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El canto de cientos de aves
en una región con sofocantes temperaturas, envuelve un camino de piedras serpenteado por viejas casonas multicolores que lleva al pasado y presente de un continente ligado a España.
Por las calles de La Antigua,
asentada a menos de 20 kilómetros del puerto de Veracruz, deambulan hombres, mujeres y niños con facciones gruesas y labios anchos, pero con ojos claros resultado de las tres raíces mexicanas: indígena, española y africana.
Aquí, donde viven los descendientes de Hernán Cortés
, de sus huestes y de esclavos africanos, los vestigios materiales de la fundación de la Vera Cruz resisten el paso de 500 años bajo el resguardo de la naturaleza.
La llamada Casa de Hernán Cortés,
que sigue de pie gracias a raíces de árboles milenarios
; la Ermita de El Rosario , primera iglesia de América en tierra firme ; y el imponente árbol donde –cuentan las leyendas— el español amarró sus embarcaciones, son un vivo recuerdo del pasado mexicano.
“Aquí es la entrada de un nuevo mundo, porque México ya existía a través de la cultura Mexica”, dice Isidro Montiel Sánchez , un lugareño que pinta una pared de un restaurante de la población que se prepara para conmemorar los 500 años de la fundación del primer Ayuntamiento de América .
Como casi todos los habitantes de La Antigua,
un reducto con menos de dos mil habitantes, Isidro conoce la historia pasada y presente a detalle , sobre todo la del año 1519 con la llegada de Cortés y la creencia de los grupos autóctonos que era la representación misma de Quetzalcóatl.
“Orgullosos de tener un pueblo que pasó de ser prehispánico a ser la primera población Novo Hispana. Como todo, tiene cosas buenas y malas, algunos hechos sangrientos, pero es parte de la historia”, agrega.
En el parque, donde un enorme globo terráqueo muestra la ruta de Cortés por las tierras aztecas, desde San Juan de Ulúa, pasando por Huitzilapan hasta Quahuiztlan, se cuenta una leyenda en un mural de azulejos: “Aquí en este girón de tierra continental del nuevo mundo estuvo el Capitán General Hernán Cortés Pizarro, procedente de la Vera Cruz , acompañado de sus capitanes, barcos, cañones, falconetes, ballesteros, arcabuceros y caballos. La importancia de la caballería fue un arma fundamental para la conquista”.
En el corazón del pueblo, yace una edificación fundada entre 1523 a 1524 construida con corales
, baba de caracol, ostión, nopal, piedra volcánica, ladrillo y estuco que hoy es abrazada por raíces de árboles milenarios . La vivienda, que originalmente contaba con 22 habitaciones, sólo tiene cuatro en pie gracias a las raíces de tres árboles milenarios de “amate” . Resguardan la llamada Casa de Cortés, aunque en realidad era una casa de contratación, descanso y almacenaje. Aún se conservan colores originales, algunos extraídos de vegetales y cochinillas.
Historiadores recuerdan que Cortés construyó chozas y se encargó de formar un ayuntamiento al que denominó La Villa Rica de la Vera Cruz frente a costas del Golfo, frente a un islote conocido hoy como San Juan de Ulua , pero que los fuertes vientos y huracanes le obligaron a buscar un lugar más seguro.
Fue así como entre 1523 a 1524 encontró el río Huitzilapan
y en sus bordes se instalaron 200 españoles residentes y más de 600 esclavos negro s; para quienes fue construida una Ermita. La edificación no sobrepasa los 20 metros de largo y cinco de ancho . El recinto, edificado supuestamente en 1524 y recién pintado de blanco, es considerado el origen de la evangelización. Crónicas y leyendas aseguran que fueron 12 misioneros franciscanos quienes pusieron las primeras piedras de la ermita hoy conocida como El Rosario.
El antropólogo Omar Ruiz Gordillo
, uno de los principales estudioso de la Conquista española revela que hay pocos indicios de su construcción en 1524, sólo existen registros históricos hasta 1550.
Algo similar ocurre con La Ceiba,
un árbol con brazos de más de 20 metros de largo
y poderosas raíces; la leyenda asegura que sirvió para que Hernán amarrara sus naves cuando ingresó por el río Huitzilapan para fundar La Antigua. Los habitantes del lugar relatan que sus abuelos y tatarabuelos contaban que hace siglos el río se encontraba al lado de la Ceiba, pero que tres grandes huracanes modificaron su cauce hasta que ahora se encuentra a más de 30 metros.
“Aquí amarró Cortés su nave”, dice convencido un joven de piel morena llamado Agustín. Todos dan por cierto que los 518 soldados, 110 marineros, 16 jinetes, 32 ballesteros, 13 escopeteros, 10 cañones y cuatro falconetes que acompañan a Cortés deambularon por las callejuelas envueltas en vegetación.
“Somos orgullosos porque tiene su encanto
y su historia y estamos gustosos de tener toda esta historia aunque mal apreciada por todos los gobiernos”, dice Isidro Montiel mientras blanquea las paredes adornadas con la figura de la Malinche y de Hernán Cortés que se miran fijamente.
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