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Hoy el principal atractivo de los teléfonos celulares es la cámara que posee. Esto ha llevado a que todos experimentemos con la fotografía y redes sociales como Instagram impulsaron a que la vida girara en torno a obtener la mejor fotografía. Esto ha llevado a que profesionales de la fotografía se debatan sobre quiénes sí son fotógrafos, quiénes no y el tema de la democratización de la fotografía.
Sin embargo, esta discusión se viene desarrollando desde hace 100 años. En 1923, en un artículo de “El Universal Ilustrado” se clasificaba a los tipos de aficionados a la fotografía y cómo no eran equiparables con aquellos artistas que se dedicaban a la imagen.
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La fotografía al alcance de todos
7 de junio de 1923
Barón Delmeyer
Pronto hará cien años que por primera vez se fijaron sobre una placa de cobre imágenes de la Naturaleza. De entonces, acá los progresos de la fotografía han sido tan rápidos y continuos que en la generación actual muy pocos serán los que alguna vez tan siquiera no se hayan sentido tentados de ensayar y practicar tan bello arte.
En efecto, diariamente podemos comprobar que la afición por retener las imágenes que percibe nuestra vista va en aumento. Es más, cuando tropezamos por calles y paseos con aficionados de todas edades que portan, unos, costosas cámaras guardadas en ricos estuches, otros, modestos aparatos de cajón o populares plegadizos de película, que ostentan unos y otros con mal disimulado orgullo, todos les dirigimos una mirada de simpatía y no pocas veces de envidia, si creemos descubrir un aparato costoso y complicado que se nos figura será de los “que retratan solos”. Y es en realidad el arte de Daguerre y Nieppe es siempre cautivante y admirable.
En nuestro país, muy a pesar de ser cada día mayor el número de aficionados, éstos carecen, en la mayor parte de los casos, de los conocimientos necesarios para perfeccionar los que ya tienen y adquirir nuevos que les hagan descubrir los múltiples encantos estéticos y de procedimiento y manejo del lenguaje para expresar atinadamente las ideas que se emiten, en fotografía es indispensable el dominio de la técnica para obtener producciones aceptables: que no basta poseer un gusto refinado y trabajar con material perfecto sino emplearlos con la hábil atingencia que dan los conocimientos.
Sin embargo, designar con el nombre de aficionados a todos los que sin ser profesionales se dedican a la fotografía es cometer una notoria injusticia, pues aunque a todos se les llame así, hay varias clases de aficionados.
El primer término haremos figurar a los que ignorándolo todo, menos accionar el disparador, se conforman con lo que salga y se tiene por muy satisfechos con obtener de vez en cuando resultados medianos sin meterse a averiguar tan siquiera el por qué. Estos, como se comprenderá, no merecen el título de aficionados sino de desacreditadores del arte fotográfico, y de ellos no vale la pena ocuparse.
Vienen después los que, habiendo estudiado un poco, se interesan por los secretos de la fotografía y son lo bastante inteligentes para suponer que la cámara por sí sola no produce obras de algún mérito si no es bajo el hábil manejo del operador, que debe conocer todos los factores que determinan y hacen una buena fotografía.
La tercera clase de aficionados, muy poco numerosa desgraciadamente, es la que posee la instrucción técnica suficiente para conocer la importancia de una exposición exacta y la composición y efectos de un revelador, etc.
Esta clase es la que se instruye en la lectura de tratados especiales, muy escasos en nuestro idioma o, si sus conocimientos de lenguas extranjeras se lo permiten, de periódicos fotográficos, que entre nosotros casi se desconocen.
Podemos observar, en cambio, que muchos de los que se creen aficionados califican de fastidiosos y complicados los estudios necesarios para llegar al dominio de los secretos de la fotografía.
Esta es una opinión absolutamente errónea y que sólo pueden permitirse los ignorantes. Debe saberse que no es indispensable un trabajo intenso para asimilar los principios fundamentales de este arte, ni son necesarios engorrosos cálculos para determinar el tiempo de exposición ni conocimientos profundos de química para preparar un baño, cualquiera que éste sea.
Basta un conocimiento general de estas cuestiones y la suficiente dosis de buen sentido y de amor a la fotografía para llegar a poseer un conjunto suficiente de saber que permita considerarla como un arte fácil y sencillo; adquiriendo esa seguridad absoluta de las manipulaciones de la cual muchas veces el aficionado ignorante se jacta de tener aun antes de adquirir su cámara.
Pero no debemos olvidar que aunque el conocimiento de la técnica fotográfica es indispensable, por sí solo es insuficiente para que el verdadero encuentre en la fotografía un positivo placer estético.
Así como antes dijimos que el buen gusto sin la técnica vale bien poco, ésta sin aquél convierte a la fotografía en un vulgar instrumento de copia.
Sin duda que es interesante tener a la mano un procedimiento sencillo que permita muy fácilmente fijar las imágenes que querramos conservar, sin tener ningún conocimiento de las Bellas Artes; pero a la fotografía debe permitírsele algo más y colocarla, si no a la altura de éstas, si en el plano que corresponde a todo arte de interpretación. Porque también en fotografía cuando se siente con el alma de artista y se sabe interpretar lo que se siente, puede decirse que se ha creado una obra artística, aun cuando para ello se haya valido el operador de un proceso mecánico.
En nuestro medio, tan precario para el desarrollo de las Bellas Artes, la fotografía es un recurso valioso para todos aquellos que sienten amor por lo bello y no tienen más medio de expresión que la cámara y un inteligente empleo de los procedimientos.
Así pues, en esta serie de artículos dedicados a la fotografía de los aficionados encontrarán una guía, no para llegar a ser artistas, porque para esto no hay tratados posibles, pero sí las indicaciones necesarias a fin de alcanzar el dominio de la técnica y los conocimientos de interpretación modernos, que han convertido a la fotografía en un arte admirable y digno de ser admirado.
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melc