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Incertidumbre, ahorros finitos y temor de no saber cómo solventar el día a día son algunos de los comentarios que artesanos expresan con un poco de desesperación al no saber qué hacer para afrontar la crisis económica desatada por la pandemia por Covid-19.
Desde finales de marzo inició la Jornada Nacional de Sana Distancia y con ello el confinamiento, por lo que Briseida López, artesana originaria de Pinotepa Nacional, Oaxaca, tuvo que dejar de vender sus blusas bordadas.
La artesana Briseida López es originaria de Oaxaca, pero desde hace ocho años se mudó a la Ciudad de México. Actualmente vive en Topilejo, pueblo originario ubicado en la alcaldía Tlalpan, donde renta una vivienda que habita con su esposo y sus dos hijos.
“Mi esposo no tiene trabajo, y yo, como tengo dos hijos, no los voy a arriesgar, sea cierto o no lo del Covid, mejor me quedo en la casa”, expresa la artesana.
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Briseida, junto con su madre, se dedica a la elaboración de blusas bordadas, las cuales venden en diferentes puntos de la ciudad, como el centro de Coyoacán y lugares alrededor del pueblo donde viven. Sin embargo, por la emergencia sanitaria dejó de salir a vender.
“Los ahorros que apenas estábamos juntando los agarré para pagar la renta y también para comer algo, aunque sea un poco. Uno saca de donde pueda. La señora de la renta dice que puede ayudarme hasta que tenga un trabajo, que porque hay mucha gente que se la está viendo muy mal”, cuenta en entrevista.
Sin ninguna ayuda
La “Cuenta Satélite de la Cultura de México 2018. Año base 2013” reportó que el sector cultura registró un Producto Interno Bruto de 702 mil 132 millones de pesos; es decir, 3.2% del PIB del país.
De esa aportación del sector cultural, 18.8% fue contribución de las artesanías; sin embargo, las personas que se dedican a esta actividad ancestral llevan más de un mes confinados debido a la pandemia.
“Aquí no ha llegado ningún tipo de ayuda, aunque sea una bolsita de despensa, no nos haríamos mal. Lo único que yo he recibido son vales que nos dieron en la lechería, pero no en todas las tiendas aceptan esos vales, eso lo hace más difícil. Nos dicen que para no perder ese apoyo tenemos que ir a comprar leche, pero de dónde voy a sacar para mi leche si no vendo. A veces le digo a mis hijos que no tengo leche, pero ellos son chiquitos y no entienden si tienes o no las cosas”, relata.
Al igual que Briseida, Juan Enrique Bobadilla, representante de la comunidad purépecha en la Ciudad de México, siente temor porque no ha podido salir a vender sus sombreros de palma.
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“Ya era difícil subsistir aquí en la ciudad, con la situación del Covid se complicó más. Hay compañeros que de plano no tienen para comer. Derivado de unas mesas de trabajo, nos dieron un apoyo de mil 500 pesos que no alcanzan porque llevamos más de un mes sin poder vender”, dice Bobadilla.
El artesano señala que el insumo económico les fue aportado por la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (SEPI), aunque sostiene que además de ser insuficiente, sólo fueron beneficiados unos cuantos.
En los estados la situación no es tan diferente, dice Bobadilla, pues sus compañeros viven del turismo y por el momento ni hay visitantes ni se puede salir a vender: “Es complicado, si no hay flujo de turismo, no hay ventas”.
Juan Enrique sólo recuerda que hace dos años atravesaron por una situación similar; en 2017, tras el sismo del 19 de septiembre, tuvieron que detener su producción.
“Por más que se producía, no había una activación económica. La gente prefiere comprar comida que un sombrero o una blusa bordada, porque no son productos de primera necesidad”.
Bobadilla recalca el tema de la falta de apoyos, señala que la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México no les ha comentado de alguno: “Se han mantenido al margen de todo esto”, y critica “Contigo en la Distancia”, programa creado por la Secretaría de Cultura federal, “porque veo que sólo es para cierto sector”.
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Relata que él, junto con otros artesanos, se enteraron de la convocatoria, pero al entrar “no había modo de cubrir los requisitos que pedían. Es muy complicado porque si un artesano apenas tiene para comer, entonces no va a tener para grabar en un teléfono celular un video de 15 segundos y enviarlo por Internet”
El artesano forma también parte del movimiento integrado por la Asamblea por las Cultura, No vivimos del Aplauso y del Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México (Moccam), que han entablado mesas de diálogo con funcionarios del sector cultural.
“Ellos argumentan que ‘Contigo en la distancia’ es la solución, pero es programa discriminatorio porque la forma en que establecen los mecanismos para ingresar al programa no pueden ser cubiertos por una persona indígena. Hay comunidades en las que no hay acceso a los medios digitales. A lo mejor lo son para un artesano urbano, pero no para uno indígena. No ha habido una solución real”, dice Bobadilla.
Desde que Alejandra Frausto, titular de la Secretaría de Cultura federal, asumió su cargo, ha hablado de la importancia de salvaguardar el saber popular.
Al respecto, Juan Enrique Bobadilla señala que “no hay una correspondencia (entre lo que dice y lo que hace Alejandra Frausto), si vemos el universo total de los artesanos y la cantidad de apoyos que se dan, no se cubre; a lo mejor se cubre cierto porcentaje mínimo, pero en lo general no hay un apoyo. No se ve el apoyo a los artesanos, siendo que las artesanías son el formato cultural que más se consume”.
Tal es la desesperación de los artesanos que se organizaron para crear un centro de acopio ubicado en la calle López 23, en el centro de la Ciudad de México, donde todos los interesados pueden llevar algún alimento no perecedero que será repartido entre la comunidad: “Se les brinda el apoyo, es el único modo, porque no hay un recurso suficiente”, dice Bobadilla.
La situación no es diferente en estados como Oaxaca, donde radica Sarahí Flores, artesana que se dedicaba a la elaboración de textiles como blusas y faldas.
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Flores también tuvo que parar por la emergencia sanitaria; sin embargo, al verse afectada, buscó una alternativa y surgió la idea de elaborar cubrebocas que envía a nivel nacional e internacional.
“Nos reunimos entre varias y creamos la cooperativa Bellas Juchitecas, pedimos un préstamos y comenzamos a crear. Cada cubrebocas lo damos a 100 pesos, aunque es algo barato, sobre todo porque es algo manual”, sostiene Flores.
La cooperativa Bellas Juchitecas recibe pedidos a través del teléfono 971 105 7481, aunque esperan poder continuar con su labor, porque Sarahí recalca que por la crisis han incrementado los costos de las telas y los hilos.
Briseida López, Juan Enrique Bobadilla y Sarahí Flores coinciden en que ninguno ha recibido ayuda de algún político. Es tanta la desesperación, que ayer las integrantes de la Unión de Artesanos Indígenas y Trabajadores No Asalariados y del Movimiento Indígena Artesano de México se manifestaron afuera de Palacio Nacional.