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Madrid. —El Museo Reina Sofía acoge una exposición con un marcado carácter reivindicativo, ya que busca rendir tributo a más de 200 obras artísticas surgidas en París tras la Segunda Guerra Mundial y que en su gran mayoría no gozan de reconocimiento en los catálogos oficiales.
Picasso, Kandinsky, Chillida, Herrera, Kelly, Palazuelo, Tinguely o el mexicano RufinoTamayo son algunos de los más de 100 creadores que integran la exposición que el museo madrileño presenta con el título París pese a todo. Artistas extranjeros 1944-1968, para esbozar el escenario artístico de la posguerra.
La muestra abarca distintos estilos y formatos, desde la pintura y la escultura, al cine, la música o la fotografía a fin de rescatar un acervo cultural que a menudo ha sido relegado por buena parte de la historiografía del arte, según los responsables de la exposición en la que asoman artistas que, en distintos momentos y a lo largo de más de dos décadas, establecieron una fructífera complicidad con la capital francesa.
“El mundo del museo está empeorando, se está yendo a la basura, y tenemos que salvarlo. Bienvenido el turismo, pero no es suficiente. Hay que partir de la base de que el público no está vacío, por lo que es importante también reconstruir la historia para que las pinturas puedan hablar, que se establezca una relación más interactiva con los visitantes”, señaló a EL UNIVERSAL el comisario de la exposición, Serge Guilbaut, quien considera que hay que luchar contra la extrema pasividad y superficialidad que caracterizan al público en general.
Rufino Tamayo está presente en la muestra del museo Reina Sofía con su obra Mujer en gris, un óleo sobre lienzo que el artista facturó en 1959.
“Incluí a Tamayo en la muestra porque se trata de un artista muy reconocido y su pintura es muy interesante. A mí, personalmente, me gusta mucho. Para los franceses, que conocían en ese entonces a los muralistas mexicanos, Tamayo representaba algo diferente. Además de innovador, estaba en conexión con los surrealistas”, agrega el historiador del arte.
El pintor mexicano no permanecía largas temporadas en la capital francesa, aunque sí la visitaba con relativa frecuencia, como otros tantos artistas de la época.
“El único elemento común entre todos estos artistas es la idea que comparten de París, la fantasía sobre una ciudad en la que hay libertad y donde llevan una vida muy intensa, aunque algunos se dan cuenta de que es más difícil sobrevivir de lo que pensaban. En cualquier caso es un momento muy abierto, en el que se puede acceder a los artistas y hablar con ellos”, indica el crítico francés que imparte clases en la Universidad de British Columbia en Vancouver, Canadá.
La fuerza de la migración. La exposición que se desdobla cronológicamente en varios salones para trazar un documentado recorrido desde 1944 hasta la explosión del mayo francés en 1968, evoca también la fuerza de la migración, que contribuyó a mantener durante años la pujanza artística de París.
“La muestra tiene también un interés actual, ya que en estos tiempos en los que la deportación parece ser una condición normal para mucha gente y en el que Europa no sabe qué hacer con sus fronteras, ver cómo París se convierte en la capital de la cultura europea justamente por la acogida a los extranjeros, creo que es una lección a tener muy en cuenta en el presente”, señaló Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía.
“La idea es mostrar que la historia no es lineal, sino muy compleja, y que siempre hay fuerzas antagónicas y con muchos artistas que no acaban de encuadrar en ninguna tendencia, pero que tienen un valor intrínseco”, puntualizó el responsable del museo madrileño para cuestionar la marginación de los libros de historia de algunos de los creadores que protagonizan esta exposición. “Aquellos artistas que no están en el foco de lo que se considera importante en un momento dado, simplemente desaparecen”, acotó.
La línea fuerza de la exposición que tiene forma de relato es la de París como una ciudad hospitalaria, que genera obras, afectos y libertad, pero que no está exenta de conflictos y tensiones y que al final acaba también inmersa en la sociedad de consumo, resumió Borja-Villel quien destacó la inclusión en la muestra de La Gran Pintura Antifascista, una obra monumental realizada colectivamente y que no se ha visto prácticamente nunca.
En los años posteriores a la II Guerra Mundial, París constituyó también un espacio de desahogo para ciertos artistas que pudieron ejercer la crítica con mayor libertad que en sus países de origen.
Hubo en la época un interés especial por el trabajo artístico de las mujeres y por la obra de afroamericanos y africanos, aunque luego muchos de estos creadores, al igual que otros europeos y americanos, fueran objeto de un olvido que los responsables del museo Reina Sofía buscan enmendar con esta nutrida exposición.
La muestra permanecerá abierta hasta el 22 de abril.