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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
En la Capilla de Los Mártires de la Iglesia de San Pedro, Cholula, hay una huésped distinguida desde el pasado 19 de septiembre. La virgen de Los Remedios, que dicen acompañó a Hernán Cortés en la derrota de la Noche Triste, pasa sus días y sus noches damnificada y a la espera de que se decida cómo será la intervención a su templo, el Santuario de Nuestra Señora de Los Remedios, que con el sismo de 7.1 grados de magnitud perdió la parte más alta de las dos torres que lo coronan.
Los turistas no recorren el centro de San Pedro, tampoco los jóvenes visitan los comercios de San Andrés, los dos barrios de Cholula entre los que se ubica el Santuario. Poco a poco la vida comienza a tomar su curso y, sin embargo, los pobladores no están tranquilos, su santa patrona no está en el “cerrito” ni su iglesia está abierta.
Nadie, salvo los mayordomos, autoridades eclesiásticas y del gobierno municipal y estatal, y representantes del INAH, puede adentrarse al recinto histórico que data de 1594. Si entran es para revisar las condiciones del “santuario del cerrito”, que permanece acordonado como los otros 226 templos que, según la Arquidiócesis de Puebla, quedaron averiados.
Pero no todo es malo. Ni en Cholula ni en el centro de Puebla los daños son tan graves como en la Mixteca, la región poblana más afectada. Son más los “milagros”, dice María de Lourdes, de la familia Cuacuas Pérez, que tiene la mayordomía del Santuario y de la Virgen de Los Remedios. Dice que aunque se cayeron las torres de la iglesia, el interior está intacto, salvo una imagen que se degolló. “Se está viendo la posibilidad de que se repare bien el santuario, está muy dañado por fuera, pero por dentro está íntegro; yo digo que es un milagro de Dios”.
Ella y sus 10 hermanos recibieron la mayordomía del Santuario dos días antes del sismo; el martes ofrecían su primer misa cuando comenzó a temblar y cayeron las dos torres. Fueron ellos quienes desalojaron el lugar, con el párroco Arnaldo bajaron las cinco vírgenes Peregrinas, la Virgen de las Veladoras, el Niño Jesús y la Virgen de Los Remedios.
Ninguna de las imágenes sufrió daños, están a salvo en la Capilla de Los Mártires, donde les ofician misa, los fieles llegan a pedir sus favores y se les puede ver de cerquita. Ese otro de los milagros, apreciarlas a centímetros.
Hoy, la santa patrona de Cholula espera que su Santuario se restaure. Los pobladores temen que “el cerrito” sufra daños mayores. Las raíces de los árboles han comenzado a botar las paredes y las escalinatas. A don Adán Zempoaltecatl, que hasta el 1 de septiembre pasado fue encargado del Posito de los Deseos del Santuario de la Virgen de Los Remedios, le preocupan los daños. “Para nosotros es un templo sagrado; la santísima Virgen de Los Remedios es el símbolo para todo el pueblo”, afirma y asegura que no poder entrar es un golpe duro para la comunidad.
Custodios del Centro Histórico. Las cifras van y vienen. Aún no hay un censo final de los inmuebles dañados, se sabe que son muchos, pues nada más cierto que en Puebla hay una iglesia en cada esquina. Se ha documentado que los principales daños son caídas de torres de iglesias, fisuras en cúpulas, fracturas de fachadas, desprendimientos de cornisas, ornamentos y esquinas de inmuebles.
Según la cifra más reciente de la Secretaría de Cultura federal, en Puebla hay 68 inmuebles históricos con daños, más los 226 templos registrados por la Arquidiócesis y los 75 inmuebles que reporta la gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural de Puebla.
El arquitecto Sergio Arturo de la Luz Vergara, a cargo de esta gerencia, guió a la directora de la UNESCO en México, Nuria Sanz, por varios espacios dañados del Centro Histórico. Ella indicó que en muchos inmuebles se ha hecho labor de mantenimiento permanente, lo que ha ayudado a que esta ciudad no esté extraordinariamente afectada por el sismo.
“Creo que esa labor de mantenimiento, ese día con día, esa labor técnica, también de ciudadanos y de empresarios turísticos, se nota, se refleja en todos nuestros informes de los dos últimos años”, asegura Sanz, quien visitó la Biblioteca Palafoxiana, la Catedral y el Sagrario, la Casa del Alfeñique y el Templo de la Compañía de Jesús, entre otros recintos.
El Centro Histórico de Puebla tiene más de 3 mil inmuebles catalogados por el INAH y el 11 de diciembre cumplirá 30 años de haber obtenido la Declaratoria de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. “El trabajo que le sigue ahora a la Unesco es que en las próximas semanas, más allá del censo y la revisión sistemática de edificios, debe aglutinar toda la información para concretar un plan de acción que tendrá una parte técnica, una parte institucional, pero es imprescindible la parte ciudadana”.
En Puebla son necesarios muchos recursos, el primero es la esperanza, el ahínco y el ánimo, a decir de Sanz; el segundo, los recursos humanos que se emprenden de forma coordinada y, tercero, los financieros, que serán en todos los niveles, incluidos los internacionales. Pero los vitales son los del día a día. Los de José Luis Sánchez, por ejemplo, sacristán del templo de Nuestra Señora de los Dolores.
“Estaba haciendo un inventario en la bodega de arriba cuando empezó a temblar, hasta que terminó pude bajar y vi que sólo se cayeron algunas partes de los revocos de la bóveda, que sí son materiales de construcción originales, pero son mínimos. Ese mismo día cerramos el templo porque en el exterior sí hay fracturas”, señala el sacristán del templo desde hace 25 años.
También está la fe de los comerciantes del Centro Histórico, pero también la angustia. Lupita vende tamales desde hace 30 años en un local de 6 Norte, frente al Mercado El Parián. La casona sufrió daños y está siendo apuntalada, Lupita tuvo que salirse y acomodarse enfrente.
“Yo y mi hermana no tenemos otro ingreso, de esto nos mantenemos: mi mamá tiene 87 y mi papá, 88; viven a base de puro medicamento, era nuestra fuente de trabajo y allí ya tenía yo más de 30 años, mucha gente nos conoce y ahora estamos viendo qué vamos a hacer”, dice con lágrimas en los ojos, pues además debe pagar la renta del local que ahora está ocupado por polines de madera.
No es que falte lugar para vender, faltan turistas que acudan al Parián, que caminen por el Barrio del Artista, que deambulen por las noches poblanas como lo hacían antes del terremoto. Hoy en día, a las 8 de la noche la calle se vuelve solitaria y oscura, ¿quién va a pasar por entre apuntalamientos de madera y metal? Pocos se atreven a brincar los inmuebles precintados o restringidos por las cercas de metal.