Para Gente Grande fue uno de los programas de divulgación cultural que ideó Ricardo Rocha en la televisión privada (además de En vivo y Animal nocturno) en los 80, que se transmitía a altas horas de la noche con entrevistas memorables y secciones diversas como la de Héctor Anaya sobre curiosidades del lenguaje. A lo largo del tiempo tuve la oportunidad de que Rocha me entrevistara después de la publicación de mis libros. Con el más reciente, Últimos días de mis padres, me hizo una entrevista con comentarios muy emotivos, quizás porque la pérdida de los padres es un asunto que nos compete a todos en un momento de la vida. No pensaba entonces que el periodista de larga carrera, cuya columna leía puntual en este diario que compartimos, dejaría de estar en nuestro escenario pronto. Me gustaba la frontalidad con que analizaba las acciones del actual gobierno y actitudes del mandatario, su reclamo venía de una larga experiencia de vida y cambios políticos en un país con una democracia demasiado tierna.
Un día en los 90, después de asistir a un programa de radio invitada por Federico Reyes Heroles, Rocha, quien era era director de Radiópolis, me dijo que tenía buena voz para radio. Nunca lo había pensado y me sorprendió. Su comentario fue oportuno porque yo estaba desempleada (los escritores lo estamos en muchas ocasiones) y añadió: Vamos a lanzar un programa de radio alrededor de la ciencia y necesito una voz de mujer. Le comenté que yo también venía de la ciencia, y aunque la experiencia radiofónica que no conocía me imponía, dije que sí. Lo que no dije en su momento o en cada ocasión en que Ricardo Rocha después me entrevistó con mis libros es que le agradecía enormemente la oportunidad de saborear el espacio de la radio. El programa con Mario Méndez Acosta y Mauricio José Schwartz se llamó Muy interesante. Comenzó transmitiéndose por la XEW y duraba una hora, pero luego duró dos, después estuvimos en la XEB y nos escuchaban en todo el país. Invitamos a investigadores de diferentes áreas, especialistas en arácnidos o astrofísicos y decíamos que ayudábamos a resolver tareas. Nos llegaban muchas preguntas, pues era en vivo. Al principio yo intervenía poco en un medio donde no puedes quedarte en silencio, luego aprendí a entreverar mi voz entre dos entendidos y entrenados a usar el micrófono en la cabina de radio. Aprendí de ambos y fui disfrutando esa magia de lo que se construye sólo con la palabra, esa sensación de no ver a nadie y sin embargo tener la responsabilidad de que te escuchen muchos. Nunca he sentido más hambre que cuando acababa el programa: el cerebro tenía que hacer una gimnasia de velocidad y precisión que no conocía hasta entonces.
Gracias a Rocha me gustó el radio y cuando se acabó el programa tuve otro de entrevistas en IMER que llamé Palabras al oído y luego otro en Código DF por Internet, invitada por Verónica Ortiz. Cuando alguien nos da la oportunidad de una experiencia distinta, uno reconoce lo extraordinario del hecho. Es como si en la vida fuéramos saltando de liana en liana, a veces con una coordinación que nos permite la continuidad, a veces cayéndonos. Sucede que nos gana el vaivén y faltó comentarle al amigo y periodista cómo la radio se añadió a mi camino y cómo sigo pensando que es un medio maravilloso. Ricardo Rocha, gracias, descansa en paz.