"”, se preguntaba la escritora Esther Seligson en 1996, cuando apareció “El libro del destino”, la novela del escritor y periodista . Durante aquella presentación, la autora de “Otros son los sueños”, agregó: “¿Es Dios el responsable del papel que nos toca representar en la vida que nos corresponde vivir entre el lapso que va del nacimiento a la muerte? ¿O no hay Dios, sino sólo un eterno juego de dados que el azar echa a su arbitrio sin ton ni son? ¿Cómo se urden las hebras que conforman ese tejido único --entreveramiento de libertad, predestinación, coincidencias, conjeturas, albures, fatalidad, suerte-- que constituye a cada ser humano?”.

Ese texto revelador es citado por el propio Pepe Gordon a propósito de la reedición actualizada de su novela que esta noche presentará con Alberto Ruy Sánchez, y que tendrá lectura dramatizada de Marisol Gasé y Jaime Tiktin, en la librería Rosario Castellanos del FCE, a las 19 horas, plantea que “Al igual que el amor, lo que atraviesa la novela es la fe implícita de que, pese a la apariencia de que Dios sí juega a los dados y de que el Mal se le escapa entre las manos para gobernar sin control el corazón de los hombres, la Misericordia Divina prevalece por encima del horror, el crimen, la injusticia (productos de la ignorancia humana)”.

En entrevista, Pepe Gordon asegura que la pregunta que acompaña esta reflexión que hay en su novela sobre el destino y su contracara que es el libre albedrío es: ¿qué pasaría si hay personas que de alguna manera tienen un tiempo perceptual distinto al que nosotros tenemos y se pueden escapar un poquito de los carretes de nuestra percepción limitada?, ¿podrían experimentar algo que está más allá de nuestros límites temporales?, ¿de alguna manera asomarse a las secuencias de la naturaleza?

Lee también:

“¿Qué hacemos ante el problema del destino y del libre albedrío? Te voy a dar una respuesta que encontré en el novelista Isaac Bachevis Singer, él decía que debemos creer en el libre albedrío, porque no hay de otra. Creer en el libre albedrío quiere decir apostar por él, y porque no hay de otra, quiere decir que estamos determinados tal vez a la libertad, si es que la podemos asumir una plena consciencia, con más memoria y con un registro más amplio y compasivo de la realidad”, afirma Gordon.

La novela, que relata la historia de Mijael y Heny; él, un hombre de ciencia, obstinado en buscarle una explicación a todo; ella, una talentosa estudiante de teatro, tras años viviendo juntos, vislumbran una separación. Deciden, pese a la incredulidad de Mijael, visitar a una astróloga y experta en artes adivinatorias, que entre viejos manuscritos y cartas celestes, les confirma que la ruptura es impostergable y Mijael pronto descubrirá que el destino tiene sus propias reglas.

Pepe Gordon echa mano de lecturas de poetas, pensadores y científicos, hace uso de saberes universales, pensamientos, ideologías y culturas en la búsqueda de abrir conciencias y mostrarnos más humanos y pensarnos más en el otro y vernos en el otro.

“De lo que estamos hablando justamente es de eso, de la posibilidad de descubrir otras miradas y darnos cuenta que, así como es de importante @, dice el narrador y periodista.

Afirma que en su vida ha tenido la posibilidad de platicar con grandes sabios del mundo de la ciencia occidental, premios Nobel, grandes investigadores e investigadoras, pero también conversar y conocer a grandes sabios de otras culturas, poetas, escritores y dramaturgos, que le han revelado otros mundos para tratar de desentrañar los ritmos y ciclos del tiempo y la forma en que van apareciendo las estrellas en el firmamento.

“Todo te abre la mirada a otras posibilidades y de lo que se trata al final del día, es justamente de eso, de explorarnos de una manera más profunda, ir más allá de los determinismos, porque no estamos hablando de fatalismos, si no estamos hablando de la posibilidad de precisamente entender lo que somos para poder ir más allá de lo que somos. Pero esto no puede partir de otra manera que no sea explorando nuestra historia, nuestra memoria y desde ahí tal vez un fluir otras posibilidades”, asegura.

En su novela, la madre de Mijael vivió de niña en el gueto de Varsovia, pero ella no puede contarle a su hijo esas tragedias enormes, porque, dice Gordon, a veces el tamaño del horror que vivimos hace que nunca hablemos de esa parte de la vida y lo que ocurre en los hijos de estas generaciones que han sufrido tragedias como la del Holocausto, es que no pueden dimensionar el horror, tienen sueños y pesadillas que ni siquiera conocen de dónde provienen.

“Justamente esta consulta que hacen reticentemente con una experta en artes adivinatorias, le abre al protagonista la posibilidad de inquirir sobre los destinos posibles y tratar de sondear lo que le pasó a su madre y lo que ocurre, entonces tiene que ver también con una reflexión relacionada con ¿qué hacemos con el dolor y el sufrimiento en nuestras vidas?. ¿cómo le hacemos para no perder la memoria, pero para no estar atados tampoco a esa tragedia?, porque si no estamos condenados de alguna manera a repetirla una y otra vez en las siguientes generaciones que quedan marcadas profundamente con este con esta con este sufrimiento”, señala Gordon.

Y recupera lo dicho por Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz, cuando apuntaba que lo importante no es lo que sufrimos, sino qué hacemos con ese sufrimiento para que otros no sufran, “¿cómo, sin perder la memoria, nos abrimos a otras posibilidades para precisamente escapar de la prisión de nuestros destinos y de los ciclos que se repiten una y otra vez? Este trabajo profundamente liberador es el que el protagonista de la novela acomete al tratar de abrirse a otras posibilidades de lecturas del mundo y de su propio mundo”, concluye el escritor.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.

melc

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios

Noticias según tus intereses