Esta es la primera generación de Libros de Texto Gratuitos (LTG) que implementa los códigos QR como recurso para complementar las clases de los estudiantes de primaria. Sin embargo, el gesto de innovación de la Secretaría de Educación Pública no se ejecuta con éxito.
De 1° a 6°, los libros tienen una abundante cantidad de códigos en sus páginas (por ejemplo, entre todos los de 1° suman 131, mientras que en los de 6° hay 137) y si bien los materiales tienden a dirigir a videos de “Aprendiendo en Casa”, que hizo la SEP a propósito de la pandemia; así como a sitios de dependencias del gobierno, como la Secretaría de Cultura, o a instituciones prestigiosas como la UNAM y UNESCO, hay una serie de códigos QR que dirigen a alumnos, maestros y padres de familia a contenidos que no fueron diseñados con fines pedagógicos.
De hecho hay códigos que presentan fallas.
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Por ejemplo, en la página 51 del libro Nuestros saberes, de 2º, se explica la diferencia que hay entre los hechos y las opiniones. La lección viene complementada con dos códigos QR y uno de ellos dirige a un video de YouTube de sólo 16 segundos en el que nada más se lee la definición de la palabra “hecho”.
En el libro Múltiples lenguajes, de 1º, hay una lección sobre artistas plásticos que hacen arte con flores, y se presenta a los estudiantes a artistas como Yayoi Kusama y se invita a escanear el código QR para conocer sus esculturas. La cuestión es que el enlace en vez de llevar al sitio oficial del Museo Yayoi Kusama o a algún otro museo que tenga imágenes de su obra, dirige a un artículo de 2021 que publicó el sitio Artnet News y que está escrito totalmente en inglés.
En libros de ese mismo grado escolar, que es cursado en promedio por niños de seis años, hay más códigos controversiales, como uno que lleva a un video sobre stop motion y cuyo audio está en inglés (página 9 de Nuestros saberes, de 1º). Otro envía a la grabación de un taller que presentan como conferencia de la plataforma Zoom de la Universidad de La Serena (Chile). La cuestión es que este material dura una hora y aunque el libro indica iniciar el video a partir del minuto 22, quedan 38 minutos en los que habría que retener la atención del niño (página 251 de Proyectos Comunitarios, 1º). Y otros dos códigos dirigen a descargar el archivo PDF de una edición de 2019 de los LTG, pues pide resolver ejercicios que ahí se plantean.
“El cuidado que se puso en la selección de los materiales QR deja mucho que desear. Como dijo Arriaga, esta es una gran área de oportunidad, pues valdría la pena que una vez más se revisaran los materiales”, dice Roberto Rodríguez, director del Programa Universitario de Estudios sobre Educación Superior de la UNAM.
Elizabeth Martínez Sánchez, jefa del departamento de Formación didáctica en uso de TIC de la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) de la UNAM, considera que la implementación de los códigos es una buena idea que no se aterrizó de forma correcta, pues los materiales incluidos no son apropiados para la edad de los niños y tampoco aportan. “No tienen ningún sentido didáctico, no aportan nada, si lo quitas no pasa nada”, dice la especialista, quien también considera que la implementación de los QR responde más a “una moda”.
“Es importante no dejarse llevar por las modas y esto parece una moda. Precisamente, a partir de la pandemia, en todos lados empezó a haber QR. Pareciera que todo mundo los sabe usar y aparte se ve como que ‘usamos tecnología’”, dice.
Aunque Martínez Sánchez señala que usar QR no es una novedad, pues se hace desde hace unos años en libros de educación privada, incluso en libros de menor grado escolar, la diferencia es que se usan con realidad aumentada.
Pero en esta generación de códigos QR hay algunos que dirigen a blogs o videos de YouTube que no son parte de instituciones, sino que son contenidos creados por usuarios comunes.
Martínez Sánchez dice que lo ideal habría sido diseñar contenidos digitales específicamente para los libros, pero que no es erróneo recurrir a contenidos de sitios externos —tampoco habría problemas de derechos de autor, pues se usan sólo con fines referenciales y no replica su contenido en el libro—. La problemática radica en la curaduría: “Todo mundo sabe que (los libros) se crearon al vapor, entonces se tomó lo que había. Lo que no está del todo bien es que seleccionaron material que no está diseñado para la población a la que va dirigida. Hay muchos blogs de países hispanohablantes que han trabajado la educación básica y tienen cosas muy bien hechas y didácticas, pero hacer ese trabajo de búsqueda y curaduría también lleva tiempo”, dice.
Además de contenido cuestionable para la educación primaria, los códigos QR de algunos de los libros presentan fallas. Por ejemplo, hay códigos cuyo contenido ya no existe (página 46 de Proyectos Comunitarios, de 1º, y página 72 de Nuestros saberes, 1º). Además, la mayoría de los QR de los libros de 6º se pueden leer con iPhone, pero no con celulares Android (se hizo la prueba con tres modelos con sistema operativo Android y cuatro con iOS).
Marina Kriscautzky, directora de Innovación en Tecnologías para la Educación de la DGTIC, ve positivo la inclusión de códigos QR porque impulsa la cultura digital y además es una buena solución para ampliar otras fuentes de información, pero indica que debió preverse que los contenidos podrían dejar de existir, y que se debieron usar fuentes más confiables, pero considera que corresponde a los maestros encontrar soluciones ante los QR y proponer otros materiales para complementar las clases.
El futuro de la brecha digital
La especialista en TIC, Elizabeth Martínez Sánchez, también señala que falta contexto en los códigos QR en los libros de 1º de primaria, pues no hay claridad sobre si se tiene que realizar alguna actividad en específico con respecto al contenido del QR. “Eso para un chico no es algo que le puede aportar, al contrario, se pierde entre la información”.
Esto cambia un poco hacia los libros de 6º, donde el libro ya se dirige directamente al alumno y le da indicaciones con respecto a los QR. Sin embargo, esta situación recuerda otra problemática: el libro asume que todos los estudiantes, profesores y padres cuentan con conexión a Internet y un dispositivo inteligente que lea los códigos.
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En la conferencia vespertina del pasado lunes sobre los libros de texto , Marx Arriaga, director general de Materiales Educativos de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, declaró que los LTG llegarán “hasta el último rincón” del país. Sin embargo, la misma Secretaría de Educación Pública señala que sólo el 29.8% de escuelas públicas de educación básica cuenta con Internet, como se reportó ayer en la nota titulada “Libros de texto con QR… pero sin Internet”, en la sección Nación de este diario.
Al respecto, el especialista Roberto Rodríguez recuerda que la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2022, del INEGI señala que en zonas rurales casi la mitad de la población (42%) tiene acceso a Internet, pero “una cosa es tener acceso y otra cosa es tener acceso de forma cotidiana a Internet”.
Martínez Sánchez dice que la brecha digital en la educación nacional difícilmente se cerrará, pues si bien puede hacerse que en todas las zonas rurales haya Internet y se provea de dispositivos, para cuando esto se logre, en las zonas urbanas ya estarán usando mejores recursos.
“Hay que evaluar a qué se le da más peso, a que los chicos aprendan bien aunque sin tecnología o invertir en tecnología, pero que reduzca el peso didáctico. Yo creo que la brecha digital no es algo que se pueda remediar a mediano o largo plazo, siempre estaremos en la búsqueda de reducirlo, porque las situaciones políticas y sociales pueden contrarrestar los avances que ya se habían hecho”, concluye la experta.