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Guadalajara, Jal.— Siempre que puede, Orhan Pamuk evita hablar de política, afirma que lo que más le interesa en la vida es la literatura, contar historias e imaginar.
Se ha adentrado en la historia de Estambul y de Turquía para entenderse; se ha internado en el pasado y en el presente de ese microcosmos del mundo musulmán, en busca de la potencia que incentive su imaginación que nunca se acalla y que se cimbra a veces por la política.
Ayer, al dictar su conferencia magistral y sostener un diálogo con el escritor Jorge Volpi, Pamuk, el narrador que en 2006 obtuvo el Premio Nobel de Literatura, fue el encargado de hacer la apertura del Salón Literario Carlos Fuentes, uno de los eventos principales de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Entre acotaciones a las varias razones que lo motivan a escribir —entre ellas porque lo hace feliz y porque quiere escribir los libros que quiere leer—, Orhan Pamuk habló de política y de la falta de libertades que hay en Turquía.
Más que su previsión sobre el futuro próximo de Turquía, Orhan Pamuk manifestó su deseo: “Antes de morir quiero ver a Turquía como una democracia plena, quiero ver que todo
el mundo hable con libertad de
expresión en Turquía sin que los
castiguen”.
“Yo quería escribir libros”.
El autor de Me llamo negro y El Museo de la inocencia habló de la literatura, de los autores que lo influenciaron, aquellos como Jorge Luis Borges, Vladimir Navokov o Ítalo Calvino, de los que, dijo, aprendió las acrobacias literarias o la metafísica de la literatura que permea sus historias.
Habló del proceso creativo y también de política de la que, señaló, no le gusta hablar, dijo, porque no tiene un corazón político.
“No soy una persona política en mi corazón. Cuando tenía 21, 22 años todos mis amigos universitarios, todos mis amigos intelectuales que leían los mismos libros que yo, se involucraron en la política y la política en Turquía es terrible, a la mitad de ellos los encarcelaron, a una cuarta parte los golpearon y torturaron”.
Afirmó que fue en la década de los 70 y 80 ser un izquierdista en Turquía era esperar la tortura o la prisión.
“Yo no quería eso, yo quería escribir libros. Yo no quería combinar mi amor por la literatura con la política, me enojé con todos estos escritores de la generación anterior a mí, porque para ellos el único criterio para la literatura era la política, y sus expectativas no eran realistas; el peso que le asignaron a la literatura para cambiar el mundo era idealista. Yo digo que la literatura si cambia un poco el mundo pero también soy modesto, yo no
estoy escribiendo para dar un efecto político”.
Pamuk, quien empezó a estudiar arquitectura, pronto supo que lo suyo eran las letras, y una carrera literaria que intenta alejar de la política.
“Tengo mis enojos, tengo mis estados de ánimo, mis amigos están en la cárcel, yo no quiero ser esto, yo no soy una persona religiosa, creo en la democracia occidental, creo en la democracia liberal”.
Dijo que si algo sabe es que su perspectiva política es la de un izquierdista liberal que está observando la cultura del pasado, que dice que la cultura otomana hace una diferencia y que hay que respetar la cultura pasada sin prestarle demasiada atención a la naturaleza religiosa y opresiva de esa cultura antigua.
“Yo soy un escritor que edifica con antelación mis obras, yo planifico primero, tengo una idea y luego durante muchos años colecciono detalles, y es muy importante coleccionar estos detalles. Yo acudo a la historia no para inventar, no para responder a las fallas de la historia oficial, eso deben de hacerlo los historiadores; yo acudo a la historia por una imaginación romántica. No acudo a la historia para explicarla, mi interés en la historia no es utilitario, a mí me interesa la historia porque le da poder a mi imaginación, me hace trabajar e inventar más”.
El narrador y ensayista turco se definió como “cazador de detalles”. Aseguró que para él una novela es una novela por toda esa galaxia de detalles. “Al final yo me considero a mí mismo una persona que está produciendo detalles y detalles y más detalles. Entonces hay que inventar líneas de historias y personajes que funcionen perfectamente con estos detalles”.
También afirmó que el estilo no es algo que se pueda inventar de manera consciente, es algo que uno sabe sin saber que uno lo está haciendo.
“Uno no elige su estilo sino que su estilo nos elige a nosotros. Uno quiere seguir por ese camino porque siente que ha encontrado su propia voz”.
Luego, tras el tiempo que le llegó encontrar su propia voz, su estilo, se quedó un tanto quieto: “Uno quiere seguir por allí porque ha inventado su propia voz, pero después de un tiempo los críticos dicen ‘Pamuk está imitando a Pamuk’. Yo no tengo un solo estilo, creo que el estilo proviene de la manera en que piensas, la manera en que vives y también la manera en que trabajas”.
Pamuk habló del amor, de la felicidad, de la historia, de ese afán por descubrir Estambul como su territorio literario, de reconocer Turquía como su universo; de su vocación por la literatura esa que concibe como un piedra sobre piedra, como un puente que se construye con trabajo y disciplina, y de a poco.
Dijo que él no se considera un escritor de Estambul, pero sabe que lo es y así es leído. En su relato de vida, donde no faltó su historia familiar burguesa, su soledad vivida desde niño y su deseo abandonado y, desde hace casi una década, recuperado por la pintura, también estuvo su reconocimiento a la influencia que sobre él tuvieron los escritores del boom.
Mencionó la proeza literaria de Juan Rulfo y de Gabriel García Márquez que, como él recrearon sus universos literarios como él lo hizo con Estambul; también mencionó a Carlos Fuentes y a Octavio Paz. Pero estuvieron otros tantos narradores fundamentales para su formación, como fueron Tolstoi, Dostoievski, Proust y Thomas Mann. Que dijo son los cuatro narradores que lo marcaron.
Orhan Pamuk, el Nobel de Literatura que conoce bien el universo estadounidense, dijo que son muchas las razones del por qué escribe o porqué es escritor, entre las varias razones que siempre alega cuando se lo preguntan en entrevistas están:
“Porque quiero leer libros que me hubiera gustado escribir; porque mi religión es la literatura, y no ninguna otra; porque me gusta ser leído; porque creo en la inmortalidad de las librerías; porque quiero escapar de mis sueños; porque nunca me las arreglo para ser feliz”. Y así parece ir por la vida, siempre feliz.