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El 7 de mayo de 2018 a la media noche, el artista colombiano Kalee Guauta (1987) entró, decidido, a un apartamento que había arrendado en Bogotá para desarrollar un proyecto artístico que retó sus capacidades físicas , su estabilidad mental y sus emociones: iba a pasar siete meses, siete días y siete horas encerrado pintando 42 obras y saldría solo hasta el 14 de diciembre de 2018 a las 7 a. m.
Alguna vez vi un documental de Marina Abramovic (artista serbia) en el que les hablaba a sus aprendices sobre desacelerar el cerebro, los desconectaba del celular, del televisor y de otros dispositivos durante unos días. Así que empecé a trabajar en la idea de hacer una desconexión total, porque todavía soy de la vieja escuela y el tema de la hiperconectividad me parece bastante fuerte” , explica.
Con esta idea y basado en que su fecha de nacimiento es “el séptimo día del séptimo mes de 1987”, Guauta puso en marcha su plan y se trazó el objetivo de crear 42 pinturas, que se podrán ver entre el 5 y el 26 de abril en la galería Melaká de Bogotá.
En su viaje interno, el artista estuvo lejos de sus seres queridos, se encontró con sus miedos, se enfrentó a su forma de pintar y exploró varios caminos para desarrollar su trabajo.
“Toda mi obra gira en torno a las emociones, a la afectación a través de los estímulos sensoriales y a la parte anímica. Así que mi obra cambió: tenía líneas negras, contorno fuerte, una sombra negra intensa, era multicolor y usaba una paleta de 78 colores; con el proceso había meses en los que los lienzos eran monocromáticos o presentaban muchos cambios”, explica Guauta.
Pero esos cambios también se dieron en lo personal, pues Guauta cuenta que pudo valorar cosas tan simples como recibir la brisa, estar bajo el sol, tener un descanso mental y encontrarse consigo mism o.
“El 50 por ciento del proyecto lo hice para solucionar cosas personales. Por ejemplo, mi trauma toda la vida fue tener estrías desde los 12 años, así que fue un momento para solucionar y aceptar ese tipo de cosas. El otro 50 por ciento era poder experimentar artísticamente cosas que nunca había hecho”, dice el artista, quien en varias ocasiones sintió que quería abandonar el proyecto.
Bajo llave
El 6 de mayo, Guauta publicó en su cuenta de Instagram que se sumergiría en esta experiencia y, por ende, se desconectaría de sus seguidores. Pese a ello, cada semana, alguien de su equipo se encargó de contar en qué iba su proceso.
Encerrado bajo llave, cada semana dejó en un buzón una USB que contenía un texto, una foto y una palabra, para que fueran publicadas en sus redes sociales. “Había una persona de mi equipo que iba cada domingo a entregar una bolsa con mercado para los siete días siguientes. Entonces, el celador subía, abría el apartamento, la dejaba y cerraba otra vez con llave”, narra Guauta.
Esta era la única forma como sus amigos y cercanos podían saber qué era lo que estaba pasando con él, pues se prohibió a sí mismo tener contacto con cualquier persona. “El único llamado de emergencia que se podía hacer para acabar el proyecto era que mi salud estuviera en riesgo o que le pasara algo a mi hijo de 10 años ”, recuerda.
Pese a que varios de sus familiares estuvieron enfermos durante el tiempo que duró el proyecto y su hijo bajó el rendimiento en el colegio, el artista no se arrepiente de haber vivido dicha experiencia, pues, según dice, “es parte de los sacrificios que uno como artista afronta”.
Guauta narró la experiencia que vivió, y cómo pudo enfrentarse a las cosas que más temía, en un libro que lanzará en simultanea con la exposición, pues espera que con su experiencia, el espectador se planteé qué pasaría en su mente si se desconectara de todo lo que lo rodea.
akc