DOHA, Qatar. —Doha, un año después. La tumultuosa y multicultural hinchada mundialista ha desaparecido de las apacibles calles de la capital de Qatar, así como poco antes también se esfumaron las legiones de obreros que erigieron la infraestructura para el Mundial de Futbol de 2022. Incluso el calor extremo se ha ido en el inicio de un agradable invierno templado que los locales y foráneos aprovechan para sentarse en las terrazas o vagar por la capital de este emirato donde, tras el Mundial, hay mucho qué hacer y ver.
Con algunas semanas de retraso por los bombardeos de Israel a territorio palestino (un tema muy sensible en esta región y en esta ciudad donde se ha permitido instalar piezas de arte público que apoyan a Palestina y la libertad de Gaza), Qatar Museums, la agencia gubernamental que administra los principales espacios culturales del país, ha presentado a la prensa internacional el programa de exposiciones y actividades culturales de la temporada.
Después del Mundial, Qatar busca aprovechar su infraestructura y vastos recursos económicos procedentes de sus yacimientos de gas para continuar atrayendo visitantes de todo el mundo con propuestas independientes o en colaboración con instituciones como Los Angeles County Museum of Art y el Smithsonian's National Museum of Asian Art. El menú es variado y apetecible como un buen banquete árabe.
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El gran objeto del deseo
Qatar tiene una variedad de ricos y recientes museos, uno de sus más apreciados es el Museo de Arte Islámico (MIA), cuyo edificio minimalista inaugurado en 2008 a orillas de la bahía, diseñado por el arquitecto chino I.M. Pei, fue generosamente fotografiado durante la cobertura del Mundial de Futbol.
El MIA, que ya es un referente en la región y en el mundo por sus colecciones de arte islámico, en estos días ha abierto la muestra temporal Modelando un imperio: textiles del Irán safávida, que ilustra cómo la seda fue un objeto del deseo que movió la economía, la diplomacia, el estilo de vida, el arte y la existencia cotidiana de millones de personas en el territorio de lo que hoy conocemos como Irán, con un impacto también desde Europa hasta Tailandia, entre los siglos XVI y XVIII.
Para entender la exposición, un poco de historia de Medio Oriente: la safávida fue la dinastía persa que logró unificar lo que hoy es Irán y ésta pudo crear un imperio que rivalizó con el otomano y con otras potencias regionales, entre 1501 y 1736. En su etapa dorada, con la ciudad de Isfahán como capital, el Imperio safávida se convirtió en un territorio estratégico de la ruta de la seda e hizo del monopolio del comercio de textiles, de la seda y de las codiciadas alfombras persas uno de los pilares de su economía, en gran parte por sus exportaciones al Imperio británico y al portugués.
Los más de 100 objetos incluidos en esta muestra del MIA son evidencia de ese esplendor. Según el equipo curatorial del museo, la muestra, que entre 2021 y 2022 tuvo una primera versión en el Museo Nacional de Arte Asiático en Washington, que forma parte de Smithsonian's Institute, fue ampliada y enriquecida con piezas que, debido a su fragilidad, difícilmente pueden viajar fuera de Qatar, como algunos de los 20 delicados brocados sobre seda y varios antiguos tapetes de los 12 que se exhiben.
De una antigüedad de entre 300 a 500 años, finísimos textiles de terciopelo de seda que se pueden ver aquí conservan sorprendentemente bien sus texturas y colores originales. En la muestra del MIA los tapetes y tapices de diseños orientales barrocos combinan la seda con otros materiales e hilos de oro; algunos fueron creados con fines meramente decorativos y otros para un uso religioso y ceremonial, como la llamada “Alfombra del trono”, una pieza de manufactura muy compleja, dada la gran dificultad para tejer una alfombra usando hilos de algodón, lana y seda al mismo tiempo, una verdadera obra maestra por la que vale la pena viajar por medio mundo para apreciarla. Es una de las piezas centrales de esta exposición.
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También conocida como la “Alfombra del trono de Bacri-Clark”, ésta es una de las piezas de arte textil más célebres del planeta. De 1.95 por 2.65 metros, la pieza fue subastada en 2013 por Sotheby’s de Nueva York en 33 millones 765 dólares, un precio récord ofrecido vía telefónica por un comprador anónimo. En realidad fue adquirida por la familia real Al Thani, la dinastía reinante de Qatar, para sumarla a los tesoros artísticos de las colecciones del MIA.
Confeccionada en lana sobre una base de algodón y seda en el siglo XVI, con una compleja técnica de anudados a mano, conocida como “jarrón”, y procedente de la antigua ciudad persa de Kerman (donde hace unos días ocurrió un atentado terrorista contra una multitud iraní), los estudiosos consideran esta alfombra de un vivo fondo rojo con patrones de hojas y palmas, como uno de los objetos más bellos y mejor conservados entre las alfombras persas del periodo safávida.
Esta obra de arte fue recobrada por Qatar para el mundo islámico, luego de que su último propietario occidental, la desaparecida Galería Corcoran de Washington, decidió venderla tras poseerla desde 1925 como legado del industrial estadounidense William Clark en 1925.
Junto a esta gran pieza maestra hay otras alfombras también impresionantes por su tamaño y laborioso tejido, como la “Alfombra medallón”, elaborada hace 500 años pero con un grado de conservación tal que permite ver aún el grosor de la lana y sus colores originales casi intactos, gracias a que, explican los curadores, debió ser guardada cuidadosamente por largos periodos.
Hay representaciones de figuras humanas en bordados de la muestra, en piezas elaboradas tan delicadamente que los hilos parecen trazos dibujados sobre las telas.
Una de estas piezas exquisitas, y también una las obras más relevantes es una tela bordada con la representación de dos elegantes damas de 1600, en medio de un jardín acompañadas de sus perros: una, vestida a la usanza oriental; la otra, a la moda europea, quizá como la representación metafórica de dos mundos en convivencia o como ilustración costumbrista de una época cosmopolita, cuando la gente y las influencias extranjeras estaban presentes en Persia.
Dos formidables pinturas al óleo refuerzan el espíritu diverso y próspero de esa época. El primero, el retrato de una mujer armenia ricamente vestida, y en el segundo retrato, un rubio personaje que, se especula, pudo ser un diplomático europeo vestido con opulentas túnicas y batas orientales. Ambas personas, retratadas a mediados del siglo XVII, ilustran, según los curadores, la multiculturalidad y bonanza del Imperio safávida, en donde convivían comerciantes persas, azerbaiyanos, armenios, georgianos, portugueses y británicos, así como sirvientes y esclavos procedentes de diversas regiones. También a éstos los alcanzaba la abundancia producida por el comercio de la seda, según dejaron constancia pintores safávidas del siglo XVII, como Shaykh Abbasi, que retrataron a jóvenes sirvientes vestidos elegantemente de acuerdo con la prosperidad de sus amos. Las sociedades desarrolladas frente al Golfo Pérsico o Arábigo, como se le quiera decir según la orilla desde la que se vea, históricamente fueron esclavistas.
Para finalizar la muestra, los curadores apoyados por Qatar Museums realizaron un ejercicio virtuoso: en colaboración con M7, un ambicioso proyecto educativo, cultural y económico que impulsa de manera integral el diseño de moda como industria en el país, desde su estudio hasta el apoyo a emprendedores, convocaron a jóvenes diseñadores a crear objetos inspirados en las técnicas y la estética de la edad de oro safávida. El resultado es un diálogo entre piezas creadas por cinco diseñadores de alta costura con el orgullo árabe y la rica tradición textil de la región, y una plataforma para dar a conocer internacionalmente el trabajo de artistas emergentes de la moda: Yasmin Mansour, Arman Mansouri, Jawaher A Darwish, Noor Al Thani y Roni Helou. Son los nuevos rostros de las culturas de Medio Oriente.
La exposición Fashioning an Empire: Textiles from Safavid Iran estará abierta en el Museo de Arte Islámico de Doha hasta el 20 de abril de 2024.
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