La arqueóloga Ximena Chávez Balderas recalca que es una verdad irrefutable el sacrificio humano entre el pueblo mexica, sin embargo, los descubrimientos realizados difieren en cantidades, significados y técnicas empleadas.
A través del análisis pormenorizado de materiales óseos recuperados en el Templo Mayor , la investigadora se ha convertido en una de las principales especialistas sobre el fenómeno sacrificial en la cultura mexica, detalla el INAH a través de un comunicado. La estudiosa, ganadora del Premio INAH Javier Romero a la mejor Tesis de Maestría en Antropología Física, publicó un libro sobre las exequias que tenían lugar en el recinto para despedir a los difuntos de alto rango.
“En esencia y como la propia etimología señala, el acto de sacrificar significa hacer sagrado, convertir un ser humano o un animal en un medio de comunicación con lo sagrado, a partir de su destrucción”, menciona antes de abordar su nueva publicación.
El objeto de análisis de Sacrificio humano y tratamientos postsacrificiales en el Templo Mayor de Tenochtitlan son 99 individuos decapitados y dos infantes recuperados en 26 ofrendas y en el relleno constructivo de esta edificación, principalmente en la plataforma que correspondía al adoratorio del dios de la guerra, Huitzilopochtli, y algunos procedentes de la plaza principal.
Los restos fueron recuperados en las etapas constructivas del Templo Mayor que datan de los períodos de mayor expansión del imperio mexica , entre 1469 y 1502.
Luego del sacrificio, mientras los cuerpos de los inmolados iban a parar probablemente al remolino de Pantitlán o al calpulli (barrio), sus cabezas permanecían en el recinto sagrado de Tenochtitlan. Este segmento anatómico se convertía entonces en un elemento transmutable en significados, como explica Chávez Balderas.
“En realidad tenemos los restos de pocas victimas sacrificiales porque el Templo Mayor no fue concebido como el lugar de enterramiento para todas las víctimas, sólo algunas eran llevadas al edificio durante ceremonias específicas; por ejemplo, para consagrarlo durante su inauguración o alguna ampliación. Las cabezas cercenadas se enterraban casi de inmediato a la decapitación, aún con las vértebras cervicales articuladas.
“Otra categoría corresponde a lo que llamamos efigies de deidades", dijo la investigadora y señaló que los cráneos que estuvieron expuestos en el tzompantli eran sometidos a tratamientos de desuello para luego ser decorados con atributos asociados a ciertas deidades.
Sobre la preparación de cráneos para el tzompantli, Chávez Balderas dijo eran utilizadas herramientas puntiagudas para golpear la parte lateral del cráneo donde el hueso es más delgado. Una vez lograda la perforación, se percutía la orilla hasta lograr el orificio donde atravesaría el madero
Tal vez lo más estandarizado sea lo que corresponde a las edades de los individuos sacrificados, la mayor parte de ellos, 90 %, se hallaban en una edad productiva, entre los 15 y los 40 años, correspondiendo la mayoría al intervalo entre los 20 y 30 años. En cuanto al sexo de las víctimas sacrificiales y sus orígenes, hay una variabilidad que también rompe con los prejuicios. "Se sacrificaba en su mayoría a hombres, pero también encontramos mujeres y muchos niños, aunque éstos eran ofrendados principalmente en el Templo Mayor del lado correspondiente al dios de la fertilidad, Tláloc", abundó.
nrv