Detrás del monolito del dios Xochipilli-Macuilxóchitl representado en una pieza en mármol jaspeado de poco más de 36 cm de alto, 9.14 cm de ancho, 9.19 cm de profundidad y 5 kg aproximadamente de peso que desde ayer se exhibe en el Museo del Templo Mayor dentro de la exposición El hallazgo de Xochipilli en el antiguo barrio de Santa María, Cuepopan, hay una historia en la que trabajan los expertos desde el 17 de julio de 2019 cuando fue hallada en la esquina que hacen las calles de Violeta y Galeana, en la colonia Guerrero.

No sólo se trata de una de las pocas representaciones conocidas de esta divinidad mexica ligada a las artes y las actividades lúdicas, cuya recuperación estuvo a cargo de los arqueólogos Daniel Santos Hipólito, Eder Arias Quiroz y Rafael III Lambarén Galeana, sino que hay varias interrogantes que buscan responder.

¿Cómo llegó hasta ese punto del antiguo barrio de Santa María, Cuepopan?, ¿las mutilaciones en nariz, pies, escudo y manos fue porque es una deidad “matada” o debido al proceso de arrastre, sedimentación y asolvamiento pues la calle de Violeta fue un canal navegable?, ¿fue traída de Xochimilco a Tenochtitlán?, y más aún ¿fue labrada por artesanos xochimilcas y no mexicas?

El arqueólogo Daniel Santos Hipólito asegura que como tal “la pieza más que de manos mexicas yo diría y con base en lo que nos comentó el doctor Emiliano Melgar, que es de manos xochimilcas. El doctor Emiliano nos comentaba que los artesanos mexicas trabajan con un cilindro de piedra y sobre él le van dando la forma, y aquí no, esta pieza es una especie de barrilito, es más abombada a los lados y sobre eso le van a comenzar a dar la forma”.

Por eso dice que cuando hallaron la pieza y comenzaron a hacerle estudios, hubo cierto escepticismo en tratar de corroborar que realmente fuera una escultura prehispánica, “y sí, se hicieron análisis con el microscopio electrónico de barrido y ahí se ve que hay huellas de manufactura en las cuales usaron obsidiana para darle la forma de la nariz, los dientes y el tocado, y que se usó arenisca, un polvo para ir desbastando la pieza y darle este acabado pulido, entonces sí se utilizaron técnicas prehispánicas”.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el arqueólogo Santos Hipólito recuerda cómo esta pieza fue hallada por el equipo de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH y que es la pieza central de la muestra que ayer fue inaugurada y que podrá verse hasta el 14 de febrero para luego pasar a formar parte de la colección permanente del Museo del Templo Mayor.

Santos recuerda que Sacmex (Sistema de Aguas de la Ciudad de México) estaba cambiando tuberías de drenaje y agua potable en esa zona cuando llegaron a ese cruce y comenzaron a trabajar a mano porque había ductos de alta tensión de CFE y no podían meter la maquinaria. En ese momento uno de los trabajadores se da cuenta de que hay una piedra muy rara e inmediatamente Eder Arias Quiroz bajó a esa zanja de entre 1.60 y 2.50 metros de profundidad, revisa la piedra, la saca y “al comenzarla a limpiar va saliendo la carita, la nariz, un brazo, un escudo y nos damos cuenta que era una escultura”.

Luego de hacer los perfiles estratigráficos y el resguardo la llevaron a las bodegas de Salvamento Arqueológico, la limpiaron y solicitaron la ayuda de un experto en lapidaría: Emiliano Melgar, “llama la atención que la pieza no encaja con el patrón de la escultura mexica, que es más cilíndrica, más tubular, esta pieza parece como si hubiera sido diseñada de otra manera, y efectivamente el doctor Emiliano Melgar cuando hace los análisis de las técnicas de manufactura, el tipo de materia prima, detecta que la escultura para empezar no era material de la cuenca de México sino de una región de Oaxaca, y que se fabrica en un taller lapidario posiblemente de la región de Xochimilco, e inferimos que de esa región va a llegar a Cuepopan, en Santa María La Redonda”, relata.

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