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La Orquesta Filarmónica de la UNAM (Ofunam) quiso mostrar los horrores de la guerra, pero también la esperanza en el futuro en su segunda temporada 2023, con un programa que alude a la invasión de Rusia a Ucrania que el pasado 24 de febrero cumplió un año, aunque tiene su antecedente desde 2014.
En el contexto del festival El Aleph, la Ofunam programó para los conciertos del sábado 20 y domingo 21 de mayo dos obras que, incluso por su duración, dan una imagen de la desproporción del conflicto bélico actual entre Rusia y Ucrania. Arrancan con la pieza coral Plegaria por Ucrania (2014), de Valentin Silvéstrov (Kiev, 1937), cuya edad irónicamente es casi la misma que la obra que cierra las presentaciones, la monumental Sinfonía número 7, Leningrado, que Dmitri Shostakóvich (San Petersburgo, 1906-1975) compuso en 1941 y estrenó un año más tarde en medio de bombardeos nazis.
Ludwig Carrasco, director titular y artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) desde enero de 2023, tomará la batuta en la sala Nezahualcótl como invitado de la Ofunam para participar en las jornadas artísticas de reflexiones que –en esta edición de El Aleph. Festival de Arte y Ciencia, que se lleva a cabo desde el 13 y hasta el 21 de mayo– estarán enfocadas a la violencia y la cultura de la paz.
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“La Plegaria por Ucrania y la Sinfonía Leningrado son dos miradas sobre la violencia y la guerra desde distintas perspectivas. La ucraniana, representada por el compositor más relevante de Ucrania, Silvéstrov, y la rusa, con Shostakóvich, cuya pieza cobra relevancia en el contexto actual de una guerra que está en curso en aquella región del mundo, a pesar de estar escrita hace 80 años”, expuso Carrasco, en alusión a que el compositor escribió la obra en el contexto del sitio nazi a Leningrado, que se prolongó letalmente desde septiembre de 1941 a enero de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial.
“Desafortunadamente, como bien dice, es un programa de gran actualidad”, dijo el director orquestal.
Detalló que Silvéstrov compuso en 2014 la oración a su país, una pieza coral, durante la primera gran crisis entre Ucrania y Rusia tras el derrocamiento de Viktor Yanukovich como presidente por su alianza con Vladimir Putin, quien enviaba tropas a la península de Crimea para apoyar a separatistas pro rusos.
La obra original en coro repite la oración: “Padre nuestro, Padre nuestro, protege a Ucrania. Danos fuerza, fe y esperanza. Padre nuestro, Padre nuestro”, pero después fue orquestada por el violonchelista y compositor ucraniano Eduard Resatsch, por encargo de la Sinfónica de Bamberg, en el contexto de la nueva invasión Rusia a su país vecino, que es la versión que se ha estado interpretando en el mundo.
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“Es una pieza pequeña, pero muy significativa, cargada de una gran expresividad y, de alguna manera, de una gran esperanza de que esta guerra llegue a su fin pronto. Contrasta mucho con la monumentalidad de la Sinfonía 7 de Shostakóvich, que dura alrededor de 70 minutos. Hasta en esa comparación por la duración de las obras se muestra una imagen del conflicto”, añadió Carrasco.
Recordó que la obra de Shostakóvich es muy compleja y tuvo su gestación y primeras interpretaciones en el contexto del asedio nazi a Leningrado, la ciudad en la que nació el compositor cuando se llamaba San Petersburgo (antes de la revolución bolchevique), en un momento histórico también para Rusia.
“Fueron casi tres años de asedio, casi un millón de personas muertas. Uno se puede imaginar los estragos que causó no sólo a las personas, sino a la ciudad, a la cultura, a las condiciones de vida de la gente que estuvo en ese momento histórico”, agrega el director huésped sobre la Sinfonía Leningrado.
Añadió que la Ofunam interpretará esas dos visiones acerca del horror, pero que también ofrecen esperanza y visión al el futuro, lo que a su juicio debe y puede ser la función del arte y la cultura como crítica a los horrores pero también como transmisores de esperanza y los sentimientos de la humanidad.
La Sinfonía número 7, opus 60, Leningrado, y su compositor han inspirado libros como la novela de Julian Barnes, El ruido del tiempo (Anagrama, 2016), la biografía Shostakóvich. El arte amordazado por la autoridad (Turner, 2004), de Bernd Feuchtner, o incluso Dmitri Shostakóvich. Genio y drama (FCE, 2013), del violonchelista mexicano Carlos Prieto, que recibió al compositor en México en 1959.
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Sobre cómo las piezas de Silvéstrov y Shostakóvich pueden repercutir en México y los mexicanos, agobiados por la violencia rampante y en auge desde principios del siglo XXI, Carrasco recuerda que el arte se ha visto siempre como espejo de la sociedad, como lo logran ambos compositores claramente.
“A nosotros, como mexicanos, es cierto que nos hemos vuelto insensibles hasta cierto punto de la situación que hemos vivido en las décadas pasadas respecto a la violencia, pero esta música nos puede ayudar a despertarnos un poco los sentidos por el menaje que transmite, para darnos cuenta del entorno en que vivimos. Es un mensaje que a unos nos llega más profundo, que está presente. Ambas piezas no se relacionan únicamente a los entornos ucraniano o ruso, la podemos atraer a nuestra realidad actual para reflexionar sobre lo que vivimos, lo que podemos hacer para no contribuir a este entorno de violencia y lo que podemos esperar respecto a nuestro futuro inmediato”, añadió el director de la OSN.
El director de Música UNAM José Wolffer tenía en mente a Silvéstrov y Ludwig Carrasco propuso a Shostakóvich; él funcionario universitario estuvo de acuerdo en presentar a los dos, porque dejar sólo a uno sería falta de sensibilidad al sufrimiento que está viviendo la contraparte de este conflicto bélico.
“Mi acercamiento con la Sinfonía 7 fue de impacto por la magnitud del horror que transmite, algo que se puede entender sin haber estado en un conflicto armado, en primera persona, la música te transmite esa sensación de desolación, de vivir en carne propia ese momento tan especial para los rusos.
“Al escuchar a Silvéstrov y conocerlo más puedo percibir el mensaje que nos puede transmitir este gran compositor. De alguna manera también el tamaño de las obras en cuanto a su duración nos pueden transmitir una imagen del conflicto armado, en donde una pequeña región, como es Ucrania, no se puede comparar con Rusia. Musicalmente hablando, tenemos una pieza pequeña de duración y la masiva sinfonía de Shostakóvich, eso nos puede dar una imagen de la guerra en este contexto. Ambas piezas son monumentos a las personas, a las víctimas, a quienes resistieron la guerra, aunque después hayan sido usadas como propaganda por dictadores”, concluyó el director de orquesta michoacano.
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