En “Pantano” (Alamadía), esa novela de Ana Emilia Felker que no sólo atraviesa el Río Bravo y explora la vida de frontera que transcurre entre Estados Unidos y México, entre garitas, violencia y el sueño americano, sino que traspasa el género novela pues toma de la crónica, el ensayo y el diario personal, para pensar la identidad, cuestionar el racismo y hacer una crítica al supremacismo y el sueño de la blanquitud.

La noticia del tiroteo del 3 de agosto de 2019, en un centro comercial visitado especialmente por latinos, ubicado en El Paso, Texas, llevado a cabo por un supremacista blanco, llevó a la escritora a plantearse varias preguntas: ¿cuánto cuesta el sueño americano?, ¿qué define la blanquitud?, ¿cómo hablar de los tiroteos masivos respetando la dignidad de las víctimas? Esas preguntas las fue respondiendo a través de testimonios de migrantes latinos y de su propia historia familiar, ser nieta de un ciudadano estadounidense, y ser parte de una familia que siempre ha tenido la ciudadanía americana como una tabla de salvación o una salida de emergencia, ante una situación difícil en México, se van a Estados Unidos.

“Mi abuelo es americano, entonces siempre hubo como esta facilidad de irse para allá, sobre todo en situaciones de vulnerabilidad, mi tía se fue porque tuvo un divorcio muy complicado y se le acabaron las opciones acá y se fue para allá, mi papá también se separó y problemas de trabajo y también se fue, entonces como americano siempre tenían esa como salida de emergencia, es muy diferente el contexto y muy privilegiado, pero para los migrantes es como una especie de salida de emergencia, que puede ser engañosa, promete una nueva vida, pero también implica un gran nivel de desarraigo y de pérdida de lo que uno era antes y todas las relaciones que se quedan atrás”, señala Ana Emilia.

“Pantano”, novela de Ana Emilia Felker. Foto:  Almadía.
“Pantano”, novela de Ana Emilia Felker. Foto: Almadía.

La narradora que vivió en Houston para estudiar un doctorado en Letras, asegura que “Pantano” nació de querer investigar el tiroteo que ocurrió en 2019 en El Paso, cuando un supremacista blanco apuntó directamente a la comunidad latina en medio de un contexto en el que Trump tenía el discurso de la invasión de los hispanos a Estados Unidos y estaban las caravanas masivas de Centroamérica. “Mientras investigaba tenía que dar cuenta de desde donde yo estaba escribiendo. Me preocupaba parecer lo que no era, apropiarme de la voz de los inmigrantes cuando tampoco es mi experiencia. Intenté dar cuenta de cuál era más o menos mi relación afectiva familiar con el fenómeno la migración”.

Lo que quería era dar cuenta de ese tipo de migración que le toca más cerca, la de los Dreamers que llegaron con sus papás y ya nunca regresaron, pero también no quedarse en su propia experiencia. “Hice entrevistas a diferentes personas que contaban diferentes aspectos del problema del racismo en Estados Unidos, pero también el tema de la blanquitud y cómo se vive, me interesaba mucho en ese clima de polarización que le llaman en Estados Unidos, la guerra de culturas entre republicanos y demócratas, cómo se puede establecer un diálogo con gente que sientes que representa exactamente lo opuesto a ti, que también nos pasa un poco en México, entre panistas y morenistas, como a veces las pasiones están tan exaltadas que no hay posibilidad de diálogo”.

Su planteamiento fue aterrizar estos temas más amplios en situaciones cotidianas. “De pronto eso que parecen convicciones racistas son muy circunstanciales y son los políticos los que capitalizan esas animadversiones o las exaltan. Fui armando un mosaico de diferentes experiencias que dan cuenta de un momento en Estados Unidos donde se está discutiendo la guerra de las culturas o las identidades”, pero quiso hacerlo emulando “Los americanos”, de fotógrafo Robert, quien recorrió todo el país para tomar los diferentes rostros de Estados Unidos durante la depresión y ver que los americanos son muchos tipos de personas, son negros, blancos y que todos están atravesados por las mismas opresiones.

“Creo que para mucha gente ya es muy evidente que no hay tal sueño americano, pero mucha gente sigue arriesgando su vida por esa idea o viviendo su vida igual desde sus países, desde Latinoamérica, con esa idea. Creo que el sueño americano también es el sueño de la blanquitud y que creo que se puede extrapolar a cualquier país. Hay toda una presión de blanquearnos, sin importar el color de la piel, como acceder a un estilo de vida que tiene que ver con el consumo, con el éxito, con el mérito, con la explotación de la naturaleza; con mostrarnos ante los demás como más productivos y más exitosos. Lo mismo pasa ahora que hablan del sueño mexicano, es un poco como acceder a la riqueza en el país; intento hacer una crítica a ese a este modelo de vida”, afirma la escritora.

Matar ese deseo de querer acceder ese estilo de vida y buscar otras formas de existencia menos dañina, es la exploración que atraviesa el libro, dice Ana Emilia Felker, quien asegura que en toda la recopilación de testimonios e historias, ella se planteaba su propia blanquitud. “Es una duda que nos atraviesa en este momento de las identidades y entonces me preguntaba pues tal vez no importa, o sea, si hay que reconocer nuestro propio privilegio y nuestro lugar de enunciación, pero también hacia dónde queremos ir, si queremos acceder cada vez a un mayor blanqueamiento o intentar renunciar a esos ideales e intentar ir hacia otro lado, entonces renunciar a esa blanquitud”, concluye la cronista que cursó el doctorado en Estudios Hispánicos y Escritura Creativa en la Universidad de Houston uh.

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