Durante el primer año de la por el Covid-19, Perú alcanzó las 180 mil víctimas del virus, tres veces más que los muertos que dejó su guerra contra Sendero Luminoso. Decenas de esas historias las contó día a día el periodista y editor peruano . Durante los primeros meses de esa tragedia, cuando Perú se convertía en el país con la mayor tasa de mortalidad por ese virus que es 900 veces más diminuto que el grosor de un cabello humano, Joseph Zárate (Lima, 1986) acompañó a un grupo de trabajadores de agencias funerarias y crematorios, para contar la tragedia desde de la “última línea” de resistencia contra la pandemia.

Esa realidad peruana tan igual a la mexicana es la que dio origen a "" (Literatura Random House, 2022), que reúne una serie de testimonios y los funde en un canto comunitario de pérdida y desolación. “Un coro que emerge de las entrañas de un país devastado por la peste y el abandono de sus instituciones”, apunta esta historia que es un espejo de México.

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“Hay muchos patrones que se van repitiendo en los países latinoamericanos porque tenemos realidades muy parecidas”, asegura Joseph Zárate, quien agrega que “una constante entre nuestros países tiene que ver con cómo nuestros gobiernos o nuestras sociedades están construidas sobre una base de desigualdad muy fuerte”.

Compartimos, agrega Zárate, una grieta de desigualdad que finalmente ha ocasionado es que los ciudadanos más pobres o los más desfavorecidos son los que engrosan las listas de fallecidos por Covid-19 en todos nuestros países. “Porque la verdad es que esa idea que en un principio se repetía en ciertas esferas de que ‘el virus era democrático’ se cayó por la tierra; en realidad eso nunca fue así y si uno se acerca al libro puede darse cuenta rápidamente que quienes hacían las colas afuera de los hospitales, esperando dos semanas por un tanque de oxígeno, eran las personas con menos recursos, que quienes no podían acceder a una cama en los hospitales eran las personas con menos recursos. Eso de entrada es una cosa que compartimos en esta zona del mundo”, asegura el ganador del Premio Grabriel García Márquez 2018 en la categoría Texto y del Premio Ortega y Gasset 2016 a Mejor Historia o Investigación Periodística.

Luego de recorrer casas, calles hospitales acompañando a los trabajadores de funerarias y crematorios, luego de reportear, publicar y enfermar él mismo del virus, Joseph Zárate se planteó dos preguntas: ¿tiene sentido escudriñar en nuestras heridas cuando la tragedia aún no se acaba?, ¿no estamos hartos de contar muertos, de sentir miedo? La respuesta fue que sí, porque hay que señalar la realidad, que la pandemia profundizó las desigualdades que quiebran nuestras sociedades y que hay grietas profundas en la salud pública. “Aun me sigo haciendo las preguntas porque el ser humano por naturaleza tiende a la extroversión más que a la introversión, es decir, intenta no pensar en lo que tiene dentro y trata más bien de salir a la calle y no pensar en cosas que son trágicas como la muerte o cosas que no entiende; pero sin embargo, lo que hace el arte, la literatura, el cine, la poesía, la música es conectarnos con eso que no queremos ver y que está adentro nuestro, esas preguntas que son más ontológicas, más de ¿quiénes somos y hacia dónde vamos?, entonces, tratar de contar este acontecimiento que nos ha atravesado en términos psicológicos, emocionales, desde la escritura, es una manera en la que el ser humano intenta procesar eso que es difícil de asimilar. Chantal Maillard, la poeta francesa, decía: ‘escribo para que el agua envenenada pueda beberse’. El arte tiene esa función, no sé si terapeútica o que sane heridas, en todo caso nos acompaña a transitar por el dolor, por la tragedia, sin hacernos demasiados daños, o para tratar de construir sentido de nuestra vida”.

En Algo nuestro sobre la tierra están los testimonios de quienes llevaron a los muertos a su última morada sorteando la enfermedad, el miedo y en ese tiempo, la marginación social; pero también la confrontación de la muerte, la ausencia de políticas públicas y desigualdad social. “Yo había visto, cosas perturbadoras: cadáveres, gente muriendo, tome la decisión de hacer algo con todo ese material que había acumulado durante todo ese año, para tratar de dejar un testimonio de todo lo que había visto y oído, de las historias, y por eso escribí el libro, para tratar de comprender qué había ocurrido en mi ciudad y en el mundo”, señala el autor del libro que busca construir sentido alrededor de esta tragedia, pero también contar las historias de seres humanos que murieron dejando proyectos y sueños, un coro comunitario de sobrevivientes que afrontaron la muerte de sus seres amados en medio de la pérdida y la desolación, y un grupo de trabajadores que vieron miles de veces a la muerte de frente en una estremecedora experiencia. “La literatura no sana la herida, pero nos lleva a entender al menos por dónde está sangrando”, concluye Zárate.

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