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alida.piñón@eluniversal.com.mx
La historia del patrimonio mueble que ha formado parte de la Residencia Oficial de Los Pinos es un rompecabezas con miles de piezas y muchos faltantes. Los capítulos que se han escrito se encuentran desperdigados en libros de investigación periodística y documental, así como en la prensa nacional. En esos fragmentos de historia se puede vislumbrar que desde 1934 y después de 14 presidentes de la República, la Residencia Oficial pocas veces ha sido vista como depositaria de bienes mueble de la nación, de objetos con valor histórico, artístico y cultural .
En 1934, con Lázaro Cárdenas, el lugar de residencia se caracterizó por la austeridad, pero sexenio tras sexenio los pisos se fueron llenando de mármol , los techos de candelabros, el mobiliario de diseños de lujo con decorados que iban del europeo a la artesanía mexicana, y en las paredes se colgaron obras de los artistas más reconocidos del país, de José María Velasco a Raúl Anguiano, pasando por los grandes del muralismo nacional.
A lo largo de los años ha habido inventarios que dan cuenta de que muchos objetos han tenido otros destinos tras cada remodelación emprendida por los nuevos ocupantes, principalmente, por las primeras damas.
Pianos que han ido a parar al Conservatorio Nacional de Música, sillones a bodegas del Castillo de Chapultepec, obras de arte que habían estado en comodato han regresado al Instituto Nacional de Bellas Artes o a la Secretaría de Hacienda, muebles también han vuelto a sus dueños originales que han sido los propios Presidentes. Además, mobiliario que se ha considerado de carácter utilitario se ha repartido en otras oficinas federales.
Sin embargo, especialistas, periodistas y testigos de la vida cotidiana y familiar de Los Pinos también apuntan a que muchas cosas se han perdido a lo largo de los años y que pese a esos inventarios que pocos conocen, al parecer no existe registro oficial de qué es lo que ha sucedido con gran parte de este patrimonio.
La curadora, crítica de arte especializada en el diseño moderno y contemporáneo mexicano, Ana Elena Mallet, advierte: “No sabemos qué ha pasado con todos esos objetos y obras que han formado parte de Los Pinos y que han sido cambiados en cada remodelación que han hecho cada uno de los presidentes. El documento más público de lo que existe en la residencia es el libro Los Pinos. Ésta es tu casa, que mandaron a hacer los Fox. De modo que antes de plantear un nuevo proyecto me parece que Bellas Artes y el Centro Nacional Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble deben estar involucrados, incluso podrían invitar a especialistas independientes que puedan entender y explicar qué ha pasado ahí, cómo y dónde están tantas cosas”.
El arquitecto Sergio Zaldívar, quien fuera titular de la Dirección de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural del extinto Conaculta durante el gobierno de Ernesto Zedillo, asegura que todas las dependencias federales, así como Los Pinos, pedían obras de arte y objetos para decorar oficinas. “Pedían al INAH, al INBA y a quien fuera, de manera impúdica e impune, obras propiedad de la nación. Se prestaban con muy poco control a las oficinas y a la Presidencia de la República. Se sabía que el Presidente pedía cosas y se le daban”.
Opacidad. El cuestionable control y vigilancia, así como la opacidad con la que históricamente se ha manejado la Residencia Oficial, ha dado pie a historias como la que protagonizó Sasha Montenegro, viuda de López Portillo, cuando en 2008 inició un proceso legal para entregar la silla de montar sobre la que cabalgaba Emiliano Zapata el día de su muerte, a un museo de Morelos. Entonces se dijo que el ex Presidente la tenía en su poder desde 1976, año en que le fue obsequiada por el gobernador de Morelos.
El periodista Enrique Castillo Pesado cuenta: “Yo sé que muchas cosas se las llevó Gustavo Díaz Ordaz para regalárselas a Irma Serrano, sé que hay cosas del Castillo de Chapultepec que están en casa de Irma. Estas cosas yo las sé porque he sido un habitual de Los Pinos”.
De acuerdo con el libro titulado Ellas tecleando su historia, de Elvira García, la periodista Anabel Hernández narra que con la remodelación en el sexenio de Vicente Fox solicitó información acerca de lo que ocurriría con todo el mobiliario y piezas de arte y artesanías, le respondieron que todo el contenido se reutilizaría al final de los trabajos. La familia anunció que se mudarían a las cabañas y que la histórica casa que habían habitado los Presidentes serían oficinas.
Entonces Hernández insistió y preguntó qué había pasado con todo lo que se habían llevado a las bodegas. Nadie le dio respuesta.
Ana Elena Mallet insiste en que no hay duda del valor de las obra de arte, pero hay otras cosas que deben considerarse. “A lo mejor una silla presidencial no es de un gran autor ni posee un gran diseño, pero alrededor del objeto hay muchas historias acerca de las personas que ahí se sentaron, su valor entonces es cultural. El mobiliario se debe catalogar a partir de su historia, de su diseño, de su autor y de su cultura. Hay piezas de mobiliario y utilitarias que se convierten en símbolos y son importantes para la memoria de un país. Eso no lo podemos negar. Creo que siempre consideramos a Los Pinos como un bien privado, no cuestionamos que las cosas fueran así”.
En abril pasado, Alejandra Frausto, propuesta por el virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, como secretaria de Cultura —cargo que él no ha ratificado— indicó a EL UNIVERSAL que si bien habían hecho un llamado a la gente para que opinara acerca del uso público que se podría dar a Los Pinos, reconoció que el primer paso era saber qué hay en el lugar. “Primero hay que ver qué hay adentro, no hay mucha gente que conozca lo que hay en estos edificios. El patrimonio que exista ahí por supuesto que se preservará”, dijo.
Ha trascendido que la familia Peña Nieto alista una mudanza escalonada. De acuerdo con el equipo de Frausto, aún no ha habido acercamiento con Los Pinos porque se tienen contemplados dentro del proceso formal de transición.
De artesanías a candelabros.
Existen dos libros autorizados por la Presidencia de la República: La historia de la Residencia Oficial de Los Pinos, de Magdalena Escobosa de Rangel y Fernando Muñoz Altea, publicado en 1988 por el FCE; y Los Pinos. Ésta es su casa, de Editorial Águeda, de 2002, con dirección editorial de Víctor Hugo Rodríguez, José Alfonso Valdez y Ernestina Sodi.
El primero da cuenta de cómo cada nueva administración ordenaba, por ejemplo, cambiar desde una alfombra hasta solicitar obras de Dr. Atl, o cómo la decoración se modificaba según los intereses del Presidente en turno. Se pedía desde artesanía poblana hasta candelabros nuevos.
En los años 70 existía incluso una oficina de Inventarios de Los Pinos, en la que intervenía también la Secretaría de Patrimonio Nacional, ya desaparecida. En distintos periodos hay registro de que muchas obras de arte bajo el resguardo del INBA y de la Secretaría de Hacienda, una vez terminado el sexenio, eran devueltas.
El otro libro, Los Pinos. Ésta es tu casa, no se realizó como un trabajo de documentación ni con el fin de hacer una bitácora o curaduría de los espacios. “El enfoque respondió a ofrecer una suerte de tour histórico por un espacio que era la residencia de una familia que ostentaba el poder y que además era un espacio de trabajo. Nunca había entrado y lo que me encontré fue un espacio realmente muy bonito, con estacionamientos subterráneos, casas al estilo colonial y californiano, como podríamos encontrar casas en Las Lomas. Un lugar poco casero”, dice Agustín Barrios Gómez Segués, autor del prólogo.
En el gobierno de Felipe Calderón, la Presidencia, en respuesta a una solicitud de acceso a la información, dio a conocer una relación de la colección artística y cultural de la residencia, a través de la Dirección General de Recursos Materiales y Servicios Generales.
Había 47 objetos, entre ellos, unos patos de madera, adquiridos en 2000; una escultura de bronce de Sebastian, adquirida en 2007; una obra sin título de José Luis Cuevas, adquirida en 1993; otra de Manuel Felguérez, comprada ese mismo año, al igual que piezas de Juan Soriano, Rafael Cauduro y Julio Galán.
La procedencia, según el documento, era una “toma física” y aunque cada obra estaba valuada, el monto fue reservado. El mobiliario sí era adquisición, había objetos como un tapete hecho a mano 100% de lana comprado en 1996, y un sillón fijo Luis XIV Loraine de 1998.
También se dio a conocer una lista que se catalogó como “obra de arte” que estaba al resguardo del INBA, en comodato con Presidencia; eran sólo 17, de autores como Toledo, Velasco, Soriano, Anguiano, Siqueiros y Clausell; y tres de Hacienda, de Tamayo y Ceniceros Reyes.
Hogar con varios sellos.
Con La historia de la Residencia Oficial es posible conocer, por ejemplo, que Lázaro Cárdenas buscó la austeridad, los pisos no tenían alfombras, los muebles eran sencillos y las paredes no ostentaban cuadros ni adornos. La intención era que los visitantes “se sintieran como en su casa”.
Miguel Alemán tuvo un “sello de feminidad y dulzura de Beatriz Velasco”, con candiles del Imperio y pinturas nacionales; Ruiz Cortines también buscó la austeridad, pero en su decoración estilo francés había candiles de cristal.
Con López Mateos, las Galerías Chippendale hicieron varios muebles; según investigaciones de Ana Elena Mallet, se conviertieron en los proveedores de la clase política más alta del país.
En el sexenio de López Portillo, Carmen Romano trató de separar las áreas de trabajo de las familiares. El ámbito casero lo decoró con muebles de su propia casa y diseño. “Decoramos las habitaciones cada una a su gusto (...). En la parte de abajo se aprovecharon casi todos los muebles que dejó el licenciado Echeverría en el despacho, esos muebles de corte colonial muy sobrio, que también a mí me gustan mucho... El salón Colima lo dejamos tal cual; exactamente igual a la gran sala, la ayudantía, el despacho presidencial conservó hasta la misma bandera, y se quedaron en su sitio los cuadros con escenas de charrería del pintor Francisco de Icaza”, dijo la primera dama a los autores del volumen.
En el libro Desde Los Pinos: una crónica del poder. El adiós al PRI, Rita Gánem y Juan Arvizu cuentan que los De la Madrid fueron admiradores de la pintura mexicana y colocaron obra de grandes autores, como Dr. Atl, José María Velasco, Luis Nishizawa y Rufino Tamayo; y que la esposa del Presidente convirtió a la Casa Miguel Alemán en un “hogar verdadero”. Contrató a un amigo para la remodelación con marquetería poblana y mobiliario estilo chippendale mexicano, arte mexicano y tapetes de Temoaya.
Julio Scherer, en el libro Estos años,narra que con Salinas de Gortari en los corredores que comunican las oficinas de la Presidencia con la Residencia Oficial en la planta baja, había óleos y acuarelas que le parecieron de magnífica factura. Al lado de la firma de los autores destacaba el símbolo de Solidaridad, el programa de gobierno que impulsó en su mandato. “Colgados los cuadros a igual altura y a la misma distancia unos de otros, formaban una valla que seguramente desaparecería al ocurrir el relevo presidencial”.
Las remodelación de los Fox fue una de las más cuestionadas, incluso la Auditoría Superior de la Federación hizo ocho observaciones por presuntas irregularidades. La residencia Miguel Alemán tuvo una inversión de 30 millones de pesos. Y en Los Pinos. Ésta es tu casa es posible apreciar platería, obras de Tamayo, de Cuevas y parte de los muebles.
El presidente Calderón hizo pública la relación de obras de arte y otros objetos e informó de una remodelación en el cuarto de guerra, pero no hay detalles de la decoración. Sobre lo realizado por Peña Nieto tampoco hay información disponible.