Hay en América Latina una tradición revolucionaria que marcó el siglo XX como el siglo de las revoluciones, un territorio que en las últimas décadas ha estado determinado por las izquierdas tomando el poder por la vía democrática, desde la llegada de Hugo Chávez en Venezuela hasta la de en México; sin embargo, esos sistemas han reproducido métodos autoritarios en diversos países, asegura el historiador de origen cubano residente en México, .

A propósito de la publicación de su libro El árbol de las revoluciones. Ideas y poder en América Latina (Turner Noema, 2021), el profesor-investigador de El Colegio de México repasa las revoluciones latinoamericanas del siglo XX, desde la Revolución Mexicana en 1910 hasta la revolución sandinista en 1979, y llega al presente; da cuenta de los problemas de inseguridad que son problemáticas comunes en las naciones latinoamericanas, como consecuencia, afirma, de las prácticas violentas que vivimos, pero también apunta un nuevo elemento de identificación a nivel continental, que son las que él llama “las fragilidades de la democracia”.

En entrevista con , el autor de varios libros sobre la historia intelectual y política de México, Cuba y América Latina, que ha recibido premios como el Matías Romero de Historia Diplomática en 1999, el Anagrama de Ensayo 2006 y el Isabel de Polanco de Ensayo en 2009, y ha sido profesor invitado en las universidades de Princeton, Yale, Columbia y Austin, asegura que el gobierno de López Obrador no es un proyecto político ajeno a los problemas del ascenso del autoritarismo que estamos viviendo en toda América Latina, en el que es constante la confrontación con la sociedad civil, los intelectuales y las instituciones.

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¿América es un continente de revoluciones en el siglo XX, pero con los mismos pendientes en este siglo XXI?

A veces son los problemas y las dificultades los que nos identifican porque son parecidos y nosotros estamos enfrentando todo el tiempo estos brotes de violencia de muy distinto tipo, y estos rebrotes del racismo, de machismo, de exclusión, de la xenofobia; nos enfrentamos a grandes problemas de inseguridad como consecuencia de este repertorio tan amplio de prácticas violentas que estamos viviendo.

¿Causas comunes que no nos llevan a soluciones comunes?

Creo que también hay algo que sería un nuevo elemento de identificación a nivel continental: que son estas fragilidades de la democracia. La democracia es muy reciente, si acaso tiene 30 años o un poquito más. En los años 80 se extendieron los procesos de transición a la democracia prácticamente en toda la región, y en los años 90 es que empiezan a instalarse más o menos esos sistemas; o sea, estamos hablando de tres décadas o un poco más de historia democrática. Esa condición de democracias jóvenes, precarias, frágiles e inestables identifica a la región, con problemas comunes también que tienen que ver con estas fallas estructuradas.

En esa historia, ¿cómo está México con el presidente Andrés Manuel López Obrador y su llamada Cuarta Transformación?

Es uno de los proyectos más visibles de la izquierda gobernante en América Latina la que encabeza Andrés Manuel López Obrador, tal vez junto con el gobierno de Alberto Fernández en Argentina y el de Luis Arce en Bolivia, yo digo que son como nuevas facetas o nuevas modalidades de las izquierdas regionales porque creo que los tres gobiernos se despegan un poco de la hegemonía y el protagonismo de la izquierda bolivariana inmediatamente anterior. Son gobiernos que están tratando de preservar la institucionalidad y la legalidad democrática y al mismo tiempo tratan de dar cuenta de los grandes pendientes estructurales que tiene la región. Específicamente, el gobierno de López Obrador no es un proyecto político ajeno a los problemas del ascenso del autoritarismo que estamos viviendo en toda América Latina, con sus peculiaridades. Eso es algo que percibimos todos los días y yo creo que todavía sin abandonar el canon democrático predominante en la región.

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¿Sin embargo tiene ataques constantes a las instituciones democráticas?

Muy constantes, hay una tensión entre la sociedad civil y esas instituciones de la democracia que son construcciones previas al actual gobierno y esa resistencia y esa pugna por el poder público en resumidas cuentas en el México de hoy también habla de la salud de la democracia; habla de la presencia de algunos flancos de ascenso del autoritarismo regional que vemos en todos lados, pero al mismo tiempo de la capacidad de resistencia de la sociedad civil y de las instituciones.

¿La desigualdad, pobreza y marginación son aún los grandes pendientes en AL?

En el siglo XXI ya no tenemos situaciones revolucionarias como las que fueron predominantes y muy diversas en el siglo XX, pero muchas de las condiciones que provocaron los estallidos revolucionarios siguen existiendo hoy. Tienen que ver sí, con la desigualdad, la pobreza, la relegación o la marginación de amplios sectores de la sociedad, no sólo de los beneficios materiales, los derechos sociales y económicos sino muchas veces la exclusión de la vida pública misma, y la necesidad de justicia social siempre está en la raíz de la mayoría de los movimientos revolucionarios que yo estudio.

Revisa las revoluciones y a los líderes revolucio-narios, pero también a los ideólogos.

Mi estudio se fija mucho en el lenguaje político de los actores de cada época y algo que me llamó la atención fue encontrar que el concepto de justicia social está muy presente en la Constitución de Querétaro y en la Convención de Aguascalientes, en México, lo mismo que en el peronismo argentino o el varguismo brasileño. La justicia social está ahí en el eje y va a ser ese concepto central en otros proyectos revolucionarios que yo asocio con lo que llamó “populismo cívicos”, como el de Jorge Eliécer Gaitán, del Partido Liberal Colombiano a finales de los años 40 y más o menos en la misma época el de Eduardo Chibás, en Cuba, que fue en buena medida el mentor del joven Fidel Castro antes de que se convirtiera Fidel en el líder fundamental de la revolución.

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¿Pasamos la revolución para entrar a los procesos democráticos?

Los problemas estructurales de América Latina que hicieron estallar las revoluciones del siglo XX persisten en el siglo XXI: la pobreza, la desigualdad, la exclusión, más otras formas que siempre han estado ahí y que se han vuelto más visibles en nuestros días, como el racismo, el machismo, la xenofobia, todo eso sigue tan instalado institucionalmente en nuestros sistemas en toda América Latina, lo notable es que tengamos todo ese conjunto de causas para un estallido social que al final no se produce. Se producen estallidos sociales pero no dan forma a revoluciones en el sentido latinoamericano del siglo XX, sigue apelándose más bien a los cauces democráticos para conducir los cambios aunque, en efecto, siguen estando ahí los movimientos sociales muy protagónicos y estos estallidos sociales que estamos viendo en toda América Latina demuestran que sigue habiendo una serie de pendientes graves de la democracia que se acumula y que estallan por diversas vías de contestación o de disidencia al sistema, y al mismo tiempo seguimos viviendo en una región sumamente violenta, pero la violencia ya no es fundamentalmente la violencia revolucionaria, es una violencia popular social y muchas veces una violencia criminal.

El libro

Rafael Rojas: "América latina vive un ascenso de autoritarismo"
Rafael Rojas: "América latina vive un ascenso de autoritarismo"

Frases

"Ya no hay situaciones revolucionarias como las que fueron predominantes en el siglo XX, pero muchas de las condiciones que provocaron los estallidos revolucionarios aún existen”.

"Estos estallidos sociales que estamos viendo en toda América Latina demuestran que sigue habiendo una serie de pendientes graves de la democracia”.