A finales de los 90, justo en los años previos al cambio de milenio , en un pequeño pueblo petrolero de la Patagonia , en Argentina, llamado Las Heras , ocurrió lo impensable: una ola de suicidios entre jóvenes menores de 25 años; esos acontecimientos que referían una secta, una lista trágica con los nombres de esos jóvenes, pero sobre todo una vida social precaria y sin futuro, con altos números de desempleo y desarraigo , llevaron a la escritora y cronista argentina Leila Guerriero a viajar a ese poblado para indagar las razones de tanta muerte entre jóvenes.
Lo que habló con los padres de los suicidas , con los hermanos, novios, amigos de quienes sin aparente motivo se quitaron la vida, durante su estancia en Las Heras , poblado sin luz ni Internet ni teléfono, en el que sólo suena el viento y se siente la nada, dio lugar a Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico, que Tusquets Editores acaba de reeditar, 15 años después de que vio la luz, y en medio de una realidad marcada por la pandemia por el Covid-19, donde persiste la sensación de una vida sin futuro.
“El tema del suicidio sigue siendo una situación que sigue sin mirarse demasiado, es un tema muy ríspido para mucha gente, no es tema de conversación; creo que tiene que ver profundamente en gran parte con esa sensación de falta de futuro y que en este momento sí me preocupa muchísimo porque lo que más hay es eso, como una perdida de sentido con relación a lo que viene”, asegura Leila Guerriero en entrevista.
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La periodista y escritora nacida en Junín en 1967, dice que si bien no hay informes del último año, los más recientes datos son del 2019 y muestran que las cifras del suicidio habían bajado considerablemente en todo el mundo “excepto en la zona de las Américas, en donde subió 17%” según datos de la Organización Mundial de la Salud, señala la también autora de Zona de obras, Frutos extraños y Teoría de la gravedad.
"Si los que tenemos piso firme bajo los pies estamos con esa sensación de pérdida de futuro, cómo no va a tenerla una persona de 16, 17, 18, 19 o 20 años que está en este momento encerrada”, Leila Guerreiro, escritora
“Si los que tenemos piso firme bajo los pies estamos con esa sensación de pérdida de futuro , cómo no va a tenerla una persona de 16, 17, 18, 19 o 20 años que está en este momento encerrada en casa, estudiando y sin posibilidades de comunicarse con nadie, o estudiando y preguntándose ‘¿para qué voy a estudiar esto si no lo voy a poder ejercer en un mundo que se viene abajo económicamente?’ La verdad es que siento la actualidad del tema y creo que desde que se publicó el libro hasta ahora seguimos todo el tiempo mirando para otro lado sin atender ese padecimiento que buena parte de la población tiene”, afirma.
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Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico, es publicado por Tusquets.
Para Leila, más allá de que en Las Heras confluía una cantidad de factores intrigantes por el tema de los suicidios , a ella le interesó la historia porque era un pueblo del interior, y ese es otro síntoma de nuestro tiempo, donde todo lo que pasa, pasa en las ciudades capitales. Todo pasa en Ciudad de México, Lima, Bogotá, Buenos Aires, pero al interior no se mira nunca, dice.
“Y en el interior, que es Las Heras, había esta situación con todas estas personas muy jóvenes que se suicidaron pero también había una situación social súper precaria con más de 24% de desempleo, con una población que no tenía arraigo, que iba detrás del dinero, toda una industria relacionada con la prostitución , con el juego clandestino , con un montón de cosas que de alguna forma eran ingredientes que se aportaban a ese guiso muy espeso, muy heavy y donde la gente no tenía herramientas para lidiar con eso”, señala la escritora y cronista.
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En ese pueblo del interior se encontró que la gente establecía teorías muy fantasiosas para lidiar con los suicidios, que uno de los chicos había dejado una lista con los nombres de los suicidas, que había una especie de secta que los orillaba a la muerte, “claro, cuando no puedes lidiar con algo, lo primero que haces es decir: ‘no somos nosotros, no es esta familia, es una secta, hay una lista, es el destino, y todo eso me resultaba sumamente sintomático e interesante para voltear un poco la cabeza y mirar hacia el interior y contar lo que pasaba”.
Una realidad muy distante a la de los habitantes de Buenos Aires, “nosotros vamos al teatro, vamos a cocteles mientras esta gente está con las rutas cortadas (por las movilizaciones de desempleados) y desabastecida durante meses, sin Internet, teléfono ni luz y nadie hace nada, y además se matan”.