Uno de los grandes conflictos de nuestro tiempo es que somos sociedades cada vez más longevas y cada vez más hostiles con la gente mayor. Esa es la paradoja que subyace en Cien cuyes, la novela con la que el escritor peruano el Premio Alfaguara de Novela 2023, una novela tragicómica, pero al mismo tiempo conmovedora sobre un grupo de ancianos que defienden su dignidad en la persecusión de su muerte, “el gran tema es la búsqueda de la dignidad como ser humano”, afirma el narrador y periodista.

De la novela publicada por Alfaguara, habla con Gustavo Rodríguez (Lima, Perú, 1968), quien asegura que ha sido una decisión paulatina y consciente, a lo largo de los últimos años, de escribir sobre el lugar del mundo que mejor conoce y ese lugar es Lima, pero también sobre temas que le preocupan.

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¿Hay que abordar la longevidad en América Latina?

La tendencia hacia sociedades más longevas es imparable. En América Latina lo sentimos menos porque todavía somos sociedades más jóvenes, pero a muchos países de la región se nos está acabando el bono demográfico del que hablan los economistas, y además tenemos cada vez más juventud que no está dispuesta a tener hijos como sus padres, eso hace que en vista de ese futuro no muy lejano, tengamos que empezar a pensar en un nuevo contrato social sobre cómo debemos conducirnos en esta nueva realidad, y mi aporte a esa preocupación es a través de la ficción.

¿Hay una historia conmovedora, pero detrás un llamado de atención?

Yo sé que en la novela hay mucho corazón involucrado, pero yo creo que sí hay preguntas que quedan rebotando. ¿Vale la pena haber alargado tanto la vida en un siglo para que en ese último tramo contenga tanta infelicidad?, por ejemplo. Me parece que son preguntas pertinentes que deberíamos comenzarnos a hacer ya y a atender el problema.

¿Somos países con políticas públicas para esa población?

Cuando yo nací la esperanza de vida en mi país no pasaba de los 40 años y ahora va camino a duplicarse, y eso hace que nos tengamos que hacer varias preguntas. Si bien los temas de la novela son una vejez digna y una muerte digna, el gran tema es la búsqueda de la dignidad como ser humano, seas mujer y de mediana edad como Eufrasia, o seas un anciano y de clase acomodada como Los siete magníficos.

¿Habría que empezar por reflejarnos en nuestros viejos?

Es curioso cómo somos una sociedad que tiende a mostrar inmediatamente su preocupación por cómo viven los jóvenes, por entender a la juventud, es como si quienes se encargan de la comunicación en el mundo quisieran entender aquello que fueron en vez de tratar de entender aquello en lo que se van a convertir. Obviamente, eso se encadena a otro fenómeno negador: el de negar nuestro propio envejecimiento en nuestros propios teléfonos celulares, cuando usamos los filtros.

¿La longevidad trae consigo necesidades que aún no se atienden?

Hay una contraposición con los avances científicos que han alargado la existencia humana, va a ocurrir una explosión mientras no discutamos sobre estos fenómenos, y si mi novela ayuda a que hablemos más de ello, pues yo me sentiré muy honrado.

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¿Hablas desde lo cotidiano sobre la vida digna de los viejos?

Todo escritor tiene derecho a encontrar héroes épicos en desertores de la guerra o en astronautas, a mí me interesa la épica cotidiana, a mí me interesa mostrar de manera individual a aquellas personas que colectivamente nos rodean y que por ser cantidad escapan de nuestra admiración.

¿También te interesan los cuidadores?

Cuando muchos lectores se conmueven con Eufrasia y con su sentido de la empatía y con su tremenda inteligencia emocional, se dan cuenta que si amplían un poco más la óptica podrán ver que estamos rodeados de Eufrasias, y eso a mí me parece maravilloso de la literatura, que es lo antagónico del relato histórico. El relato histórico te muestra hechos y fenómenos, mientras que la literatura puede llegarte al corazón las historias de quienes hicieron posibles esos hechos y fenómenos, en este caso es la mujer que ayuda a estos ancianos.

¿Retratas la desigualdad, pero queda la humanidad?

Quizás el afecto mutuo que tienen Eufrasia y los ancianos es la búsqueda de la dignidad. Ambos sienten que la vida les ha quitado. Eufrasia siente que la desigualdad le quita tiempo con su hijo, y los ancianos piensan que el envejecimiento les va quitado las ganas de vivir. Es triste pensar que en sociedades desiguales tengamos que llegar a situaciones de fragilidad para que nos veamos como seres humanos. Es algo que nos haría bien a todos para sobrellevar mejor la vida diaria.

¿En ese explorar a la humanidad, escribes desde lo que conoces?

Ha sido una decisión paulatina a lo largo de los últimos años, tomé una decisión consciente de escribir sobre el lugar del mundo que mejor conozco y ese lugar es Lima, y por otro lado también fui adquiriendo la noción de que un lector puede perdonar muchos errores en una obra de ficción, pero la que menos va a perdonar es la falta de autenticidad, lo que menos perdona un espectador o un lector de un artista es lo postizo, entonces siguiendo esas grandes normativas es que me puse a escribir novelas con ese ímpetu local pero sobre problemas universal.

¿Partes de las historias de la gente que conoces?

Toda novela que yo escrito a correspondido a una motivación egoísta mía o a algún problema o conflicto que he tratado de resolver literariamente, y por algo yo no escribí esta novela a los 40 o a los 30, la escribí pasados los 50 porque ya empezaba a preocuparme sobre cómo iba a ser mi proceso de envejecimiento, y empezaba a preocuparme por la declinación de mi madre, la declinación de mi suegro, y esta nube de preocupación la tenía por encima, al inicio intenté enfrentarme a ella con un cuento de un anciana a la que le quitan la vista que la comunica con el mundo, que es algo que me ocurrió a mí también.

¿Era inevitable que te enfrentaras a esta historia sobre la muerte digna?

Sí, y se aceleró con la muerte de mi suegro, pero no fue hasta que se me ocurrió Eufrasia como personaje unificador de los ancianos que se me iban apareciendo, que yo tuve el argumento, finalmente, y a partir de ahí empecé a contar la historia que tiene a los cuyes como metáfora de la contraprestación y como símbolo del dilema que tiene Eufrasia sobre realizar o no la tarea que le piden los ancianos para irse, a cambio de dinero. Fue un accidente fortuito y afortunado.

¿Estamos como sociedad discutiendo el tema de la longevidad digna y saludable?

Es muy probable que ya haya nacido el primer ser humano que va a vivir 140 años, entonces ante esa inevitabilidad, es necesario que empecemos a discutir al menos a la mitad de la velocidad con que los adelantos científicos para la longevidad nos han pasado por encima. La realidad ya está aquí, ya está con nosotros.

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