Por primera vez, un libro en el cine mexicano. Se trata de "", uno con el que se cubre una laguna que había de la historia del cine nacional y también con el que se espera dar visibilidad a una profesión que en México ha sido subestimada.

Todo comenzó cuando Elisa Lozano, investigadora de cinefotografía y escenografía, se dio cuenta que no había un libro que hablara específicamente del trabajo de los diseñadores de vestuario en el cine mexicano. Sólo había un libro sobre trajes de época, Bellezas de época (2013), por Xóchitl Fernández y Rogelio Agrasánchez, y Mextilo (2017), de diseñadores de moda que trabajaron en el cine, de Gustavo Prado.

“Había un hueco, una laguna en el tema”, dice Lozano en entrevista con . La investigadora recurrió a sus colegas Renato Camarillo Duque, restaurador de textiles, y Lucy Lara, editora de moda, para iniciar un grupo de colaboradores al que después se sumarían 15 expertos, entre los que se encuentran Ana Elena Mallet, Hugo Lara, Adriana García Torres, Mariestela Fernández y Álvaro Vázquez Mantecón, quienes escribieron artículos dedicados a diseñadores, modistos o sobre vestuarios de películas, géneros cinematográficos o épocas. Por ejemplo, Arturo Rico escribe “El desvestuario”, un texto sobre los conjuntos que usaron vedettes como Zulma Faiad y Lin May en la gran pantalla; Camarillo Duque presenta un perfil de Armando Valdés Peza, uno de los diseñadores de vestuario más importantes y prolíficos en la historia nacional; Hugo Lara escribe sobre el ambicioso vestuario que se hizo para la película El conde de Montecristo (1941).

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Vestuario 1931-1981. 50 años de creación en el cine mexicano busca dar visibilidad a la profesión. Fotos: Brenda Rodríguez (09/01/2025)
Vestuario 1931-1981. 50 años de creación en el cine mexicano busca dar visibilidad a la profesión. Fotos: Brenda Rodríguez (09/01/2025)

Mientras que Itala Schmelz dedica un capítulo a la indumentaria que se usó en cintas de ciencia ficción entre las décadas del 50 y 70, y Rosario Vidal Bonifaz aborda la seducción femenina a través del vestuario en el cine de los 60.

Además de la coordinación, Lozano contribuyó con un directorio que rescata la semblanza de 201 personajes claves en el diseño de vestuario y de 71 comercios (como Palacio de Hierro, Borceguí o Pieles Manzur), cuyos productos vistieron a las estrellas de cine. Lozano, quien vio más de 100 películas y recurrió a hemerotecas y a la base de la Filmoteca UNAM para esta investigación, afirma que la mayoría de los datos presentados son inéditos. El libro está acompañado de 800 imágenes (entre fotografías, stills y bocetos) que provienen de más de 50 archivos, entre los que se encuentran la Cineteca Nacional, Fundación Televisa, Museo de Cantinflas, así como familiares de diseñadores y vestuaristas, y coleccionistas privados.

La creación del libro le llevó a Lozano y compañía siete años, pues ante el desinterés de editoriales por publicar un libro del tema, tuvo que ser un proyecto autofinanciado. Al final, contaron con apoyo de la administración pasada de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (Amacc) para la impresión.

“Me hice cargo del costo, como investigadora independiente, es muy difícil. Por eso nos tardamos tanto, entre la pandemia y la falta de recursos”, agrega Lozano.

El libro también tiene un directorio con la semblanza de 201 personajes claves en el diseño de vestuario y de 71 comercios cuyos productos vistieron a las estrellas de cine. Fotos: Brenda Rodríguez (09/01/2025)
El libro también tiene un directorio con la semblanza de 201 personajes claves en el diseño de vestuario y de 71 comercios cuyos productos vistieron a las estrellas de cine. Fotos: Brenda Rodríguez (09/01/2025)

Crisis en el vestuarismo mexicano

La ausencia de un libro sobre el tema y falta de financiamiento para publicarlo sólo son indicadores de un mal que ha padecido la profesión de diseño de vestuario en el cine en México.

“El vestuario lo que hace es que te narra, explora y te explica a los personajes. Hay vestuarios excelsos en la cinematografía que te hablan tanto del personaje que sería imposible tenerlos sin ellos. Hay vestuarios que hasta huelen, tan fuerte es la imagen que crean que llega a todos los sentidos, otros que provocan miedo, risa o sensualidad. El vestuario está todo el tiempo hablando y eso no quiere decir que robe la atención, son dos cosas diferentes. El vestuario que no llama la atención, ese es el mejor”, explica Mariestela Fernández, una de las máximas ganadoras del Ariel con seis estatuillas por sus vestuarios en La ley de Herodes, Km31, El crimen del padre Amaro, El infierno, entre otras, y autora del prólogo del libro.

En la historia del cine, muchas películas, en especial de la Época de Oro, no dieron crédito a la persona que diseñó el vestuario, en otras ocasiones no se contrataba a alguien para este trabajo, sino era el propio director (como Alejandro Jodorowsky) o alguna actriz (Rita Macedo y Emma Roldán, por ejemplo), quienes se encargaban de esta tarea. Profesionales de otros campos, como modistas, diseñadores de escenografía, de moda, etnógrafos, coreógrafos o pintores, como Roberto Montenegro o Brian Nissen, llegaban a asumir ese rol. Paradójicamente, la Academia mexicana premió al diseño de vestuario con el Ariel desde su primera edición en 1947, mucho antes de que los premios Oscar implementaran esta categoría entre sus reconocimientos, que fue hasta 1949. Sin embargo, desde los años 50 hasta 1993, el Ariel eliminó esta categoría. Se desconoce el motivo de esta larga pausa.

“Le echaron una manta a nuestra profesión. Esta disciplina es poco conocida, por eso la importancia de este libro e investigación exhaustiva, que si bien son 50 años y falta más, ya por lo menos es un inicio para darle visibilidad a esta disciplina cinematográfica que en nuestro país ha estado prácticamente oculta”, agrega Fernández.

La diseñadora, que también ha trabajado para producciones como Narcos y Cassandro, explica que uno de los problemas de su profesión es que no hay dónde estudiarla en México, donde hasta ahora la única opción es una clase de vestuario teatral que forma parte de la carrera de Escenografía en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), así como cursos y diplomados que han comenzado a impartir de forma particular los que se dedican a este campo, cuando en otros países, como Estados Unidos, España, Italia e Inglaterra, sí es una carrera como tal y cuenta con especializaciones.

“Entonces tenemos como resultado un país de gente improvisada. Todavía es muy incierto, muy amateur. Tenemos dos escenarios, no hay dónde estudiarlo y no fue reconocido durante muchos años por la Academia de Cine. Entonces, ¿qué es vestuario? Nada. ¿Para efectos de este país? Nada”, declara Fernández.

La subestimación al trabajo de los vestuaristas llega al grado de que, cuando hay recortes de presupuesto en las producciones, ellos son los primeros en ser los afectados y que al finalizar las grabaciones difícilmente se conservan las prendas.

“En 2024 hicimos una exposición las nominadas al Ariel (de vestuario), pero como no se conservan los vestuarios, lo que hicimos fue poner fotos de cada una de las películas nominadas. Nadie lo conserva, lo tiran, lo donan, lo regalan o dejan que se llene de polilla en una caja”, detalla Fernández.

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Tras hacer este viaje de 50 años en el pasado, la también emérita de la Amacc considera que aún hay mucho trabajo por hacer para dar más visibilidad a su profesión, pues aunque dice que en la actualidad se le da más atención y hay una “proliferación” de personas que la ejercen, “seguimos siendo los últimos de la fila” de las producciones cinematográficas.

“No somos protagonistas, somos parte de una cadena que ayuda a contar la historia. Pero si no está esa parte, si la gente no está vestida adecuadamente, no te cuenta la historia. Seguimos sin que nos reconozcan tanto. Yo no me puedo quejar, yo he sido muy favorecida con algunos reconocimientos, pero no es eso, es el entendimiento de lo que es el trabajo. Por eso es muy importante revisar este libro, que lo que creo que también hace es que le brinda ese reconocimiento a todos los que no (lo tuvieron)”, concluye Fernández.

Lozano espera que el libro dé pie a más investigación sobre el tema para completar la línea temporal y cautivar al público: “La idea es generar una conciencia de que el vestuario cinematográfico es un objeto cultural que se debe conservar, se debe estudiar y se debe difundir. Si generamos interés en alguien, ya nos damos por bien servidos”.

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