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Pinturas dañadas, estatuas grafiteadas, el reloj Luis XIV destrozado: la horda de bolsonaristas que invadió las sedes de los tres poderes en Brasilia hace unos días destruyó todo a su paso, incluso obras de arte de valor incalculable.
Los tres edificios vandalizados, el Palacio Presidencial de Planalto, la sede del Tribunal Supremo y la del Congreso, son tesoros de la arquitectura moderna de Oscar Niemeyer.
Las construcciones futuristas con curvas emblemáticas de este genial arquitecto han sido suficiente mérito para que la UNESCO clasificara al tejido urbano de la capital brasileña como Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1987.
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Y es por eso que este organismo internacional se puso a disposición del Gobierno de Brasil para colaborar en la restauración luego de los graves destrozos.
“Recibí una llamada de Marlova Noleto, directora y representante de la UNESCO en Brasil”, quien “se puso a su entera disposición para contribuir con la reforma y la recuperación de las sedes de los tres poderes y de todo lo que fue destrozado”, anunció el lunes la ministra de Cultura, Margareth Menezes a través de sus redes sociales.
Cada uno de los tres edificios de los que se rompió una cantidad impresionante de ventanas, también estaba lleno de muebles raros y obras de grandes artistas brasileños, así como donaciones artísticas hechas por otros países a Brasil.
El Instituto del Patrimonio Histórico Artístico Nacional (Iphan) “lamentó profundamente los daños causados” y aseguró en un comunicado que pronto se evaluarán “las necesidades de restauración”.
Y es que la lista de obras afectadas es larga, pero destacan algunas como la estatua de granito La Justicia, esculpida en 1961 por el brasileño Alfredo Ceschiatti, que se encuentra en la Plaza de los Tres Poderes. La pieza, de más de tres metros de altura, fue grafiteada con la leyenda “Perdeu, mané” (“perdiste, pobre idiota”). Esa expresión fue usada por un juez para dirigirse a un bolsonarista que lo increpó sobre la confiabilidad de las urnas electrónicas en noviembre pasado, poco después de la derrota de Jair Bolsonaro frente a Luiz Inacio Lula da Silva en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
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En el suelo, en el tercer piso del Palacio Presidencial, se encontró un reloj hecho por Balthazar Martinot, relojero del rey de Francia Luis XIV, de marquetería Boulle, el cofre marrón y dorado muy dañado, con un agujero abierto en lugar de la esfera.
El cuadro Las mulatas, de Emiliano Di Cavalcanti, maestro del modernismo brasileño, fue “apuñalado siete veces”. La “mesa de trabajo de Juscelino Kubitscheck”, el visionario expresidente brasileño, también resultó dañada. Era obra de Oscar Niemeyer y su hija, Ana María; fue usada como barricada.