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Es una terrible noticia que un museo cierre, pero lo es más que a ese espacio le presionen con cobrarle derecho de piso y que los propios policías del recinto, contratados para dar seguridad, se roben los equipos y dinero del espacio.
La anterior es la historia del Foto Museo Cuatro Caminos, un centro fundado en septiembre de 2015 por el fotógrafo Pedro Meyer, dedicado a la exhibición pero sobre todo a la difusión y a la enseñanza de la foto en una zona compleja,donde —de acuerdo con la estructura de giros comerciales— ni siquiera existe la categoría de museo.
Aunque cerró desde el inicio de la contingencia, hace una semana se decidió su cierra como Museo; el espacio fue abierto por Pedro Meyer, a través de la Fundación Pedro Meyer. El museo se mantenía de recursos generados por diversas fuentes: taquilla, cursos, talleres y actividades, apoyo de patrocinadores y fondos de la Fundación, que era la mayor fuente de financiación. Trabajaban seis personas en el área operativa, además de personal de limpieza y mantenimiento.
Ayer en redes sociales, Meyer publicó una carta firmada por él y por Guadalupe Lara, directora del Museo; ahí denuncia que el intento de cobro de piso de la delincuencia organizada, el robo de policías contratados para velar por la seguridad del lugar y de los visitantes, la violencia en la zona y la cancelación de actividades por el coronavirus los llevaron a esta decisión.
“Son tantos los contratiempos que llega un momento dado en que la suma de ellos hacen que uno se ponga a pensar si vale la pena estar peleándose con molinos de viento, y creyendo que ‘ahora sí va a estar mejor’. Pero viene otro contratiempo y luego otro, y otro… Y uno dice: ‘¿Y todo esto para qué?’ Hay un deseo de aportar a la sociedad en un área como es la de la educación, pero si no se puede, ni modo. Hicimos lo mejor que pudimos. Misión cumplida y se acabó”, dijo Meyer.
Al preguntarle por los detalles de situaciones como intento de cobro de piso por parte de delincuentes relató: “Llegaron y dijeron que querían que les pagáramos. Nos opusimos, pero si no era por ahí, era por allá; eso de que los policías que contratamos terminaran siendo los que nos robaban, eso ya es el colmo. Y encima de eso, tener que liquidar a los sinvergüenzas”.
“Se juntaron muchos factores, la inseguridad alrededor se volvió grave, fue en aumento; en cuatro años hubo tres intentos de cobro de piso; les dijimos que era un espacio de cultura, no entendía de qué iba, pero la comunidad tomó el espacio como propio y tener la comunidad de nuestro lado fue un escudo; pero la violencia alrededor muy complicado”, explicó Guadalupe Lara.
Meyer contó que en el caso de los policías, alrededor de seis, les robaron en diversas ocasiones equipo y dinero del edificio, que los robos fueron desde el año pasado y que eran policías de una empresa de seguridad privada que no se hizo responsable. No hubo denuncia.
Y aunque en la carta no se refieren a la situación con la actual administración de la secretaría de Cultura federal, al preguntarle al fotógrafo si recibieron apoyos de este gobierno, respondió: “No. Nos ha quitado. A todos los apoyos privados que teníamos les quitaron la posibilidad de que fueran deducibles de impuestos y además los presionaban a que dedicaran los recursos a otras actividades que no tuvieran nada que ver con la cultura como la vivimos nosotros”.
“No somos los únicos, todos los espacios independientes dejamos de recibir, y no sólo en recursos, sino en prediales, cobro de servicios… Es por eso que estos proyectos se vuelven inviables.”
“Pura saliva de perico”
El Foto Museo fue un sueño que por años tuvo Pedro Meyer (Madrid, 1935). Se creó en 2015 a partir de un convenio donde la Fundación ponía la infraestructura, y el Conaculta apoyaba para el funcionamiento.
Nació con la misión de ser un proyecto educativo diverso, permeable e incluyente, para reflexionar sobre los usos y consumos de la imagen y la cultura visual contemporánea. Meyer quería integrar lo privado y lo público, y quería integrar en ese espacio el futuro de la fotografía, así como ampliar la oferta cultural al norte de la ciudad.
En el Foto Museo llegaron a trabajar 40 personas, pero el personal se fue reduciendo porque hubo muchos problemas, en especial de recursos; para su operación, anualmente requería alrededor de 7 millones. La pelea por los recursos estuvo desde años antes de abrir.
Meyer le planteó el proyecto de un Foto Museo a Consuelo Sáizar cuando era presidenta del Conaculta, ésta se comprometió a entregar un recurso y justo el día en que el fotógrafo iba a reunirse con ella para recibir la primera aportación, le llamaron una hora antes de la cita para decirle que no pasara porque se les había acabado el dinero.
A Rafael Tovar, recuerda Pedro Meyer, le interesó el proyecto, pero durante los primeros años no le dio apoyo precisamente porque la administración de Sáizar dejó muchas deudas. “Tovar tuvo mucho entusiasmo, se comprometió, pero cada vez que lo veíamos nos iba bajando, nos dieron como 10% de lo que había prometido. Cada vez que pensaba que íbamos a cruzar el umbral, y que el gobierno iba a entender la conveniencia de juntar esfuerzos, nada… era pura saliva de perico, güiri güiri. Murió Rafael, siguió Maraki, mucho entusiasmo y luego puro cuento, y al final nos enteramos de que le dio 90 millones a un museo que ni existía”.
Meyer lamenta la situación que hoy vive la cultura; al preguntarle por el caso del Fonca (precisamente el Foto Museo fue lugar de exhibición de los jóvenes creadores del Fonca) dijo: “Es parte de lo mismo. Creo que el gran error de López Obrador con relación a la cultura es que a él no le interesa la cultura. Y todo el discurso de primero los pobres está bien, pero no quiere decir que únicamente los pobres”.