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La Casa de las Águilas , es una de las edificaciones más impactantes del antiguo centro ceremonial tenochca.
Las excavaciones realizadas en este sitio comenzaron en la década de 1980, bajo la responsabilidad del arqueólogo Francisco Hinojosa; pero fue hasta los años 90 cuando se hizo uno de los más importantes hallazgos de la arqueología mexicana : las imágenes del rostro semidescarnado del dios mexica de la muerte, Mictlantecuhtli, así como los llamados guerreros águila.
La noche de este miércoles debido a la granizada que se registró en distintos lugares de la Ciudad de México, se colapsó la cubierta de la Casa de las Águilas en la Zona Arqueológica del Templo Mayor .
Sin embargo, el arqueólogo Leonardo López Luján , reportó en su cuenta de Twitter que, pese a lo aparatoso del colapso de la cubierta, el daño podría no ser mayor, pero se hará un peritaje para evaluar la proporción de las afectaciones.
¿Pero qué es la Casa de las Águilas?
En la década de 1980 las excavaciones realizadas en la Casa de las Águilas, develaron la que resultó ser una de las edificaciones más
impactantes del antiguo centro ceremonial tenochca, con una arquitectura palaciega que imitaba el estilo tolteca, y el hallazgo de dos esculturas de imponentes guerreros águila, flanqueando uno de sus accesos.
A principios de los años 90, en virtud de que el ala norte de esta construcción se mantenía oculta en las proximidades de la calle Justo Sierra, el arqueólogo Leonardo López Luján planteó su exploración; localizando su acceso principal después de la cuarta columna.
Imaginó que al ser contraparte de la élite de los guerreros águila, la entrada estaría custodiada por guerreros jaguar. La sorpresa fue mayúscula al encontrar, el 7 de agosto de 1994, en las entrañas de la Casa de las Águilas del Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan, el rostro desmesurado y de rasgos infantiles de Mictlantecuhtli. El director del Proyecto Templo Mayor (PTM) , López Luján,ha dicho que considera a ese hallazgo como uno de los días más memorables de su carrera.
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El descubrimiento del par de esculturas de esta deidad que, con sus 1.70 metros de altura, esternón e hígado al aire y garras amenazantes, tuvo un lugar preponderante en la exposición Aztecas, que está actualmente exhibida en el Museo de Viena y será visitada hasta junio próximo.
Foto: Valente Rosas/ EL UNIVERSAL
En el marco del ciclo de conferencias “La arqueología hoy” que se llevó a cabo en El Colegio Nacional en octubre pasado, coordinado por el propio López Luján, expuso la sesión “Los muertos viven, los vivos matan”, en donde recordó que ambas esculturas se erguían sobre los remates de largas banquetas orientadas hacia el sur, una se encontraba a un lado de la jamba este, y la otra junto a la jamba oeste.
Así, dijo, es probable que en el ocaso del siglo XV (entre 1489 y 1499), los mexicas decidieran ampliar la Casa de las Águilas, celebrando una ceremonia de clausura que implicó un rito especial alrededor de las imágenes de Mictlantecuhtli que, ya en el siglo XX, se salvaron, por centímetros, de ser afectadas por diversas obras públicas.
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Después de cinco meses de trabajo dentro del húmedo túnel, se logró registrar y extraer las dos esculturas, ambas se hallaron rotas en cientos de pedazos. La tenaz labor de los conservadores permitió reconstruir este rompecabezas de barro cocido, integrado de seis partes ensambladas, que juntas alcanzan las siguientes dimensiones: 1.70 metros de altura, 98 centímetros de ancho máximo y 50 centímetros de profundidad; además de 128 kg.
Su reconstrucción también marcó el inicio de una serie de análisis, los cuales han permitido corroborar algunos ritos asociados a esta deidad, como el expuesto en la lámina 76r del Códice Magliabechiano.
En ella, se observa a un sacerdote vertiendo sangre sobre la cabeza de una deidad esquelética —muy semejante a las imágenes descubiertas en la Casa de las Águilas—, que explicaría una capa rugosa de tres centímetros de espesor, color marrón, que corría por la parte posterior de las esculturas.
Foto: Valente Rosas/ EL UNIVERSAL
Pese a lo llamativo de estas ceremonias y su dosis de sangre implícita, el arqueólogo destacó el aspecto dual del dios de la muerte, “ser ávido de carne y sangre humanas y, a la vez, poseedor de grandes poderes generativos”, como también los tenían sus pares menores del inframundo: Mictecacíhuatl, Acolnahuácatl, Acolmiztli, Chalmécatl, Yoaltecuhtli, Chalmecacíhuatl y Yoalcíhuatl.
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“Mictlantecuhtli ejercía funciones que pudieran resultarnos paradójicas, como el otorgar y fomentar la vida. Por ejemplo, esta deidad de la muerte era invocada durante los ruegos que se hacían para la exitosa gestación del feto humano; este extraño protagonismo tiene su explicación en el poder regenerativo de los huesos-semillas. Sin embargo, es su carácter temible el que predomina en la cosmovisión prehispánica.
“Las imágenes de Mictlantecuhtli de la Casa de las Águilas, al igual que sus contrapartes mixtecas y mayas, nos transportan a un ‘más allá’ oscuro, tenebroso, fétido, pero también a una fuente inagotable de generación universal”, concluyó.
vare/rcr