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Detrás de la fachada de cantera y tezontle del edificio marcado con el número 85 en la avenida Hidalgo, se esconden cinco siglos de historia. Conocido en las últimas décadas como Hotel de Cortés, ese extenso edificio colonial, con una serie de ventanales que se aprecian desde la Alameda Central, ha entrado en una etapa de remodelación y rehabilitación para convertirse en un museo que albergará obras de artistas mexicanos del siglo XIX, XX y XXI.
El proyecto, a cargo del arquitecto Francisco Pérez de Salazar, comenzó hace un par de años con la idea de instalar ahí el Museo de Arte Kaluz, una propuesta del empresario Antonio Del Valle Ruiz —propietario de Mexichem, empresa líder en la industria química y petroquímica latinoamericana—, que todavía está en construcción, pero que contempla la adaptación de salas de exposiciones permanentes y temporales, espacios multiusos, un restaurante y cantina, y una terraza bar.
Ahí, al interior de ese inmueble catalogado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), arquitectos y trabajadores han empezado a modificar y recuperar espacios para adaptar este nuevo proyecto que cuenta con la aprobación de la Coordinación de Monumentos Históricos del INAH. Junto a ellos, arqueólogos del Instituto han llevado a cabo trabajos de salvamento arqueológico que, además de recuperar materiales y estructuras arquitectónicas antiguas, les han permitido replantear la historia de este edificio virreinal que en las últimas décadas se le ha conocido erróneamente como la Casa de los Condes de Villanueva.
Cambiando la historia. Después de consultar documentos y mapas antiguos en el Archivo General de la Nación (AGN), Archivo de la Ciudad de México y otros acervos, los arqueólogos Reina Cedillo y Daniel Santos pudieron constatar que los orígenes de ese inmueble están vinculados a un uso religioso, no civil, y que jamás perteneció a algún conde de Villanueva, como aparece registrado en documentos oficiales, como el decreto por el que se declara Zona de Monumentos Históricos al Centro Histórico y sus alrededores. “Cuando empezamos a hacer los trabajos arqueológicos había muchas especulaciones sobre que era un edificio de los Condes de Villanueva, pero cuando iniciamos la documentación histórica nos dimos cuenta de que, en realidad, funcionó para albergar a los agustinos que venían de España, aquí se hospedaban, y de aquí se embarcaban a las Filipinas”, dice Daniel Santos en una visita al sitio.
Aunque aún no han podido precisar la fecha de la construcción original de la casa, los investigadores del INAH identificaron que a mediados del siglo XVII el inmueble fue adquirido por fray Juan de Borja para establecer ahí un hospicio donde descansarían los religiosos de la orden de San Agustín que venían de España comisionados para ir a evangelizar las nuevas colonias en Filipinas. En ese sitio descansaban meses, esperando la salida del Galeón de Manila del puerto de Acapulco.
“No existieron en la Nueva España los Condes de Villanueva. Eso lo dice Efraín Castro, un arquitecto famoso, pero de eso no hay referencias en la documentación que consultamos”, añade la arqueóloga Reina Cedillo.
Los arqueólogos señalan que posiblemente lo que vino a alimentar la confusión fue la coincidencia entre el apellido del religioso español que mandó a establecer ahí el hospicio para los agustinos, Tomás de Villanueva, y el de los penúltimos propietarios del inmueble histórico, la familia Iturbe de Villeneuve.
Ahora, gracias a los trabajos de documentación en archivos, los arqueólogos han podido trazar una cronología puntual de ese edificio y los trabajos de salvamento en el sitio les permitieron recuperar vestigios de las primeras construcciones, huellas de sus transformaciones y materiales que dan cuenta de las diversas
ocupaciones que ha tenido desde el siglo XVII.
En las excavaciones que realizaron para liberar un espacio subterráneo en la primera crujía del edificio, donde se ubicará la cava de un restaurante, los arqueólogos hallaron la cimentación de la construcción original, es decir, de la vivienda que funcionó como hostería para los agustinos. Esos vestigios arquitectónicos quedarán a la vista en el nuevo proyecto de construcción.
En esa área también identificaron muros que correspondían a las accesorias que tuvo el edificio a principios del siglo XX, cuando funcionó como vecindad. Ahí, en uno de esos cuartos nació el 19 de septiembre de 1915 el actor Germán Valdés, Tin Tán.
Imágenes consultadas por los arqueólogos dejan ver el tipo de comercios y el entorno de esa vecindad. “Antes de que fuera hotel habían accesorias en toda la fachada, había una gasolinera, una panadería, una lechería, librería; funcionó así desde finales del XIX y principios del XX”, señala la arqueóloga Cedillo.
En los rellenos de construcción hallaron diversos materiales, como figurillas religiosas, monedas del siglo XIX; materiales modernos, como latas de cerveza y botones, así como pequeñas piezas de cerámica que comprueban la existencia de talleres de alfarería en esa zona en la época virreinal. “Salieron muchos tricoles, que son separadores para la cerámica. Cuando metían al horno las piezas, les ponían separadores entre cada piezas para que no se pegaran al cocerse”, apunta Daniel Santos.
En otros salvamentos realizados en esa zona también han aparecido ese tipo de materiales. Cuando se construyó el edificio colindante, el del Servicio de Administración Tributaria (SAT), arqueólogos encontraron ahí un horno de cerámica, recuerda Reina Cedillo.
Junto a los trabajos de salvamento arqueológico, los arqueólogos han realizado un trabajo de documentación en archivos para identificar las transformaciones que ha sufrido ese edificio desde el siglo XVII.
Reina Cedillo explica que después de la consumación de la Independencia en 1821, el edificio deja de ser utilizado por los agustinos y se convierte en vecindad. Hacia 1836, Antonio Vallejo, entonces ministro de Hacienda de la República, adquiere el edificio, realizan modificaciones y comienza a desaparecer espacios como la capilla, refectorio y biblioteca que tenía el edificio religioso. Hacia 1943 el inmueble se convirtió en el Hotel Cortés, pero su mayor transformación se dio en 1963, cuando se amplió la avenida Paseo de la Reforma. Ese año, apunta la investigadora, se demolió su segundo patio y tiraron una parte de la vivienda. “La achataron para poder abrir Reforma, realmente la casa se salvó de milagro porque hasta ahí tenía que llegar la calle”, dice.
La intervención que realiza el arquitecto Francisco Pérez de Salazar ha consistido en tirar los muros modernos para ampliar los espacios en la parte alta del edificio, donde se ubicarán las salas de exposición, así como adaptar una terraza bar, y colocar una techumbre para cubrir el patio central.
Ese predio de mil 300 metros cuadrados quedará totalmente adaptado para albergar ese nuevo museo que, de acuerdo con la Fundación Kaluz, estará listo para este año. Consultada por este diario, la Fundación que lidera el proyecto de construcción del nuevo museo declinó dar más detalles de la propuesta museográfica, aseguró que el proyecto está todavía en construcción y que será en los próximos meses cuando lo den a conocer. En su página web, sin embargo, aparecen ya proyecciones de lo que sería este nuevo museo que estaría dedicado al arte mexicano moderno y contemporáneo.