Amigos queridos de, como Christopher Domínguez Michael, Adolfo Castañón, , Malva Flores y Emiliano Delgadillo despiden al poeta que iluminó con su poesía el mundo.

Christopher Domínguez Michael

“David Huerta era, desde hace lustros, el gran poeta de México y uno de los poetas más complejos y finos de la lengua española. Fuimos amigos durante cuarenta años, casi familia. Un día horroroso este 3 de octubre”.

Adolfo Castañón

“Con la partida tajante de David Huerta Bravo se desprende una rama fuerte de la poesía mexicana e hispanoamericana contemporánea. Su inteligencia como lector y su olfato para sentir de lejos las heridas de la 'piel azul del cielo', para citar a su imprescindible , lo llevaron a dar voz a los que no la tiene: ‘No hay lenguaje de la mirada: un balbuceo es’.

El motivo del balbuceo, del entrecortamiento de la voz, del asma y de la alternancia del aliento y del desaliento recorre como un nervio el sistema órfico de sus versos ensimismados.

“A esa condición del poeta que sólo puede decir su canción al que con él se va, ha de añadirse la de su temple de guía capaz de conducir a sus alumnos por las frondas de Góngora o de Neruda. A esas virtudes , añadía otras: las del Príncipe Valiente. Descanse en paz.”





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Mónica Lavín

“El valor de la obra de David es incuestionable, es un Premio Nacional de Literatura, pero además es un gran profesor, muy querido en muchísimos ámbitos por su capacidad de entusiasmar a los jóvenes hacia la literatura, somos colegas en la UACM, pero, sobre todo, es una excelentísima persona y un amigo fino y leal; además de colaborador en EL UNIVERSAL, nunca me lo perdía porque su espíritu crítico era fundamental para dialogar los tiempos que estamos viviendo y nos abría la puerta a la lectura de otros escritores. Queda un hueco del amigo, del escritor, de la generación a la que pertenecemos, que no se puede llenar”.

Malva Flores

Emiliano Delgadillo

“Quise a David Huerta como a un hermano. Fue mi maestro de poesía, que es la vida. Lo conocí en Filosofía y Letras de la UNAM, nos hicimos amigos en la UACM y trabajé con él en su casa (en la Nápoles) y en San Ildefonso. David siempre aspiró al bien, como dijo Boscán de Garcilaso, y me enseñó a escribir. Nos dejó un vacío y una encina: el vacío, su ausencia, la encina, sus poesías.

Con "El desprendimiento" (2021), nos anunció oblicuamente su partida... y su llegada a la Esqueria de Góngora. ¡Salve, poeta!”

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