La iglesia Santiago Apóstol, en Nurío, Michoacán , devorada por las llamas el pasado 7 de marzo, tenía en su techo o sotocoro no sólo una obra de gran belleza estética, también un documento sobre la concepción de un universo teocéntrico, es decir, en el que Dios es el centro del Universo, y tenía además la existencia de tres tipos de música: la mundana, asociada a lo divino; la humana, relacionada con el alma, y la instrumentalis, la música real, producida por instrumentos de cuerda, viento y voz humana. Y era uno de los sotocoros más antiguos que existían en el país.
Así lo establece el doctor en Historia, Antonio Ruiz Caballero , uno de los estudiosos de esta iglesia que, tras el incendio, se ha establecido una pérdida “prácticamente total”, según la secretaria de Cultura , Alejandra Frausto , pues sólo quedaron los muros de piedra y la fachada de la iglesia del siglo XVII. Hasta el momento, según autoridades locales y federales, continúan los dictámenes y no se han podido establecer las causas. La aseguradora Agroasemex hizo una primera inspección, por lo que las negociaciones han comenzado.
Al respecto, Frausto cuenta que, como se puede ver en las imágenes que han circulado en redes sociales, la pérdida del sotocoro, que, según Ruiz Caballero, es uno de los más antiguos del país, es total.
Así lucía antes el templo de Nurío, donde pobladores festejan a Santiago Apóstol. Foto:
Tomada de redes sociales
“La comunidad está trabajando con el INAH . El seguro ya fue a hacer una revisión. La pérdida de los murales es total. En una comunidad, cuando sufren los templos como en los sismos de 2017, estos inmuebles son puntos de encuentro y tenemos que llegar a un proyecto común con la comunidad, pero primero deben terminar las valoraciones no sólo de los especialistas, sino también de los propios habitantes”, dice la funcionaria.
En Nurío, la comunidad llora. El fotógrafo Enrique Granados , originario de Paracho, radicado en Morelia, acudió al día siguiente del incendio . Se encontró con la reticencia a permitir la documentación gráfica del desastre, pero sobre todo con habitantes que lamentaron profundamente su pérdida.
Detalles del Arte en el techo. Foto: Especial
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“Es una iglesia muy importante, la fiesta del pueblo es en honor al apóstol Santiago. Llegué y la gente miraba la desgracia, había comuneros tratando de apagar las llamas que se reavivaban. Rescataron algunas imágenes y algunas bancas. Había mucha tristeza, muchas mujeres estaban llorando”, cuenta el documentalista.
Y añade: “Es una comunidad muy unida. El día del incendio no estaban muy abiertos, tuve que pedir permiso. No saben por qué ocurrió y tendrán que esperar a los dictámenes, pero tienen dos teorías: por un cuete o por un corto circuito en instalaciones eléctricas viejas”.
Foto: Cortesía de Irena Medina Sapovalova.
¿Qué fue lo que se perdió?
Antonio Ruiz Caballero, profesor de investigación científica en la Escuela Nacional de Antropología e Historia , autor de la investigación “La música del universo en un sotocoro novohispano: música, ángeles y tradición neoplatónica en el templo de Santiago Nurío, Michoacán, siglo XVII”, publicado en el libro De música y cultura en la Nueva España y el México independiente: testimonios de innovación y pervivencia ( Instituto de Investigaciones Estéticas . UNAM, 2017), explica:
"En Michoacán existen varias iglesias que tienen estos techos de madera que se conocen con diferentes nombres como artesones o artesonados, en este caso yo hablo de sotocoro por el lugar en el que estaba ubicado. En principio, hay que decir que tienen una gran importancia estética, si lo concebimos en un sentido moderno, es innegable su belleza. En este sentido, era especial el sotocoro de Nurío porque en la región la mayor parte de los artesones que se conservan -y que el arquitecto Manuel González Galván , uno de los primeros estudiosos de estos artefactos, los definió como 'artesonados historiados'-, cuentan una historia. La gran mayoría tienen una factura que podríamos calificar como popular y tienen los nombres de los pintores, por ello nos queda claro que son pintores indígenas de la región".
En el caso del sotocoro de Nurío, añade, eso no está muy claro pues no se conoce el nombre de los pintores, pero se cree que fue realizado "por artífices formados en una tradición culta". Esto, sin embargo, no era raro, pues existen referencias como retablos que fueron trabajados por artistas criollos, españoles y mestizos formados en una tradición académica.
“En Michoacán existen iglesias con estos techos de madera conocidos como artesones, yo hablo de sotocoro, de innegable belleza”, Antonio Ruiz Caballero, Historiador.
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"Nurío respondía a un programa visual bastante más complejo, hay visiones muy profundas que vienen desde la Edad Media y que podemos encuadrar en la concepción neoplatónica, es decir, la recuperación y reelaboración de las ideas del filósofo Platón , en el contexto del cristianismo. Había, sobre todo, dos ideas del neoplatonismo que me parece que están detrás de este programa visual. La primera es la concepción de un universo teocéntrico, es decir, Dios es el centro del Universo, y esto estaba representado claramente en el sotocoro porque lo primero que veíamos cuando entrábamos era un pinjante dorado que tenía la forma del sol", detalla Ruiz Caballero.
Este centro, agrega, estaba rodeado por los coros de los ángeles. "Los ángeles más alejados del sol eran músicos y en la concepción neoplatónica, los ángeles y los arcángeles son los que tienen una jerarquía inferior entre las figuras angélicas, por eso eran los que podían entrar en contacto directo con los seres humanos", dice.
El sotocoro también tenía a los tres arcángeles más conocidos, Miguel, Rafael y Gabriel; así como a María Magdalena. Además, tenía el retrato del obispo que se cree que fue el patrocinador de la obra, Francisco de Aguiar y Seijas. Por ello se puede incluso fechar la iglesia en 1681.
Foto: Cortesía de Irena Medina Sapovalova.
La segunda idea neoplatónica, refiere el historiador, es que en ese universo se hablaba de la existencia de tres tipos de música: la mundana, es decir, la música del universo que era producida cuando los astros se movían y generaban sonidos que el oído humano no podía escuchar y por eso se asociaba a lo divino; la humana, una música interior del ser humano, asociada al alma; y la instrumentalis, la música real, concreta, que los seres humanos podían escuchar y que era producida por instrumentos de cuerda, viento y voz humana.
"Esto está claramente expresado en el programa visual del sotocoro. De modo que además de la visión estética, de la enigmática belleza, hay una importancia cultural muy importante. Es realmente importante ver cómo en un sotocoro de una población indígena, de la sierra indígena de Michoacán, estaban plasmados conceptos teológicos profundos, de derivación neoplatónica. Los estudiosos del arte novohispano han visto cómo estas concepciones están también detrás de obras literarias y visuales como este sotocoro", indica el especialista.
(Con información de Antonio Díaz)