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En el terreno de un antiguo basurero, Giovanni Navarro amarra las cintas de un grueso cinturón de piel que porta orgulloso para la práctica de juego de pelota , una milenaria tradición que regresa a Ciudad de México después de 500 años .
Al igual que él, otros jóvenes mexicanos reviven esta práctica deportiva que data de hace 3 mil 500 años y que civilizaciones como los mayas y los aztecas realizaban con fines ceremoniales y lúdicos.
"El juego de pelota nos está rescatando a nosotros porque el juego ya estaba desde tiempos inmemoriales, y qué mejor que hacerlo en este lugar", dijo a AFP Navarro.
Durante la reta deportiva, el joven de 30 años y sus compañeros jugadores de " ulama " (su nombre en náhuatl) golpean con la cadera un balón de caucho de casi cuatro kilogramos que deben ensartar en un aro de piedra colocado a seis metros de altura desde el suelo.
La competencia, frecuentemente relacionada a rituales de fertilidad o ceremonias guerreras en los antiguos tiempos, se disputa entre dos equipos de uno a siete jugadores.
Los juegos de pelota prehispánicos han sido rescatados en tiempos modernos por diferentes grupos alrededor de México y la región. Sin embargo, no se había jugado en la capital mexicana en cinco siglos.
"El juego de pelota quedó olvidado (...). Fue derribado hace 500 años, pero ahora todo se está levantando de nuevo, aquí en Azcapotzalco ", dijo Emmanuel Kakalotl, entrenador del juego milenario.
Azcapotzalco, el antiquísimo barrio al norte de la capital mexicana donde fue construida esta nueva cancha en lo que fue durante décadas un basurero, está estrechamente vinculado con la historia de México.
Según el Códice Xólotl, un importante manuscrito pictográfico que abarca casi cuatro siglos de la legendaria cultura náhuatl, Tezozómoc, rey de Azcapotzalco, cedió un islote en medio del lago de Texcoco a los recién llegados aztecas para fundar Tenochtitlán (1325).
Pero para 1430, Azcapotzalco fue tomada por tropas aztecas, quienes derrotaron a sus antiguos benefactores para incorporarlos a su imperio.
Annick Daneels
, investigadora belga del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), confirmó que esta es la primera cancha de juego de pelota mesoamericano en Ciudad de México, tras su extinción en la zona.
"Había muchas canchas de juego de pelota en la época posclásica (950-1521), pero cuando llegaron los españoles (1519), por su liga con los elementos políticos y religiosos, el juego de pelota fue probablemente una de las primeras prácticas que prohibieron ", explicó.
La práctica refleja la íntima relación entre el juego y la guerra , una lucha de contrarios cuya conexión convirtió a la cancha en un escenario para los sacrificios, que se realizaban, principalmente, por medio de la decapitación.
De acuerdo con Daneels, las versiones de que los sacrificios pudieron efectuarse entre los ganadores o perdedores de la justa deportiva son ambas "válidas".
"A través del tiempo el juego de pelota y su asociación religiosa ha ido cambiando y la información de los cronistas para el pos-clásico sí sugiere que ya se había trasladado el sacrificio al perdedor del juego", explicó.
La cancha se ubica en el FARO Azcapotzalco Xochikalli, un centro cultural operado por el gobierno de Ciudad de México . Aquí, las reglas prohíben fumar e ingerir alcohol.
"Hay bases fundamentales en la cosmovisión indígena : el cuerpo físico, el intelectual, el emocional y el energético, y muchos de los caminos que se pierden es porque no encuentran esa unidad. Nosotros lo encontramos sensibilizándonos a través del arte", explicó Lia Membrillo, coordinadora del centro.
Es así como esta práctica se ha convertido en una manera de combatir las adicciones y la delincuencia entre los jóvenes .
También se ha extendido a una nueva generación de jugadoras , quienes han hecho su lugar en un deporte que antes era prohibido para las mujeres .
"Las que se entregan (al juego), las considero guerreras de corazón porque no es fácil. Es un deporte que no cualquiera lo practica, no cualquiera aguanta tanto golpe, tanta práctica", dijo Beatriz Campos, una jugadora de 25 años, portando orgullosa el cinturón de piel alrededor de su cadera.
fjb