¿Cuál es la imagen que tenemos de ?, ¿fue un forajido, un rebelde, un caudillo, un salvador? La figura de José Doroteo Arango, conocido popularmente como el “Napoleón mexicano” o el “Centauro del Norte”, se vio fuertemente influenciada por el cine, disciplina artística que creció mientras la se desarrollaba por todo el país.

Si preguntáramos a la gente cuál es la primera imagen que tienen de Pancho Villa, muerto hace justo 100 años, probablemente describirían la escena de alguna película de guerra de la década de 1910, o harían referencias a los actores que lo han encarnado, como Pedro Armendáriz y Antonio Aguilar.

Sin embargo, Pancho Villa es una de las figuras históricas mayormente manipuladas por el cine. Este hecho se debe a distintos motivos, entre los que destaca la afición del revolucionario por salir ante la cámara; además de los políticos, que siempre acompañaron la vida del caudillo.

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En el campo de batalla

Es bien sabido que a Pancho Villa le fascinó ser protagonista de la cámara. El caudillo siempre mostró apertura a que se le filmara a él y a su división durante sus batallas.

El motivo de esta fascinación, dicen los expertos, es que Villa fue una de las pocas figuras de su época que utilizó al cine con fines propagandísticos. Sin embargo, las grabaciones de Villa en el campo de batalla no fueron un asunto fortuito ni llegaron de la nada.

Para el historiador y experto del cine mexicano Aurelio de los Reyes, existió un interés genuino de grabar y llevar al público estadounidense las batallas de la Revolución Mexicana, debido a que estos materiales fueron un éxito en las taquillas de ese país.

“Las imágenes de la Revolución en Estados Unidos comenzaron a circular en mayo de 1911 con la película The Peril of Diaz; el público norteamericano gustó de esta película porque veía a esas tropas listas para cualquier emergencia dada las circunstancias caóticas”, explicó De los Reyes.

Fue en 1914 que la Mutual Film Corporation, conglomerado estadunidense de cine, mandó camarógrafos al campo de batalla villista. ¿La razón? Reivindicar la figura de Villa ante los norteamericanos, la cual había sido manipulada por diferentes diarios de la época que pintaron al caudillo como un bandido y un ladrón.

Pero más allá de los intereses particulares de los consorcios de cine por filmar las batallas de la Revolución Méxicana y llevarlas a las pantallas de Estados Unidos, Pancho Villa mostró una intuición poco común: utilizó al cine para hacer propaganda de su propia ideología.

“Pancho Villa mostró una sagacidad genuina, particular y poco común de la publicidad. Uso al cine para hacer su propaganda. Su sagacidad quedó a la vista, ya que aceptó en sus filas a los cineastas y fotógrafos norteamericanos”, puntualizó De los Reyes.

Sin embargo, filmar el día a día de Villa y sus batallas restó legitimidad al movimiento por algunas razones que, hasta la fecha, siguen siendo objeto de crítica.

En primer lugar, el director de cámaras Raoul Walsh le daba indicaciones al revolucionario sobre dónde y cómo pelear sus batallas. Por otro lado, los combates sólo se filmaban de día para no tener problemas de iluminación.

Esta película llevaría por nombre The life of the General Villa, sin embargo, los directores se dieron cuenta de que no contaba ninguna historia. Para resolver el problema, la compañía filmó al propio Villa en una ficción, en la que el caudillo se interpretó a sí mismo.

Esta película retrató a Villa como un justiciero que cobró venganza contra unos federales que habrían violado a su hermana. “Sea como sea, esta primera película de Villa cumplió el propósito de atenuar la imagen de negativa de éste, difundió entre amplios sectores de la sociedad una imagen positiva de Villa” agregó De los Reyes.

Foto: Especial
Foto: Especial

A pesar de eso, la figura de Villa cambió rápidamente, ya que, al ser derrotado en la Revolución, se le vio como un forajido. De acuerdo con De los Reyes, la imagen de Arango fue un ir y venir en los cines y en la prensa mexicana y estadunidense.

“De cuando en cuando se publicaban reportajes sobre la intensa actividad del guerrillero en su retiro, de su labor educativa y de su amor a los niños. Un día publicaron la noticia de su muerte y comenzaron a proyectarse antologías de la vida del caudillo, algunas prohibidas rápidamente, otras que cortaban hechos y presentaban historias parciales”.

El historiador concluyó que la figura de Villa se convirtió en un tabú. “En vida y muerte, Villa fue una figura problemática para el gobierno; la Revolución es un tabú al igual que figuras como Zapata y Villa”.

Después de su muerte, Pancho Villa fue llevado a la pantalla grande por diferentes directores. Sin embargo, estas historias retrataron de diferentes maneras al caudillo.

Destaca el caso de La sombra de Pancho Villa (1933, Miguel Contreras Torres), que cuenta la historia de Doroteo, un estudiante de ingeniería que es encarcelado después de sufrir la pérdida de su abuela y la violación de su hermana. Debido a los hechos, se une a Pancho Villa y su pelea en la Revolución.

Otro caso que resalta es Vámonos con Pancho Villa (1935, Fernando de Fuentes), un filme que es considerado una obra maestra antes de la llegada de la Época de Oro del Cine Mexicano. “Al final de esta película se muestra a Villa como un cobarde y omite su enfrentamiento con Carranza, no muestra cuando Villa regresa a ser un forajido que emplea a la guerrilla como su principal táctica”, expresó De los Reyes.

Para el historiador y crítico de cine Federico Dávalos, el mito de Pancho Villa se debe a su “internacionalización”, hecho que fue posible gracias al cine. “Han existido versiones caricaturescas de Villa y de la Revolución, éstas se aprecian en numerosas cintas tanto estadounidenses como europeas desde 1911 y hasta la actualidad”.

Un caso en particular es el de las películas del cineasta Ismael Rodríguez, quien filmó varias películas de Pancho Villa con Pedro Armendáriz como protagonista. De acuerdo con críticos como Ricardo Pérez Montfort, este tipo de películas acentuaron una imagen tergiversada del caudillo, además de bombardear de estereotipos a los personajes de la Revolución.

“Creer que Pancho Villa fue una especie de Pedro Armendáriz, que ‘La Cucaracha’ era una generala de la Revolución encarnada por María Félix, o que las soldaderas se parecían a Lilia Prado, a Elsa Aguirre o a Dolores del Río, equivale en buena medida a despojar a la Revolución y a quienes la hicieron de su propia dimensión histórica”, escribió Pérez Montfort en un ensayo.

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