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Con un largo contínuum ocupacional, desde el periodo Formativo (900 a.C.-150 d.C.) hasta el apogeo poblacional que registró hacia el Posclásico (900-1521 d.C.), Milpa Alta alberga una diversidad de evidencias arqueológicas, entre ellas, fragmentos cerámicos de diferentes épocas, lítica, restos de áreas habitacionales, terrazas agrícolas, templos, canales y tecórbitos.
Hace poco más de un lustro, la arqueóloga Blanca Paredes Gudiño, investigadora de la Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), comenzó a revisar los reportes relacionados con evidencias arqueológicas en dicha alcaldía de la Ciudad de México.
Foto: Cortesía INAH
A partir de ello, inició recorridos de superficie en la zona cerril. Los hallazgos registrados dieron pie a la creación del Proyecto Paisaje Cultural en Milpa Alta, enfatizado en la protección del espacio natural y cultural, los vestigios arqueológicos, la integración de la sociedad en el cuidado de sus bienes culturales y la búsqueda de identidad en los propios habitantes. Dicho proyecto ha sido avalado por el C onsejo de Arqueología del INAH y apoyado por las autoridades locales.
Asimismo, la arqueóloga inició labores de prospección en los 12 pueblos que integran la demarcación. En las tareas incluyó a alumnos del sexto semestre de la licenciatura de Arqueología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), como parte de sus prácticas de campo.
Hasta el momento, la investigadora y estudiantes de distintas generaciones han realizado siete temporadas de trabajo, efectuando en su mayoría prospección y recorridos de campo sistemáticos e intensivos. Con ello, lograron el rescate de una unidad habitacional prehispánica en el sitio de Altepemilpa y recuperaron evidencias arqueológicas en otros espacios que reflejan una continuidad ocupacional en Milpa Alta, que va de los periodos Formativo (900 a.C.-150 d.C.), Clásico (150-650 d.C.) y Epiclásico (650-900 d.C.), hasta su apogeo poblacional hacia el Posclásico (900-1521 d.C.).
Los objetos comprenden desde materiales cerámicos y líticos, hasta la localización de restos de arquitectura doméstica y ceremonial que reflejan una compleja organización del sistema agrícola, basado en la construcción de terrazas, canales, áreas de captación de agua, escalinatas, muros con nichos y tecórbitos o texacales.
Actualmente, se tienen registrados oficialmente 15 sitios arqueológicos, ubicados principalmente en la zona cerril de Milpa Alta, cuyos nombres fueron determinados de acuerdo a la propia información arqueológica y descripción que de ellos tienen los habitantes. Estos son: Teoca, de ocupación asociada al Posclásico; Altepemilpan, que comparten Milpa Alta y Xochimilco , presenta materiales del Epiclásico y asentamiento del Posclásico.
Xicomulco, con vestigios del Epiclásico y asentamiento Posclásico; Atocpan, Oztotepec, Cuauhtzin y Teutli-Mexcalco, que tienen evidencias del periodo Posclásico; Teuhtli-Tecómitl, con materiales del Clásico y asentamientos posclásicos.
Asimismo, Tlacotenco-Mamut, un sitio paleontológico donde se registró el hallazgo de un mamut en 2012 por personal del INAH y del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM; Tlacotenco-Cueva y Malacaxtepec, ambos con vestigios del Posclásico; Atezcatlán, con evidencias que van del Epiclásico al Posclásico; Noxcalco, que presenta materiales del Formativo y asentamiento del Posclásico; y Tecpayo y Tecoxpa, con materiales del Posclásico.
“Hemos detectado un sistema agrícola complejo y creemos que hubo una gran cantidad de población produciendo maíz para el autoconsumo y abastecimiento de Tenochtitlan durante el Posclásico”, explicó Blanca Paredes.
Unas de las estructuras que más llaman la atención de los especialistas, son los tecórbitos, espacios cuyo uso común era para guardar herramientas agrícolas y protegerse de la lluvia, no obstante, los especialistas manejan la hipótesis que algunos pudieron servir para guarecerse de un ataque y tener control de aquellas personas que ingresaban al espacio, ya que presentan mirillas (especie de ventanas pequeñas) a través de las cuales se visualizan los lagos y caminos.
Roberto Palacio, egresado de la ENAH y partícipe del proyecto, puntualizó que los materiales recuperados han tenido procesos de limpieza, marcado, fotografiado e integración al sistema de registro del INAH, para luego dar paso al proceso de investigación. “El análisis de la cerámica ha permitido observar la ocupación continua en Milpa Alta, posiblemente como pequeñas aldeas en los periodos Formativo y Clásico, pero la densidad poblacional aumentó en el Epiclásico, y para el Posclásico se cubrió toda la parte cerril”.
Explicó que esta alcaldía tiene caminos que se dirigen al actual estado de Morelos, entonces, es muy probable que los mexicas controlaran el ingreso a la cuenca por esta ruta con un asentamiento humano, ahí se captaba y concentraba el tributo, y posteriormente era enviado a Tenochtitlan.
En Nochcalco, por ejemplo, se recuperaron figurillas de arcilla, entre ellas la de un pecarí cuya antigüedad data de 700 a.C., aproximadamente. En tanto que en Altepemilpan se han hallado objetos del periodo Posclásico, como pulidores para aplicar estuco, percutores y hachuelas, estas últimas vinculadas a actividades para la explotación de recursos, entre ellos madera y roca, así como la cacería de animales.
En Teuhtli-Tecómitl se han encontrado fragmentos de figurillas antropomorfas de arcilla de filiación teotihuacana, así como femeninas del periodo Posclásico; además de malacates relacionados con actividades de hilado, en específico para el algodón y el ixtle.
Uno de los hallazgos recientes fue el de una pintura rupestre en la zona de Xicomulco, que los comuneros de Milpa Alta denominan “el reloj”. Se trata de una cruz católica dentro de un abrigo rocoso, que da cuenta de las estrategias de evangelización española durante el siglo XVI, ya que este sitio era, posiblemente, un lugar para el pedimento de lluvia en la época prehispánica.
“Estamos encontrando áreas rituales prehispánicas gracias a las insignias que dejaron los evangelizadores, quienes colocaban sus emblemas para erradicar el pensamiento indígena. Asimismo, hemos realizado un mapeo con drones y procesos de digitalización —por medio de modelos fotogramétricos— del abrigo rocoso y otras estructuras arqueológicas, con el fin de tener un estudio más puntual de esos espacios”, acotó Roberto Palacio.
Foto: Cortesía INAH
Blanca Paredes destacó el vínculo entre el INAH, la ciudadanía y el gobierno local para el desarrollo de la investigación. “Una de las tareas fundamentales era el registro de los sitios y de los materiales; el siguiente paso es regular el asentamiento urbano y tomar decisiones consensuadas teniendo como único fin la protección de los bienes culturales”.
Añadió que la zona se ha mantenido exenta de edificios y grandes establecimientos comerciales; además la mayoría de los pobladores se nota entusiasta de conocer su pasado y cuidarlo, ya que muchos interactuaban con su propio patrimonio, sin saber que se trata de restos de arquitectura prehispánica.
“Los habitantes de Milpa Alta se autodefinen como ‘momoxscas’, a partir de la creencia que la actual alcaldía fue un lugar llamado Malacachtepec Momoxco. Se calcula que hubo tal territorio hacia el periodo Posclásico y tuvieron cierta soberanía, además sostenía relación con Xochimilco, Chalco y Morelos; el vínculo con otros pueblos es lo que estamos en proceso de profundizar”, finalizó.
akc