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En un tiempo en que la gente no pide autógrafos sino selfies, el historiador del arte y conservador brasileño Pedro Corrêa do Lago ha reunido durante medio siglo una colección de manuscritos, fotografías firmadas o con anotaciones, cartas, partituras, dibujos, recortables y notas, que comprende nueve siglos y que abarca distintas disciplinas del arte, así como ciencia e historia.
Para la muestra, esta decena de ejemplos: una carta de Mozart a su padre; un autorretrato fotográfico dedicado de Allen Gingsberg; el único manuscrito conocido de “La biblioteca de Babel” de Jorge Luis Borges; una fotografía firmada y dedicada por Emiliano Zapata; un documento firmado por Ricardo III; una carta autógrafa de Vincent van Gogh donde enumera los muebles de su dormitorio en Arlés; un dibujo a pluma y tinta de Miguel Ángel; una carta de Hemingway a su padre; una fotografía de 1965 de los Beatles firmada por los cuatro músicos; una fotografía de la pintura El cuadro, de Frida Kahlo, coloreada a mano y dedicada por ella.
Son 140 ejemplos de la colección los que se reúnen en el libro La Magia del Manuscrito. Colección Pedro Corrêa do Lago (The Magic of Handwriting), editado por Taschen, con textos de la conservadora y especialista en manuscritos Christine Nelson, del propio Corrêa do Lago, del artista brasileño Vik Muniz y del especialista Declan Kiely, entre otros. Editada en seis idiomas, la obra acaba de aparecer en español y se publicó tras una exposición en la Morgan Library and Museum de Nueva York, que fue visitada por más de 70 mil personas.
La colección de Pedro Corrêa do Lago está formada por más de cien mil piezas, que conserva en su casa de São Paulo, y que a su vez se dividen en una colección luso-brasileña y una internacional que corresponde a 35% de las piezas.
En entrevista telefónica, Corrêa do Lago habla de esa pasión por los manuscritos y documentos: “Es un privilegio tener entre mis manos en cualquier momento una pieza, un rastro, que quedó de una gran presencia del pasado. Es el contacto más directo que uno puede tener con estas personas que murieron mucho antes de que naciéramos. Se establece un vínculo medio misterioso, queda una especie de energía. Sientes, un poco, como que la carta te fuera destinada, aunque nadie pensaba en ti al escribirla. Tengo conciencia a los 61 años de que soy solo un detector provisional de todo eso”.
Corrêa do Lago no tiene una colección especializada en un solo tema, sino que ha buscado conformar un panorama que comprende literatura, ciencia, arte, música, historia, en un periodo de nueve siglos. Así, entre su colección figura desde un pergamino de 1153 con la rúbrica de cuatro papas, hasta una portada de Breve historia del tiempo, con la firma con la huella del pulgar de Stephen Hawking, de 2006. “Son sumamente raras las de los contemporáneos; siempre digo que una carta de Steve Jobs vale más que un carta de Lincoln”, asegura.
La colección incluye también una carta de Lucrecia Borgia, un boceto de Jean Cocteau, manuscritos de Marcel Proust, documentos de Napoleón Bonaparte y unos apuntes de Fidel Castro, el Che Guevara y otros revolucionarios.
El editor y coleccionista comenta que lo que lo lleva a coleccionar es la ilusión de conseguir piezas importantes, de acercarse a personas que ha leído, oído, admirado. “Creo que el gran placer de mi vida ha sido la adquisición del conocimiento y esta es una manera de investigar cosas un poco íntimas, más precisas de la vida de la gente”.
A los 12 años, Corrêa do Lago comenzó a mandar cartas a desconocidos para pedirles autógrafos. Una de esas peticiones que hizo, relata en el libro su amigo Vik Muniz, fue para Eugène Ionesco, quien le respondió: “Querido Pedro Corrêa do Lago, nunca envío autógrafos. Eugène Ionesco”.
Pero el inicio de esta pasión, dice Corrêa do Lago, tiene poco que ver con lo que hoy hace que es adquirir, comprar o canjear en remates y subastas. La forma de adquirir no es el único cambio en su vida como coleccionista, cada vez se ha enfocado más en la búsqueda de un contenido.
“Lo que hace atractivo, la importancia, de esas cosas es el contenido, una foto, por ejemplo la de Zapata, dice mucho sobre México, sobre la Revolución; la de Cortés tiene un contenido quizás menos importante, rutinario, pero típica de su autoritarismo; tengo una carta de Maximiliano de su puño y letra, escrita en Querétaro, en la fortaleza, la víspera de su ejecución; les escribe un agradecimiento a otros generales detenidos que también iban a ser ejecutados. Naturalmente, una carta escrita en un momento tan dramático adquiere una importancia mayor”.
La de Emiliano Zapata —que aparece en el libro— es una fotografía firmada, dedicada a Domingo Arenas Pérez; había sido tomada por Heliodoro J. Gutiérrez, en 1914, y en ella se lee: “Dedico el presente al general Domingo Arenas / Tlaltizapan, 12 de noviembre de 1915/ Emiliano Zapata”.
Detalles ocultos
Pedro Corrêa do Lago reconoce que muchas veces hay un contenido oculto, algo que parece sin importancia pero que con el tiempo cobra una relevancia enorme: “Por ejemplo, la carta de Paul Gauguin; dice que tuvo que cambiar sus planes porque se iba a quedar un año en el sur de Francia pintando con otro amigo pintor, pero que lamentablemente este amigo se puso loco, furioso, y que temió por su vida… Es obvio que es Gauguin hablando de Van Gogh...”
Si bien en el libro se cuentan algunos detalles de cómo llegó a sus manos determinada pieza, los textos privilegian con detalle el contexto en que se hizo la pieza.
Aunque son cien mil las piezas, el coleccionista se dice más cercano a veinte o treinta mil de éstas. “Yo tendría que estar en un hospicio de alineados porque no se puede establecer una relación real con cien mil piezas”.
El coleccionista dice que mantiene la adquisición y que la está mejorando siempre, aunque ya de una manera menos intensa: “Para gente fundamental como Napoleón, Einstein, Freud, Picasso, ya tengo cosas pero sigo comprando. Tengo algunos conjuntos con los que se podrían hacer exposiciones: Napoleón, Toulouse-Lautrec, Marcel Proust. Presté al MoMA muchas cosas de la Frida Kahlo de Brasil, Tarcila de Amaral. Es un placer muy grande compartir”.
El título del libro no usa la palabra autógrafo para no ser reduccionistas y abarcar más opciones de documentos; se basa en la cita de Stephan Zweig, acerca de la magia del manuscrito. “Zweig quería hablar de la magia del manuscrito físico que tenía entre sus manos y que lo hacía soñar. Esta colección es un placer permanente, el placer de descubrirla, pensar si podré comprar una pieza o no; luego, estudiarla, descubrir aspectos que no eran visibles al primer examen, prestarla, publicar”.
Para el editor, justamente la clave es que estos archivos sean tema de estudio, por eso no cuestiona que en el caso de América Latina muchos archivos salgan de sus países de origen porque lo importante para él es que se conserven y difundan:
“Lo único que no puedes hacer es no compartir. Es muy bueno que estos archivos sean codiciados, lo lamentable es que no sean estudiados, en mi país pasa mucho eso con archivos históricos. No hay nada mas triste que un archivo muerto”.
Pedro Corrêa do Lago reconoce que uno de los mayores cambios en el mundo actual es que la gente escribe menos a mano. “No quiere decir que la afición por los más antiguos no siga, pero hoy nadie pide un autógrafo, la gente pide una selfie. Ahora es más fuerte tu imagen al lado de alguien, cuando antes era la escritura”.
El editor, quien con su esposa Bia creó la editorial de arte Capivara, se refiere también al mercado de manuscritos y estos materiales: “Es un mercado que se ha vuelto mucho más internacional; hay cosas que no aparecen por toda una generación. Hoy, aunque tengas mucha plata no hay Galileos ni Erasmus, hace más de 40 años no hay en el mercado abierto una Biblia de Gutenberg”.