La historia del (Av. México 187, Hipódromo), uno de los más representativos de la Condesa, puede leerse como un caso excepcional entre las rehabilitaciones posteriores al sismo del . Muestra de las dificultades y los viacrucis burocráticos en los inmuebles colapsados o con afectaciones, el Basurto, construido en la década de 1940 por el arquitecto Francisco J. Serrano, está catalogado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura ( ) y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) como Patrimonio Artístico; en otras palabras, es un inmueble relevante del siglo XX mexicano.

En 2015, los inquilinos contrataron al despacho de ingenieros Colina del Buen para revisar el Basurto; en la azotea, por ejemplo, se retiraron tinacos que habrían provocado un efecto de péndulo invertido durante el sismo. Decisión que quizá redujo las afectaciones del 19 de septiembre, cuenta en entrevista la arquitecta Paloma Vera, quien trabajó junto a su colega Pablo Rivera en el Proyecto de Rehabilitación del edificio; tras el sismo, los muros y algunas trabes presentaron fisuras.

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Además del Basurto, la subdirectora general de Patrimonio Artístico Inmueble del INBAL, Dolores Martínez Orralde , precisa los casos de gravedad en la Roma y la Condesa: en la construcción más lograda de José Luis Mariano Benlliure, el Conjunto Aristos, en Insurgentes y Tlaxcala, ”colapsó una losa en una terraza, elemento agregado a la arquitectura original”; la demolición de una casa naranja en Ámsterdam 32, la cual colindaba con un edificio más alto que, al moverse, la jaló hasta colapsar, y la Representación del Gobierno de Quintana Roo (Av. Álvaro Obregón 161, Roma), casona con fisuras en sus muros interiores. En toda la ciudad, abunda, hubo alrededor de 40 inmuebles patrimoniales afectados.

Sobre los proyectos patrimoniales sin concluir, Orralde cuenta que son tres de índole privada, atendidos con los recursos de los propietarios: Chihuahua 95, cuyo proyecto de restitución está en proceso; Popocatépetl 46, en la misma situación y con daños por su colindancia con otro edificio, y Nuevo León 48, con un proyecto de restitución y reestructuración en proceso. Además del ya mencionado Ámsterdam 32, con apoyo del gobierno de la ciudad.

“El patrimonio respondió bien al sismo. Las afectaciones se debieron a edificios colindantes, construidos en los 60 y 70, que no atendían al tipo de suelo ni a la mejora de normas técnicas”, señala. Pero el Basurto muestra otra cara de los daños patrimoniales: de sus 42 inquilinos, seis son arquitectos; después del 19-S, sus habitantes entraron en contacto de inmediato con el INBAL para iniciar la rehabilitación, además de que costearon el proyecto. Aún con las aparentes ventajas, pudieron habitarlo hasta junio de 2021, casi cuatro años después. Tan sólo los permisos para poner un tapial —bloque de madera que separa al peatón de la construcción— tardaron seis meses. “Se nos dijo que los procesos serían rápidos, que serían prioritarios”.

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El viacrucis burocrático, afirma Vera, empezó desde que el gobierno no tenía asesorías preparadas para estos casos. “No se centralizó todo en una sola institución, tuvimos que picar piedra, enfrentar la desinformación”. A pesar de que la Comisión de la Reconstrucción del Gobierno de la Ciudad de México los apoyó con 20% del recurso del proyecto de rehabilitación, los vecinos estuvieron en una “condición de fragilidad económica brutal”; hipotecaron propiedades y buscaron otros esquemas de financiamiento no gubernamentales.}

"Era nuestra casa, nos dimos cuenta de que lo teníamos que hacer sí o sí", recalca y dice que comprende por qué aún hay edificios sin reconstruir.

“A la gente no le alcanza. En muchos casos no pueden organizarse porque tres quieren que el gobierno pague todo, tres más pueden costearlo y otros tres no tienen dinero”. Mientras que plantea un escenario de los edificios demolidos: propietarios de un departamento de, por ejemplo, 100 metros cuadrados, que terminaron con uno de 60 metros debido al alza inmobiliaria.

Otro escenario recapitulado por Vera, quien actualmente escribe un libro sobre la historia del Basurto, es el de las construcciones con valor contextual que no cuentan con el registro patrimonial. “A veces el inmueble está deteriorado o no tiene gran valor, pero si se quiere construir un segundo piso, no está permitido”. Algo sobre lo que Martínez Orralde complementa que todos los edificios patrimoniales están catalogados: “Los inmuebles no catalogados carecen de elementos estéticos relevantes, por lo que no están en la relación del INBAL”, afirma la arquitecta.


Las lecciones del 19S

A cinco años del sismo, las lecciones que quedan para Orralde son la importancia de una buena comunicación y organización entre instituciones y sociedad civil; y seguir la reglamentación de normas técnicas en el caso específico de los inmuebles que colindan con edificios patrimoniales. Además de que todos los sismos son distintos, “un ingrediente adicional”.

Bastaría recordar, complementa Renato Berrón, director general del Instituto para la Seguridad de las Construcciones de la Ciudad de México, que la Roma no tuvo la misma suerte en el sismo de 1985 y en el de 2017. Otro aprendizaje, dice el funcionario, es el mantenimiento y la conservación de los edificios construidos antes de 1985, que abundan en la Roma y la Condesa y “son el Talón de Aquiles de la Ciudad de México”. Los edificios construidos con el reglamento posterior al sismo del 85 “se comportaron bien, en general; el problema fue con las construcciones anteriores, debemos avocarnos a ellas”, concluye.


Datos generales

Entre los edificios catalogados y no catalogados, Berrón afirma que en la Roma y Condesa hubo alrededor de 10 colapsos y 60 con daños graves. “La gran mayoría de lo que tuvo daños fueron inmuebles habitacionales construidos principalmente en los años 40, 50 y 60”, y recordó el habitacional que colapsó en Ámsterdam y Sonora. En la Roma y la Condesa, puntualiza, hay un 15 % de edificios que aún no terminan de ser rehabilitados o reconstruidos.

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