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En vísperas de las celebraciones de Semana Santa, el polvo, la tierra y los botes con cemento y piedra predominan en la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, en la colonia Guerrero de la Ciudad de México, uno de los templos religiosos más emblemáticos del siglo XVI y también de los más afectados por el terremoto del 19 septiembre de 2017.
A unos meses de cumplirse el séptimo aniversario, el terremoto sigue mostrando las marcas de su devastación. La cúpula de la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles no ha podido terminar de ser restaurada debido a la complejidad de la obra.
Aunque los trabajos de restauración avanzan, no hay una fecha para que los devotos puedan volver a este templo, el cual luce detenido en el tiempo. “El gobierno y la parroquia se echan la bolita. Ahora tomamos misa aquí dentro o en una carpa en la calle, pero no sabemos cuándo estará la parroquia lista”, dice María Gutiérrez, quien lleva 82 años viviendo en la Guerrero.
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Ella, al igual que muchos otros habitantes de la popular colonia, asisten a diario al lugar, donde hay una sala rehabilitada el año pasado junto a la parroquia principal, que luce ahora con andamios, lámparas y otros aditamentos necesarios para la restauración.
Y es que no sólo la cúpula quedó severamente dañada por el sismo del 17. Desde los estudios previos para la reconstrucción, los ingenieros vieron que la estructura presentaba hundimientos, por lo que los primeros pasos fueron estabilizar los cimientos.
Cerca de las siete de la noche del miércoles de Semana Santa de 2024, EL UNIVERSAL visita las obras de restauración de la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles.
Algunas personas esperan al párroco, quien oficiará una misa especial por la fecha. En las paredes de las oficinas de la parroquia se anuncian las actividades de Semana Santa, las cuales tendrán lugar en una carpa instalada afuera del recinto, en la calle Lerdo.
Al lado del altar, una decena de trabajadores continúa con sus labores. Suben y bajan botes de cemento y piedra, ya que están finalizando su turno de trabajo.
“Estamos trabajando solamente en arreglar la fachada y la nivelación de los cimientos hundidos, no podemos atender la cúpula porque la iglesia se estaba hundiendo, entonces ya casi finalizamos la primera etapa; ya en una segunda parte, ahora sí, comenzaremos con la cúpula”, dice José Luis López, encargado de las obras de restauración.
Contrario al discurso gubernamental por parte de las autoridades de la Secretaría de Cultura, López afirma que la Parroquia no quedará lista este año. “A lo mejor la siguiente Semana Santa ya se podrá tomar misa adentro, pero quién sabe porque después de la cúpula sigue otra etapa, que es pintar, colocar vitrales y detalles, y todo tarda porque primero se presenta el proyecto, lo aprueban las autoridades y luego ya entramos a trabajar. Todo es un proceso de meses y meses”, reitera.
El trabajador señala que la cúpula podrá ser restaurada una vez que los hundimientos diferenciales se resuelvan. “Hay un hundimiento de 20 centímetros, complica todo, el tambor de la cúpula no queda nivelado si no está parejo”, detalla.
Al interior del Santuario principal, una estructura de casi cuatro metros de altura sostiene lo que queda de la cúpula. Para evitar filtraciones de agua que puedan dañar el interior, los trabajadores colocaron una techumbre temporal de madera y láminas de metal.
José Luis López señala los daños por los hundimientos, los cuales se notan en las esquinas del santuario. “Si te paras justo en medio de aquí, puedes ver que los soportes ya están chuecos, y estamos trabajando para nivelarlos y que no se vaya a caer con otro terremoto”, detalla.
En la misa, el párroco Adrián Vázquez pide oración especial por las obras de restauración. “Oremos por nuestro recinto, para que la restauración continúe”, dice.
En ese momento, dos personas se acercan a los devotos para pedir la tradicional limosna. Otras personas se hincan para rezar.
La señora Josefina Vázquez dice a este diario que la comunidad espera con anhelo tomar la misa otra vez en la nave principal del recinto.
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“Ya pasaron muchos años y todo sigue casi igual que cuando se cayó la parroquia. No hemos perdido la fe, pero mira la situación, estamos a un día de las actividades de Semana Santa y casi no hay gente, las personas dejaron de venir porque no es muy cómodo venir a misa así”, expresa.
Justo como la feligresa lo indica, aproximadamente 30 personas acudieron a la misa del miércoles santo. En la entrada de la pequeña capilla, el polvo y la tierra de la obra se hacen presentes, al mismo tiempo que el párroco Vázquez comparte una reflexión sobre Judas Iscariote.
El sacerdote señala en varias ocasiones que las actividades de Semana Santa tendrán lugar en la carpa, la cual tiene más espacio y es más cómoda. Insiste a los devotos que asistan, que inviten a sus familiares. “Celebraremos la Semana Santa en la carpa, todas las actividades serán ahí”, recalca.
Al lado de la carpa, que luce oscura y vacía, los trabajadores terminan de guardar materiales y herramientas. Volverán al día siguiente, para continuar con una labor que no se ha podido concluir en casi siete años.