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ssierra@eluniversal.com.mx
“La reconstrucción no es nada más llegar, construir e irse, es una oportunidad para el desarrollo sustentable en el tiempo —con todas las implicaciones que tiene la palabra desarrollo— y también para recomenzar”.
Con su equipo de la Asociación Civil Cooperación Comunitaria, la arquitecta Isadora Hastings ha conseguido desarrollar un método de trabajo para la reconstrucción de vivienda en comunidades que han resultado damnificadas por desastres naturales, desde huracanes hasta sismos. Es un trabajo interdisciplinario, de aprendizaje de todas las partes, a largo plazo, donde la vivienda es tan importante como la economía, la habitabilidad, el medio ambiente y la cultura.
Hastings habla de compartir experiencias, realizar talleres, involucrar a las comunidades, diseñar manuales; de escuchar y de aprender de los saberes tradicionales y locales.
En la polémica acerca de los materiales tradicionales —adobe y ladrillo por ejemplo—, que el mismo Presidente Enrique Peña Nieto refrendó al afirmar que durante los sismos de septiembre las viviendas se habían caído principalmente porque eran de adobe—, la arquitecta argumenta que no son los materiales sino los métodos de construcción los que pueden causar más daños:
“Fue muy dañina la afirmación del Presidente porque de por sí el imaginario de la gente es eso: que las viviendas de adobe no sirven, que son de pobres, que no resisten… lo que insistimos es en esto: los materiales no son los que resisten o no, sino el sistema constructivo. Si construyes mal con tabicón, se va a caer igual“.
Como en Guerrero, donde Cooperación Comunitaria trabajó con poblaciones damnificadas por los huracanes Ingrid y Manuel, hoy la A.C. labora en el Istmo de Tehuantepec, con huaves y zapotecos, para recuperación de vivienda y de sistemas de producción, de comizcales, que son la base para los totopos, eje de la economía de numerosas familias.
El trabajo de la organización Cooperación Comunitaria en Guerrero fue reconocido en 2017 con el Green Star Award, otorgado por la ONU y la organización no gubernamental Cruz Verde Internacional a quienes realizan esfuerzos sobresalientes por hacer frente a los impactos ambientales y humanitarios de desastres.
“En Oaxaca hay otro contexto, muy distinto a Guerrero. Un lugar con amenaza de minería, eólicas, proyectos contra los que venía luchando parte de la población. Para nosotros fue conocer las características de cada cultura. Los zapotecas tienen una construcción tradicional de ladrillo rojo, techos a dos aguas y teja; en Ixtepec se produce ladrillo, llegó a haber 40 ladrilleras. En la zona huave eran viviendas más de carrizo, bahareque y techos de palma, pero hace 20, 30 años empezaron a cambiar todas las viviendas por tabicón. Los materiales locales se han ido acabando y la palma ya no es tan abundante”.
“Algunas llegan y le dicen a las comunidades: ‘Yo le voy a construir la casa en ocho días’. Y nosotros llevamos tres meses trabajando con la gente, y hay quien nos dice: ‘Mejor me voy con la constructora’. Sin preguntar qué les va a construir ni nada. Nosotros creemos en una arquitectura que tome en cuenta las formas de vida, las formas constructivas, los materiales locales, a diferencia de otra que llega a hacer algo de cemento colado, de 2.70 metros de alto, con lo que el día de mañana se van a morir de calor con los 40 grados que hay en mayo”.
Encuentro con la comunidad. Cuando los miembros de la A.C. llegaron a la zona de Istmo encontraron que los gobiernos municipales habían decidido tirar casi todo sin recuperar siquiera materiales:
“Mucha de la arquitectura tradicional se acabó por la decisión de demoler, más que por los daños de los sismos. Para todo el programa de reconstrucción es mucho más fácil hacer vivienda nueva que estar evaluando los daños, presupuestando cada vivienda, viendo cómo reforzar…”
—¿Por qué es importante recuperar la arquitectura tradicional?
—Porque está adecuada al clima, a los usos y costumbres, a cómo habita la gente, cómo usan los espacios, si hay en ellos lugares productivos o de almacén. La vivienda representa un proceso que es parte de la vida, no es sólo un objeto de cuatro paredes. Y preservar una arquitectura local tiene que ver con el clima; en el Istmo, entre abril y mayo, las temperaturas suben a 40, 42 grados, y una casa de techos altos hace mucha diferencia.
—¿Qué ha pasado con estas arquitecturas tradicionales del país?
—Hay dos situaciones que encuentro después de estar en varios lados del país; se ha ido deshaciendo y desapareciendo la arquitectura local. Por un lado, por la migración, donde se rompen las cadenas de saberes; y también por el uso excesivo de los bienes naturales, se han ido extinguiendo. Eso ha contribuido a que techos de paja de ciertos pastos terminen de existir; entonces, cambian a la teja, pero la teja también se ha dejado de hacer, y ahora ya son techos de lámina en muchos lugares. Por otro lado, hay una aspiración de mucha gente por la vivienda de tabicón y la loza de concreto, creen que es lo mejor. Lo que nos toca es sensibilizar sobre la importancia de la arquitectura local. Es sumar el conocimiento tradicional con el conocimiento técnico. Eso es lo importante. Existe un conocimiento probado por experiencia, que funciona y simplemente es mejorarlo.
En Oaxaca nos dimos cuenta, la mayor parte de las viviendas que se perdieron fue porque en algún momento tuvieron intervenciones con otros sistemas constructivos. Las que dejaron como estaban desde un principio, están intactas.
Entre otras causas de esta problemática, Hastings señala que Cemex tiene un programa que ha ido acercando fábricas de tabicón a muchas comunidades, “como su programa social”, y que eso ha contribuido a que se dejen de usar materiales locales, lo cual “ha llevado a hacer una arquitectura homogénea, desadaptada a la cultura, al clima. México, siendo un país tan diverso biológica, geológica, cultural y climáticamente, lo estamos haciendo un país homogéneo, gris, donde todos quieren cuatro paredes de tabicón y una loza de concreto. Hay que replantear esto. Estamos viendo las maneras para reivindicar la tierra como material constructivo, menos costoso y más térmico”.
—¿Cómo evalúas el papel del gobierno en la reconstrucción?
—Ahorita diría que muy mal, pésimo. Entiendo que fue un impacto brutal, siete estados afectados... No ha sido fácil. Pero lo inaceptable es que en un país que es sísmico, donde hay volcanes, inundaciones, huracanes, donde tenemos todo tipo de eventos naturales, no haya planes de emergencia, prehechos, es inaceptable. Al vapor todo sale mal.
Y en la Ciudad de México... también un desastre. Del sismo del 85 ¿qué pasó de entonces a ahorita? No se ve diferencia; sólo una mejoría en la sociedad civil, gracias a las redes. El gobierno está igual, fue lo mismo en el 85 que ahorita. Y retoman cuestiones como dónde ponerse en los sismos... Pero no hay cosas elementales como que haya uso y equipos de cascos, silbatos, kits de emergencia y todo un plan de actuación post sismo o post desastre.