la economía. “Esto sugiere también que hay otras prioridades, que no son necesariamente el sector cultural y hay una pérdida de empleo, una disminución en el número de puestos de trabajo y esto sugiere una posible crisis de empleo en el sector, eso también como consecuencia lleva una menor estabilidad económica para los trabajadores culturales”, afirma Ontiveros.

El gran baluarte cultural

Arturo Saucedo señala que estos números no dejan de ser datos interesantes puesto que muestran cómo están funcionando dos vertientes extremas de la cultura: los servicios digitales, con Internet y las nuevas plataformas; y, por otro lado, las artesanías, que son uno de los baluartes de la economía cultural en México.

“Eso tendría que llevar al gobierno a tomar políticas culturales con diferentes sentidos, es decir, ni considerar a las artesanías como objetos que deberían ser reproducibles ni tampoco ignorar las industrias de contenidos digitales”, sugiere el especialista.

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Para Saucedo, deberíamos pedir que nuestras artesanías estuviesen en los mejores foros del mundo con esa dignidad que tienen, y señala que aunque estrategias como “Original” son válidas, hay que pensar más allá. Se requiere, agrega, pensar las industrias creativas en diferentes segmentos tanto desde el ámbito reproducible que pueden tener, y sobre todo políticas públicas culturales diferenciadas, a partir de un régimen fiscal diferenciado.

Eduardo Cruz Vázquez fija la atención en que se cumplen 10 años de que el INEGI presenta la Cuenta Satélite año con año, pero también que esta medición es de 2023, que fue el quinto año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador “y eso también es importante indicarlo y lo que confirma es que no le fue bien al sector cultural en general”.

Sandra Ontiveros ve varios desafíos ante los resultados de la Cuenta Satélite. Lo fundamental es cómo asegurar financiamiento adecuado y sostenido para las actividades culturales cuando hay una disminución en la participación del PIB. “Se tendría que pensar en implementar estrategias y fomentar la creación de nuevos empleos y retener a los trabajadores ya existentes, de principio”.

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