Santa María Tiltepec.— La última vez que Natividad Soriano García escuchó las notas del órgano histórico del templo de su comunidad fue en 1955. Entonces, recuerda, era un niño e, incluso, ayudó a mover el majestuoso instrumento que se mantiene bajo resguardo en lo alto de la construcción y que prácticamente desde entonces ha permanecido en silencio.

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Natividad es hoy el sacristán del templo consagrado precisamente a Santa María de la Natividad, construcción de estilo barroco y tallada en cantera, en la comunidad mixteca de Santa María Tiltepec. Además es uno de los pocos pobladores de los 230 que son, que todavía escuchó la música que emergía de este instrumento, uno de los 61 órganos históricos que existen sin restaurar en Oaxaca.

“Yo vi a un señor que tocaba el órgano y fui a mover para echarle aire, sería en 1955. No sé si era músico, pero tocaba muy bonito, se llamaba Asunción Rojas, tendría unos 95 o 100 años”, recuerda.

Según datos del Instituto de Órganos Históricos de Oaxaca (IOHIO), el órgano de Santa María Tiltepec data de 1703 y es uno de los 72 instrumentos que integran un patrimonio cultural poco conocido en el estado y de los que en más de 20 años de trabajo se han podido restaurar 11, sin apoyo de autoridades culturales.

Cecilia Winter, directora del instituto, explica que estos instrumentos fueron construidos entre 1686 y 1891 y afirma que “recuerdan un glorioso pasado musical, cuando Oaxaca era el tercer centro musical más importante en la Nueva España, después de la Ciudad de México y Puebla”

En entrevista con EL UNIVERSAL, la también organista explica que la mayoría de estos órganos se localizan en comunidades de las regiones de la Mixteca Alta, como Tiltepec, y en los Valles Centrales, pues se relacionan con la evangelización dominica.

Olvido institucional

El órgano d el templo de Tiltepec es un enorme instrumento ricamente ornamentado con flores y plantas que conserva los tubos por donde se emitían las notas y el teclado con el que fue construido, algo poco común al ser una pieza de más 300 años, pero se considera que pese al tiempo en silencio, aún es funcional, explica Isaí Guzmán, integrante del instituto y organista de la basílica de La Soledad. “Muchos órganos ya son ornamentales, en este caso sí funcionan, adentro incluso hay hojas de cantos gregorianos que eran muy valiosas para tapar las fugas de aire. Según documentos, data de 1703”.

También, señala el especialista, se caracteriza por estar decorado con caras humanas, algo poco común para la época. “Es un órgano de cuatro pies por la medida del tubo más grande, tiene muchas voces al interior, tiene elementos humanos a los costados, algo poco común. Hay cortes en la caja que nos indican que lo intentaron agrandar. Había interés, había músicos que intentaban mejorarlo y conservarlo”.

El organista explica que pese a la riqueza que representa este patrimonio cultural, ni el gobierno estatal ni autoridades culturales federales se han dado a la tarea de restaurarlos ni vigilarlos, y en el caso de Oaxaca sólo es el instituto quien se ha hecho cargo de preservarlos. Las 11 restauraciones realizadas se concretaron gracias a entes privados como la Fundación Alfredo Harp Helú.

“Se hicieron catálogos en los 90 y 2000, uno nacional y uno de Oaxaca, pero muchos órganos aún no se conocían, no se habían descubierto porque hay muchas comunidades que están lejos, que los tienen bajo resguardo y a puerta cerrada”, explica.

Hoy, el IOHIO trabaja en un catálogo, llevan año y medio de investigación y visitas de campo para documentar los instrumentos, pero se estima que aún faltan dos años más de esfuerzo para que el proyecto salga a la luz.

Resistir en el tiempo

Como uno de los responsables del templo, Natividad Soriano, el sacristán, sabe que con ese órgano que data del siglo XVIII, y colección de arte sacro de las mismas fechas, la comunidad cuenta con un tesoro invaluable y explica que por ello la población se va rolando los cargos para preservarlo y protegerlo.

El valor de dicho órgano es mayúsculo, sobre todo si se toma en cuenta que de acuerdo con Cecilia Winter muchos de los 61 instrumentos que se conservan sin restaurar están en condiciones lamentables, pues la gran mayoría son una caja vacía que ya no tiene tubos ni teclado.

Sobre el órgano de Santa María Tiltepec y algunos otros, Cecilia Winter detalla que están casi completos y fueron tocados hace poco más de 50 años, el problema, afirma, es que el proceso de restauración es muy costoso, por lo que el instituto, que sólo sobrevive con donaciones privadas, ahora tiene como finalidad sólo cuidar y poner en uso los instrumentos ya rehabilitados.

“A veces están en comunidades muy despobladas, donde ya no hay músicos y el acceso es muy difícil. Nuestro trabajo ahora es mantenimiento y conservación, esperando que algún día los pueblos tengan los recursos para restaurarlos”.

Eso es precisamente lo que pasa en Tiltepec, pues saben que es prácticamente imposible lograr restaurar el órgano y reintegrarlo a la vida comunitaria, no sólo por lo costoso de la empresa, sino porque aquí, desde hace muchos años, ya no existen músicos y los jóvenes cada vez muestran menos interés en ello, lo que también pone en riesgo la preservación de otras tradiciones, como el caso de la danza.

“Nuestros abuelos nos contaban cuando tocaban el órgano, pero hace mucho que ya no suena y se está deteriorando, pero nos dijeron que restaurarlo cuesta mucho. Necesitaríamos poder hacerlo porque los niños y jóvenes ya no lo escucharon, yo tengo 46 años y no me tocó”, dice Isidra Santiago Lara, agente municipal de la comunidad.

La preocupación por restaurarlo, agrega, es porque poco a poco se han quedado sin músicos, por lo que buscan apoyo para impulsar un proyecto con los 34 niños que habitan en Tiltepec. “Tenemos un baile que se llama Las Mascaritas, pero como no tenemos músicos ni instrumentos, se está perdiendo”, lamenta.

Que vuelva la música

Las notas que emanan de un pequeño órgano color verde, casi como una caja musical, se extienden por la enorme nave del templo consagrado a la Virgen María que se ubica en Tamazulápam del Progreso, otra comunidad de la Mixteca de Oaxaca que también alberga órganos históricos: uno de los más grandes de los que se tienen registro, sin restaurar, y uno de los seis más pequeños, pero el único que aún funciona. Esta comunidad es una de las sedes del Festival de Órgano y Música Antigua, que tras tres años de silencio por la pandemia volvió a territorio oaxaqueño este fin de semana con ocho conciertos donde participaron 30 músico nacionales e internacionales.

A diferencia de Tiltepec, los órganos que habitan en Tamazaulápam aún forman parte de los rituales religiosos de esta comunidad, pues aunque se cree que el más grande de ellos nunca se terminó y fue saqueado durante conflictos armados, el más pequeño, que data de 1725, de vez en cuando vuelve a sonar con piezas de música antigua y sacra.

Cecilia Winter, la directora del IOHIO y fundadora del festival, relata que este evento, que llega a su edición 14, es una de las estrategias para fondear las actividades de conservación de los órganos históricos restaurados de Oaxaca, mismas que se sostienen completamente de donaciones privadas.

Pero sobre todo, sostiene, es una “forma de revalorización de estos instrumentos”, y su finalidad es volverlos a integrar, ya restaurados, a “la vida actual de sus comunidades”.