El estreno internacional de "Altar de bronce", de , obra comisionada por la (OSM) se llevará a cabo el 19 y 20 de agosto con el trompetista venezolano, , uno de los mejores del mundo, como solista.

"Altar de bronce", afirma Flores, en entrevista, es una obra que ha llegado a sumarse a lo que el músico llama como su gran cruzada con la música latinoamericana: "Yo soy un artista clásico y el reconocimiento que tengo es porque gané competencias de esa índole. si no fuera por eso, quizá yo no sería tomado en cuenta. Pero también es verdad que no puedo ir a pecho descubierto a promover la música latinoamericana si, en teoría, el circuito de música clásica no me reconoce a mí como un intérprete de música clásica".

Nombres como el del mexicano Arturo Márquez o el cubano Paquito D´Rivera destacan en dicha cruzada con la música latinoamericana; ellos ahora están teniendo éxito porque son compositores clásicos también: Ortiz tiene "un lenguaje propio que está influenciando a las nuevas generaciones" y D´Rivera es "un jazzista, pero cuando escribe en su lienzo para una orquesta sinfónica, para mí se convierte en el Shostakóvich cubano. Es increíble la maestría con la que puede manejar la orquesta. Mientras que sobre Márquez afirma que es, "hoy por hoy, el compositor latinoamericano más programado. En cualquier parte del mundo, al menos una vez a la semana, hay una orquesta tocando el Danzón no. 2".

Foto: Cortesía Pancho Flores
Foto: Cortesía Pancho Flores

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"Me siento muy honrado de ser el dedicatario de Altar de bronce y tengo muchas ganas de llegar a México para poder mostrarle esta obra al público". En la música latinoamericana –continúa el trompetista– hay un espacio virgen por explorar. Quizá en cinco o seis años a él se le han comisionado más de 20 obras, de las cuales sólo tres han sido compuestas por él: "Es insuficiente porque América Latina es un ecosistema artístico inagotable debido a la cantidad de ritmos, colores y estéticas que posee. Es una cosa increíble. Tan solo México o Brasil podrían ser continentes".

Para que un compositor pueda escribir es indiscutible que se adapte a su contexto: "No hay música popular que la de Mozart". Pero, ¿de dónde bebía Mozart?, se pregunta Flores. Del fandango español y de las tarantelas italianas –se responde– porque en toda Austria no existía, entonces, un ritmo como el seis por ocho. "Mahler es totalmente nacionalista y destaca cómo escucha lo popular de la música y cómo lo eleva, después, a lo sinfónico. Dvorak, Shostakóvich y Stravinski beben de la música popular, pero tienen una gran identidad y una gran personalidad".

Y para él se vuelve difícil la interpretación justo cuando la música no posee identidad. "En ese aspecto, yo soy muy egoísta, cuando comisionó algo o un compositor me lo comisiona a mí, me tiene que gustar, y es que el esfuerzo es tan grande porque para aterrizar esto hablamos de miles de dólares". Para Flores, el gusto y la afinidad estética es también la forma en la que puede estar totalmente convencido de que lo que él le va a ofrecer al público será un contenido mucho más elaborado. "Si yo lo entiendo, si a mí me gusta, también voy a poder transmitirle al público unas emociones diferentes".

Sobre la OSM, Flores dice que es como una especie de familia: "Tengo una amistad plena con sus integrantes y me parece que es una orquesta de primer orden a nivel mundial. Para mí es comparable a cualquiera de las grandes orquestas europeas o estadounidenses. Es un honor tener una orquesta de este tipo en América Latina y especialmente en México. Se podría comparar con las selecciones de fútbol en las que están los mejores jugadores, los más competitivos".

Una de las grandes cualidades de la OSM es que no hay en ella un desgaste personal, abunda. "Cada vez que se reúnen es en la temporada de verano y en invierno ya tienen determinados proyectos para cerrar el año".

Foto: Cortesía Pancho Flores
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Sin embargo el contacto con el director de la OSM, Carlos Miguel Prieto, surgió cuando éste se encontraba al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional: "El primer proyecto que hicimos fue una gira por Europa en el año 2015, si no me equivoco; la Sinfónica Nacional tenía al menos 20 años sin hacer una gira fuera de México y yo, junto a la maestra Gabriela Montero, al piano, éramos los solistas".

Esa fue la primera relación profesional entre el trompetista y Prieto, a quien ya conocía por el tiempo en que dirigió la Sinfónica Simón Bolívar. Era 2005, Flores tendría alrededor de 20 años y formaba parte de la orquesta. Ahora, como en una especie de espejo, el músico recuerda sus años de formación y los complementa con su gran interés por el desarrollo profesional de los jóvenes desde la Academia Latinoamericana de Trompeta en Venezuela. Algo esencial, dice, es hablarles con sinceridad; decirles cuáles fueron sus frustraciones y en qué momento fracasó y cayó. Pero también cómo se pudo levantar. "Cuando les cuento con sinceridad todas esas vivencias, ellos entienden que yo no nací tocando así. Cuando uno como maestro se abre a contar estas cosas, ellos ven que no hay secretos, salvo el esfuerzo".

"Quizá, por selección natural, hay gente a la que cuesta más trabajo que a otra. El mismo objetivo le cuesta dos días a una persona y un año, a otra. Pero aquel al que le costó más tiempo puede ser mucho más perseverante y llevar más lejos tal vez que al que le costó dos días".

Ese método también reafirma que antes los maestros intimidaban, pero al trompetista le importan más las relaciones horizontales, donde pueda existir el mismo respeto de parte del estudiante al maestro y viceversa. "Si eso existe, se consigue la fantasía académica y se pueden generar proyectos.

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