La tensión entre las autoridades y quienes defienden el patrimonio artístico del Centro SCOP es una lucha que data, al menos, de la década de los 90 y que en días recientes alcanzó un nuevo capítulo: la noche del 5 de noviembre, la iniciativa ciudadana “En Defensa del Centro SCOP” hizo público el pronunciamiento por la demolición del llamado Cuerpo C (uno de los cuatro en los que se divide el conjunto de la SCOP) y el auditorio. Desde una semana atrás, el grupo civil recibió reportes de que algo estaba sucediendo en el inmueble; uno de sus integrantes, Jesús Vega, calcula que, por lo mucho, las obras empezaron hace dos semanas y que uno de los grandes impedimentos para saber su estado, detectarlo a tiempo, son los tapiales alrededor del inmueble: “Se empezaron a demoler partes que no eran tan visibles; como fue el cuerpo D, que demolieron entre agosto y septiembre. Si no es por los vecinos, el grupo no se entera. Cuando fuimos a corroborar, tuvimos la mala fortuna de llegar cuando estaban derrumbando el auditorio”, señala.
“Es evidente la consternación, la preocupación y hasta cierto punto la molestia ante la demolición del Cuerpo C”, abunda y explica que el grupo no tiene la certeza completa de que verdaderamente un edificio de ocho metros de alto, horizontal, que no había sufrido daños equiparables a los del cuerpo A y el cuerpo B, en el sismo de 1985, no presentaba hundimientos y desplomes, “en el sentido de la plomada, para que no se interprete como derrumbe, que experimentaron otra vez el A y el B en 2017”.
Para comprender lo que significa la demolición del auditorio y su gravedad, basta con enlistar los murales que se encuentran en esa área: El canto a la patria, de Juan O’Gorman; El sol de tierra, de Guillermo Monroy; El sol de agua, de José Gordillo; El sol de aire, de Arturo Estrada Hernández; El sol de fuego, de Jorge Best Berganzo; Al héroe del trabajo, de Luis García Robledo y El intercambio de productos entre campesinos y obreros, de Rosendo Soto.
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Todos estos son murales originales que no fueron pensados para ser desplegados y que, un error en su manejo, podría representar su destrucción, explica.
Ya en 2018, una comisión creada por el Colegio de Investigadores del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dedicada a evaluar este tema, daba a conocer, en un comunicado, que por su relevancia en el arte y la cultura mexicanas, “su magnitud e importancia”, la remoción de estas obras no debe llevarse a cabo en un “plazo perentorio” . Algo por lo que el grupo civil ya citado lleva tiempo velando, en un diálogo constante con autoridades de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, el cual se detuvo el 6 de octubre, 10 días antes de que el Diario Oficial de la Federación publicara un decreto en el que “declara monumento artístico el conjunto en el que se localizan el Centro SCOP y la Torre Central de Telecomunicaciones y Oficina Telegráfica”; una declaratoria que, en palabras de Vega, es ambigua y da margen para que sucedan hechos como la ya mencionada demolición del Cuerpo C del inmueble.
En la reunión del 6 de octubre, el grupo de defensa civil pidió a representantes de la Secretaría que antes de demoler corroboraran que el edificio tenía daños “que ameritaban demolición, que representaban un riesgo, tal como se nos manejó, y que eran verdaderamente imposibles de solucionar de forma alguna”, indica el activista.
En las reuniones se les dijo que esto se respetaría. Al respecto, Jesús Vega dice que el propio muralista Jorge Best declaró, “de viva voz”, durante una entrevista, que estos murales no son móviles. Hay otros murales, aquellos pensados para las zonas altas del conjunto, que si pueden transportarse, pero estos no, puesto que son piezas originales. Pero la incertidumbre se agrava después de que, tras la reunión del 6 de octubre, se prometieron, a su vez, nuevas reuniones a realizarse de forma quincenal para garantizar la protección de este importante legado artístico. Sin embargo, los tapiales impiden ver con exactitud qué sucede al interior de la obra; además, el diálogo entre sociedad civil y autoridades se esfumó.
“Todo lo que está abajo en el Cuerpo A, el B y el C son los mosaicos originales y están adosados al muro. Las placas de mosaico mexicano son de una delgadez de centímetros, por lo que hay un riesgo enorme de que si se intenta desprenderlos y se comete un error, la obra mural quedará destruida”.
Pero ésta no es la única inquietud del grupo. Hay que recordar que el conjunto fue pensando como un proyecto calca, primo o espejo del modelo constructivo del Hospital de La Raza: “La Raza ya no conserva su Cuerpo C, por así decirlo; la idea original era que esas zonas fueran ambulatorias, destinadas para la atención al público, por eso tenía esa tipología, contemplado como área de atención al público”.
En otras palabras, el lugar donde se están haciendo los trabajos fue pensado, por decirlo de alguna manera, para ser un punto de contacto con la población.
El problema es que en la introducción de maquinaria para el derrumbamiento —que el grupo no justifica, puesto que menciona en su comunicado que los daños que dicha área presenta son mucho menores a comparación de los de los otros cuerpos— podría no respetarse la lógica del discurso plástico-espacial original; las razones por las que los murales fueron dispuestos en un punto preciso y no en otro.
A lo largo de cinco años, el grupo se ha reunido con distintas autoridades pertenecientes al ramo federal de la SICT y en otras reuniones ha habido un gran número de representantes de muchas áreas.
Al solicitarle información al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) sobre cuál es el estatus de las obras, el resguardo de los murales o si hay personal del Centro Nacional Conservación y Registro del UNAM (CENCROPAM), se indicó que la SICT es la dependencia encargada de brindar esos datos.
El enlace de la SICT, Martín Ortiz, respondió a EL UNIVERSAL que “el próximo fin de semana se contempla realizar un recorrido por el Centro SCOP con algunos medios de Comunicación”. En ese recorrido se prevé que los responsables del proyecto respondar a los medios.
Justo uno de los grandes problemas que cita Vega es que no hay información clara y pública que justifique estas obras. A diferencia de las piezas que hay en los cuerpos A y B, que tras el sismo de 1985 tuvieron que reconstruirse, “todo lo que está ahí es original; ahí está la obra de los maestros que aún están vivos”, detalla.
Una razón más, de peso, para la consternación y el desconcierto de la sociedad civil para el total rechazo a una acción que el grupo califica como unilateral, es que antes de enterarse directamente a través de las autoridades, lo hicieron por quienes viven en las inmediaciones del Centro SCOP.
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