El origen de la obra de teatro “Pausa” se remonta años atrás, cuando la directora y dramaturga Wendy Hernández salió de una relación tortuosa e inició un nuevo vínculo con alguien que también venía de una ruptura reciente. “Todo el tiempo sentía que estaba ocupando el lugar de otra persona; que había huellas de alguien más. En lo que platicábamos los dos traíamos demasiado pasado a este presente y, de una forma u otra, eso terminó por no permitir que la relación tuviera posibilidades de avanzar”, cuenta la directora.
Con esa historia en mente, a la distancia, Hernández se sentó a escribir sobre la sensación de intentar avanzar cuando todavía no se está listo; y la obra le reveló un complejo umbral hacia la esperanza, un filo doble: que el recuerdo de la ruptura y el duelo es una oportunidad de avanzar o un obstáculo.
“Pero hay otra lectura en la que, al final, uno se encuentra con otra persona que vive lo mismo. De una u otra forma, ambos se pueden entender. Al estar con alguien que comprende los procesos por los que se está pasando, queda una sensación de alivio y confort. Al final, Pausa es una radiografía de las relaciones con sus momentos hermosos y posibilidades, así como los errores que pueden ser muy dolorosos”.
La idea de que nada es terrible ni hermoso perpetuamente es fundamental para comprender la obra. Hernández señala un detonador más: si su expareja y ella hubieran entrado en la relación hablándose con la verdad, quizá las cosas habrían navegado mejor.
Sus personajes, Ilse y Raúl —a quienes interpretan, respectivamente, Jheraldy Palencia y Gabriel Díaz— tienen 25 y 35 años para establecer una contraposición de intereses. Al iniciar el vínculo, ponen las cartas sobre la mesa, pactan con sus propias emociones: los dos necesitan que el otro se comporte como lo hacía su respectiva expareja. “Son peticiones extrañas: él no me ponía atención, entonces, no me pongas atención; ella no me amaba, entonces, tú no me ames, se dicen. Pero, ¿están seguros de que lo que están pidiendo es lo que quieren? Es navegar en un río emocional de aguas turbulentas”.
Hernández recalca que, por más que alguien busque la transferencia de su deseo, las alegrías y formas de vivir del otro van a permear. Algo que, de cierta forma, saldrá a la luz y será materia prima de lo que puede amarse. Esta mezcla entre pasado, presente y futuro —dice— vuelve todo bastante problemático y divertido porque el lado crudo de la trama es expuesto, a lo lejos, con mucha gracia.
“Es una obra llena de matices. Cada uno tiene su propio camino, pero creo que ese camino los lleva a descubrir —me gusta pensarlo así— que no sólo la otra persona se equivocó dentro de la relación. Cada uno tiene su parte de responsabilidad, ¿cómo me estaba comportando yo en la relación, ¿qué es lo que abonó a que todo se fuera al diablo?”
Pese a la crudeza, no hay una tragedia de fondo. Ilse y Raúl, al final, exploran un espacio de juego y buscan la compasión y el consuelo: “Todos estamos buscando consuelo. Hay quienes se van a beber o escalar montañas; estos dos deciden explorar los límites de las relaciones de pareja. Saber que hay personas nuevas o diferentes, funcione o no el vínculo, me deja saber que existen posibilidades y que son grandes”.
“Pausa” inicia su corta temporada el 15 de noviembre. Puede verse los viernes, a las 20:00 horas, en el Teatro La Capilla (Madrid 13, Del Carmen) hasta el 13 de diciembre.