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Todo comenzó el 22 de julio de 1968. Ese día, alumnos de la preparatoria privada Isaac Ochoterena y de las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) disputaron un partido de futbol americano en la plaza de la Ciudadela, en el centro de la Ciudad de México.
El juego terminó con una pelea callejera en la que los alumnos de la Isaac Ochoterena salieron mal parados. Al día siguiente, éstos apedrearon la vocacional 2, por lo cual los alumnos de ambas vocacionales marcharon hasta aquélla para ajustar cuentas con sus adversarios.
Cuando los jóvenes politécnicos regresaban a sus respectivos recintos académicos, los granaderos, que hasta entonces no habían intervenido, cargaron contra ellos y les propinaron una salvaje golpiza. Pero no sólo eso: entraron en las instalaciones de la voca 5, donde golpearon a otros alumnos y a profesores y profesoras.
El 26 de julio, una manifestación convocada por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), de corte oficialista, partió de la Ciudadela hacia el Casco de Santo Tomás para protestar contra la represión policiaca; y otra organizada por la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNDE) y la Juventud Comunista, entre otras organizaciones de izquierda, salió del Salto del Agua hacia el Hemiciclo a Juárez para conmemorar el décimo quinto aniversario del asalto al Cuartel Moncada, en Cuba.
Sin embargo, una vez que terminó la manifestación de la FNET, sus dirigentes decidieron continuarla hasta el Zócalo, donde fue reprimida por los granaderos. Al huir, los estudiantes de la FNET se encontraron con los últimos manifestantes de la CNDE y ambos grupos enfrentaron a la policía. La batalla, que se generalizó en el centro de la ciudad, arrojó un saldo de decenas de heridos.
Las consecuencias de estos incidentes no se hicieron esperar: distintas escuelas y facultades de la UNAM y del IPN se declararon en huelga... A partir de ahí, los hechos se sucedieron vertiginosamente durante poco más de dos meses: el bazucazo del Ejército contra una puerta de San Ildefonso, la bandera a media asta en CU en señal de luto, la manifestación del rector, la publicación de los seis puntos del pliego petitorio, la instauración del Consejo Nacional de Huelga y de la Coalición de Profesores, las grandes manifestaciones, los mítines relámpago por toda la ciudad, la “caza” de estudiantes, el amenazante cuarto informe de Díaz Ordaz, la exigencia de diálogo público, la ocupación de Ciudad Universitaria, de Zacatenco y del Casco de Santo Tomás y, finalmente, la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
Días agitados e inolvidables
En esos días agitados e inolvidables de hace 50 años, Manuel González Casanova era director del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) y, también, del Departamento de Actividades Cinematográficas de la UNAM. Con su aprobación, un grupo de 18 alumnos del CUEC se organizó y empezó a hacer un registro fílmico de lo que a la postre se conocería como el movimiento estudiantil del 68.
“La edición y el montaje de los fragmentos filmados por esos alumnos constituyen El grito, el testimonio fílmico más importante de dicho movimiento estudiantil; es, además, una película emblemática de la UNAM, porque representa la manera en que la enseñanza crítica de ésta se vincula con los movimientos sociales”, dice María del Carmen de Lara Rangel, directora del CUEC.
El grito fue producida por el CUEC y el Departamento de Actividades Cinematográficas de la UNAM. Esta película de 16 milímetros, filmada en blanco y negro, tiene una duración de 120 minutos. En ella se utilizaron textos de la periodista italiana Oriana Fallaci (herida el 2 de octubre en la terraza del edificio Chihuahua) y del Consejo Nacional de Huelga, leídos por Magda Vizcaíno y Rolando de Castro.
Abarca desde julio de 1968 hasta la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos, celebrada en el Estadio Olímpico Universitario el 12 de octubre, es decir, 10 días después de la masacre de Tlatelolco, en la que, según cifras del periódico inglés The Guardian, citadas por Octavio Paz en su libro Posdata, habrían muerto 325 personas.
El grito muestra, entre otras cosas, cómo los estudiantes entregaban los volantes del Consejo Nacional de Huelga entre la población; cómo pegaban propaganda del movimiento estudiantil en los camiones de pasajeros, en los postes de luz, en las bardas; cómo pintaban las mantas que llevarían en las manifestaciones...
La filmación de esta película la realizaron alumnos de los primeros años de la carrera, así como de los últimos; entre éstos estaban Francisco Gaytán, Leobardo López Arretche, Roberto Sánchez, Alfredo Joskowicz y Juan Mora.
“Con el tipo de cámaras (Bolex de cuerda y algunas de 400 pies) y registros sonoros de la época, que todavía no eran tan finos como ahora, filmaron y crearon una narración que se convirtió en el primer documental estructurado en torno a un movimiento social en México. Ya había registros fílmicos de la época de Porfirio Díaz y de otros movimientos sociales, pero éste fue el primero que contó una historia. De hecho, González Casanova respaldó que se editara como un relato documental”, indica De Lara Rangel.
El Cuec
El CUEC no sólo se dedicó a hacer un registro fílmico del movimiento estudiantil que confrontó al gobierno de Díaz Ordaz, sino que también participó activamente en él. Para ello nombró como su delegado ante el Consejo Nacional de Huelga a Leobardo López Arretche, a quien se le apodó el Cuec, precisamente.
En su novela Los días y los años, Luis González de Alba, delegado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, cuenta que López Arretche, “un muchacho de pelo hasta los hombros y barba igualmente larga”, propuso en una asamblea que, si los soldados los reprimían en la próxima manifestación, ellos, los estudiantes, los recibieran con flores… López Arretche sería detenido el 2 de octubre en Tlatelolco y liberado meses más tarde.
“Originalmente, Leobardo no fue el director de El grito… González Casanova y los profesores del CUEC dieron todo su apoyo para que el registro fílmico continuara e incluso, cuando el Ejército ocupó Ciudad Universitaria, muchos de ellos resguardaron los negativos en sus casas (por lo que se refiere al material del 2 de octubre, se sacó de Tlatelolco en el auto de una estudiante). Y al volver a clases, González Casanova buscó la manera de que los negativos se revelaran y editaran. Fue entonces cuando a López Arretche se le asignó la dirección de la película, y entre 1969 y 1970 ésta quedó lista”, apunta De Lara Rangel.
Es probable que el título de este documental haga alusión al grito de Independencia dado en Ciudad Universitaria el 15 de septiembre de 1968 por Heberto Castillo, uno de los integrantes de la Coalición de Profesores, aunque, en opinión de la directora del CUEC, podría aludir también al grito de rebeldía que dieron los jóvenes en la Primavera de Praga y el Mayo Francés en París, y al grito de libertad que lanzó la juventud mexicana después de la masacre de Tlatelolco.
“Leobardo era alguien que estaba muy interesado en la situación social del país y en las cuestiones relacionadas con el medio ambiente. Luego de concluir El grito, diseñó su siguiente proyecto, pero a final de cuentas se suicidó en julio de 1970. Creo que la desesperación y la desolación que experimentó por la represión sufrida en carne propia y por la pérdida de sus compañeros fueron demasiado fuertes para él”, añade.
Exhibición y estreno “oficial”
El grito se comenzó a exhibir en diferentes instalaciones universitarias (como el Auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras) y cineclubs en julio de 1971. Y no fue hasta el 23 de junio de 1976 cuando, dentro del ciclo “Cine mexicano no industrial”, se llevó a cabo su estreno “oficial” en el Salón Rojo de la Cineteca Nacional, ubicada entonces en la avenida Churubusco, esquina con avenida Tlalpan.
“Este legado de López Arretche y sus compañeros influyó decisivamente en la forma de enseñar cine en el CUEC. Por eso, la UNAM es la institución de enseñanza superior que ha producido la mayor parte de los documentales históricos y críticos sobre distintos movimientos sociales que se han derivado, de algún modo, del movimiento estudiantil del 68. Como ejemplos ahí están los documentales sobre los movimientos campesinos, hechos por el grupo Octubre, o los que retratan los inicios del feminismo, filmados por el colectivo Cine Mujer, o el dedicado al sismo del 85, en el que yo colaboré”, comenta De Lara Rangel.
A medio siglo del movimiento estudiantil del 68, las imágenes y las voces de El grito siguen deslumbrando nuestros ojos y resonando intensamente en nuestros oídos. Veámoslas, escuchémoslas, de nuevo, con atención.