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Juanita, la "momia"
congelada que reveló los sacrificios incas de mujeres vírgenes, sigue maravillando por su sorprendente estado de conservación más de 20 años después de su descubrimiento en la cima del volcán Ampato, en Perú, a más de 6 mil 300 metros de altitud.
Tanto los expertos como los turistas que la visitan en el Museo Santuarios Andinos de la Universidad Católica de Santa María (UCSM), en la sureña ciudad peruana de Arequipa, quedan impactados por el alto grado de preservación de su cuerpo, en el que se puede apreciar con detalle su rostro, su piel e incluso sus venas.
Allí, casi ajena al revuelo internacional que originó su hallazgo en 1995, descansa protegida por una doble urna que la mantiene a 19 grados celsius en la misma posición en la que fue encontrada casi por casualidad por el arqueólogo estadounidense Johan Reinhard.
"Juanita me cambió la vida, me dio trabajo", confesó Reinhard mordazmente al recordar que el descubrimiento de esta niña de unos 13 años, elegida como máxima ofrenda para los dioses incas, le permitió luego descubrir las tres momias del volcán Llullaillaco, en Argentina, cuyo estado de conservación es todavía mejor.
Aunque las llaman momias, Juanita y sus similares de Llullaillaco, el centro arqueológico más alto del mundo, a 6 mil 700 metros de altitud, nunca pasaron por un proceso de momificación para conservar el cuerpo, pues fueron sacrificadas con sus órganos intactos, y el hielo las mantuvo tal y como murieron hasta hoy.
"La congelación es la mejor forma de conservar los cuerpos. En estos casos hasta llegan a mantener la sangre dentro", destacó Reinhard.
El arqueólogo lamentó que el rostro de Juanita, a diferencia de sus compañeras argentinas, no pudo preservarse tan bien, pues sufrió una caída de 200 metros hasta el cráter del volcán en la que perdió los tejidos que cubrían su cara, apenas unas dos semanas antes de que fuera encontrada.
Hasta ese momento Juanita había permanecido sepultada en hielo y nieve durante más de 500 años, pero la erupción del volcán Sabancaya, aledaño al Ampato, descongeló su tumba hasta dejarla expuesta a las inclemencias del clima.
"En ese momento vi que era una mujer y sabía que hasta ese momento no había constancia de cuerpos congelados de mujeres en la cultura inca", destacó Reinhard, quien no dudó en cargar en su mochila el cuerpo congelado, de unos 44 kilos de peso, y bajarlo de la montaña para evitar que se degradara más.
En efecto, las investigaciones posteriores demostraron que Juanita, originaria probablemente del altiplano peruano, fue escogida como a otras muchachas vírgenes del imperio incaico para ser sacrificadas, una ofrenda extraordinaria que los incas hacían a las montañas, consideradas sus dioses, en momentos muy especiales.
En su caso, posiblemente fue ofrecida al Ampato para aplacar la furia del volcán, pues una eventual erupción bien pudo derretir el glaciar de su cima y causar una gran sequía en la zona, una de las más áridas del planeta, al considerarse el inicio del desierto de Atacama.
"Muchos creen que es algo horrible matar niños para sus dioses, pero para la creencia de los incas y de otras culturas, era un honor, porque esos niños eran puros. Incluso hoy en día lo siguen haciendo, aunque con otras razones, como ocurre con los islamistas", comentó Reinhard.
A Juanita la alimentaron bien y la vistieron con los tejidos más delicados, finos y elaborados, que también pueden contemplarse junto a su cuerpo en el Museo Santuarios Andinos.
Aunque reconoció que los sacrificios humanos hechos por los incas eran acontecimientos muy poco comunes, Reinhard aseguró que es imposible conocer cuántos hicieron, pues posiblemente haya todavía entierros similares en las montañas más sagradas de los incas, sepultados bajo toneladas de hielo y nieve.
Sin embargo, advirtió que el deshielo de los glaciares por el calentamiento global pone en riesgo su existencia, pues si se descongelan como ocurrió con Juanita, solo bastan unos días para que el cuerpo se descomponga, al igual que pasó con otros sacrificios hallados en el volcán Misti, la montaña tutelar de Arequipa.
sc