Pancartas con los rostros de los candidatos de las próximas elecciones presidenciales, de la Ciudad de México y locales tapizan muros, rejas, postes y puentes. A casi un mes del fin de las campañas, muchos de estos carteles ya han sido arrancados, tirados al suelo y pintarrajeados. En redes sociales y conversaciones casuales es común que se externe el hartazgo por la abrumadora propaganda electoral en el paisaje. Pero estos anuncios y otras formas de propaganda tienen potencial de convertirse en piezas de museo, en específico del Museo del Objeto del Objeto (MODO), ubicado en Colima #145, en la colonia Roma Norte.
Este recinto, especializado en movimientos culturales, temas sociales y diseño, alberga una colección de 30 mil objetos de propaganda electoral que se han repartido en elecciones en México desde hace más de 100 años. Una selección de mil 500 objetos se presentan en la muestra "El voto en México. Quiénes y cómo votamos 1910-2024".
En el montaje se pueden encontrar desde las clásicas gorras, plumas y bolsas reutilizables, hasta una botella de tequila y una bota vaquera de la campaña de Vicente Fox, una mascada rosa de José López Portillo, un peluquín de plástico del copete de Enrique Peña Nieto, un jabón en barra de Felipe Calderón, una pluma fuente de Venustiano Carranza, calcetines de Carlos Salinas de Gortari, una navaja de Porfirio Díaz, medallas finas de Francisco I. Madero y cigarros de Gustavo Díaz Ordaz, entre muchos más.
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En entrevista, Juan Manuel Aurrecoechea, historiador de arte especializado en cartón político y curador de la muestra, reflexiona sobre la evolución de las campañas electorales, el impacto que tienen en los votantes y el rol de las mujeres en los procesos electorales.
La primera cuestión es si este cansado método de ver al candidato o candidata hasta en la sopa es efectivo. El especialista considera que pese al hartazgo, aún funciona: “La propaganda política, sobre todo la imagen, no sólo impacta en la gente, sino que nos dice mucho de cómo los políticos se relacionan con la gente y qué es lo que pretenden. Lo que caracteriza a la propaganda electoral es el contenido visual y eso es importante en la conformación de nuestras opiniones y de nuestra visión del mundo porque pasan directamente a nuestro inconsciente y nos influyen, saltándose nuestras defensas críticas ante los discursos. Al leer un texto podemos ser más críticos que ante a una imagen”.
La prueba de que las campañas electorales se arraigan en la mente de la gente se encuentra en el sótano del museo, donde se exhiben dibujos de niños y cómo visualizan al país en la actualidad.
Entre los dibujos hay algunos que muestran apoyo a Claudia Sheinbaum y al Presidente, otros que destacan al PRI, algunos con críticas al actual gobierno —quizás réplicas de lo que escuchan en casa—, e incluso hay un dibujo dedicado a Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano.
Aurrecoechea destaca que conforme se ha ido sofisticando la mercadotecnia de las campañas políticas, éstas han adquirido incluso mayor peso y relevancia en las contiendas, en comparación con el discurso, las propuestas, programas de gobierno y la ideología.
“Yo creo que la gente sí está cansada de tanta propaganda, pero acá la pregunta es ¿por qué los partidos lo siguen haciendo? No son tontos, lo hacen porque les funciona. Puede que haya gente con buenas ideas, pero se vota por el más conocido. Es como decir, ¿por qué compramos más un chocolate que otro, qué tanto influye la propaganda, la calidad y el precio?”, explica.
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Evolución en las campañas
En el recorrido se puede ver cómo ha cambiado la forma de hacer campañas electorales. Por ejemplo, antes se repartían botellas de licor o una porcelana fina con el rostro del candidato. Con el paso de los años, la publicidad se hizo cada vez más desechable.
“Los pines de seda y la estética de joya de antes y hoy el plástico con la cara del candidato nos habla de a qué sector de la sociedad se dirigen los políticos o va a ser decisivo para ganar una elección. Una de las características que podemos ver en las campañas electorales es que se aspira cada vez más al voto popular, masivo y por eso los objetos se han alejado de la estética elitista. En el siglo XX era impensable que un candidato se presentara a un evento sin traje y sin corbata y hoy hasta está mal visto”, dice el curador sobre el cambio de tono y público meta de las campañas.
Pero esto lleva a plantear otro cuestionamiento: ¿Ante la crisis climática, la contienda electoral actual no debería apostar por un método que genere menos basura?
“Los objetos de propaganda utilitaria, como gorras y botes, ya no están permitidos. Aunque hay dos tipos de propaganda, una que hace el partido político y la otra que hacen los adherentes, como los muñequitos que se venden en los mítines, y esa es incontrolable. (...) Estoy de acuerdo con que en un momento en el que el plástico daña el planeta y lo llena de basura, ¿por qué permitimos que se llenen las calles de propaganda? Contamina no sólo el ambiente, sino visualmente, pero hay cosas que quizás son inevitables en campaña, porque se corre riesgo de perder y esto crea una competencia irracional. Afortunadamente estamos empezando a cuestionarnos eso y desde la ciudadanía habría que exigir en el terreno de la propaganda política”, reflexiona el curador, quien no identifica un método innovador en la forma de hacer campañas en la actual elección.
Otro cambio relevante en los procesos electorales fue la participación de las mujeres. Fue hasta 1953 cuando se legalizó el voto de la mujer. En la exposición hay un núcleo dedicado al rol de la mujer en las campañas electorales, que cuenta desde cómo la mujer consiguió el derecho al voto y cómo hace unos años se dirigían a ellas con propaganda que incluye frases como “La mano que mueve la cuna, decidirá con su voto”, hasta convertirse en las candidatas dominantes en las elecciones, como lo son hoy Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.
El cambio de panorama político de la época en la que no había transición entre partidos políticos y sólo había alternancia entre candidatos del PRI es analizado por Aurrecoechea, quien describe que entonces la campaña en vez de tratarse de convencimiento, era una celebración que comparó con la “coronación de un nuevo monarca”.
"El voto en México. Quiénes y cómo votamos" es la tercera edición de la exposición de objetos de publicidad electoral que organiza el MODO.
La primera se realizó en 2012 y cada edición ha sido distinta.
La exposición se divide en cuatro núcleos: la historia electoral de México, que pone énfasis en el ciudadano; 21 procesos electorales que han sucedido entre 1910 y 2024, el tercero son colecciones temáticas de objetos (como plumas o gorras) y el cuarto es sobre el rol de las mujeres.
“Esta edición procura invitar a los visitantes a hacer una lectura informada y crítica, pero también divertida”, detalla el curador.
El museo actualmente reúne más objetos de la actual campaña electoral para sumarlos a su colección. Será cuestión de tiempo saber si la playera de la Santa Muerte con el mensaje de “Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador”, o las bolsas de botanas naranjas estilo Cheetos de Sandra Cuevas llegarán a las vitrinas del MODO.