CUERNAVACA, Mor.- En los últimos meses el escultor, autor de "La Paloma de la paz", insistió en que quería plasmar una obra en referencia al infinito, pero nunca enseñó algún boceto y entonces sus colaboradores entendieron que estaba en la preparación de su vuelo efímero, de su existencia en este plano para ser parte de la luz  y vida eterna, narró Daniel Padilla, uno de sus trabajadores, durante el homenaje de cuerpo presente del escultor, que falleció ayer a los 81 años de edad.

Su féretro fue colocado en medio del Museo de la Ciudad de Cuernavaca, cobijado por amigos, familiares, servidores públicos y trabajadores del escultor de la Paloma de la Paz, cuya obra recibe y despide a los visitantes de la Ciudad de la Eterna Primavera.

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Padilla, uno de sus cercanos colaboradores, contó que los últimos años, meses y días del maestro Contreras, oriundo del estado de Jalisco, los dedicó a la purificación y sanación de su propia alma y a la relación intrínseca de lo que significaba vivir con su familia, y ayer emprendió el vuelo para ser guardián de muchas vidas que quedan en la tierra.

Su sobrino, Víctor Trujillo, refirió que Víctor Manuel Contreras logró recolectar una familia espiritual muy grande, porque a cada uno de sus conocidos los consideraba parte de su familia, como hijos, hermanos y sobrinos.

A parte de su labor como artista, como ser humano, tenía otra labor que fue la de ser un sembrador, abundó.

Ilse Peralta quien trabajó con el escultor de obras como "La madre y el Niño", ubicado en la colonia El Calvario; y “Quetzalcóatl" en la avenida Río Mayo de la colonia Vista Hermosa, en Cuernavaca, dijo que lo recordará como una persona humilde pero también era perfeccionista con sus trabajos y siempre motivó a los demás a ser mejores en sus actividades diarias.

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"Era muy humilde, nos quiso como hijos, nietos y hermanos y tengo la dicha de que mi tío estuvo trabajando con él en las obras y gracias a él lo pude conocer; es algo de lo que me siento orgullosa”, indicó.

En su intervención el alcalde de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado hizo referencia a diversas obras del maestro que, dijo, han dado lustre a la ciudad.

"Recordamos lo que él decía, 'la Paloma de la paz es como unos brazos abiertos a quienes llegan, para darles la bienvenida a Cuernavaca y al mismo tiempo a quienes se van los despide, esperando que regresen'", recordó.

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