La frontera, con todos sus entramados complicados, ha sido para José Manuel Valenzuela —quien obtuvo el Premio Nacional de Artes y Literatura 2023 en el campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía— el gran tema en torno al cual gira toda su obra. El sociólogo y académico ha estudiado y analizado procesos como cultura popular, identidad, movimientos sociales, así como el racismo, la migración, la violencia y puntualmente las identidades y los movimientos juveniles, todo a partir de la convicción que rige a los grandes pensadores: tratar de incidir para hacer del mundo un mejor lugar para vivir.
“Así tomo mi trabajo académico desde siempre, como una apuesta académica, ética, política. Los grandes temas que me han acompañado están vinculados, no sólo los que yo he elegido, sino también los que marcan los hitos en los cuales me ha tocado vivir”, asegura el investigador del departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte.
José Manuel Valenzuela (Tecate, 1954) ha publicado cerca de una treintena de libros nacidos en la academia. Destacan "Trazos de sangre y fuego", "Jefe de jefes: corridos y narcocultura" y "La danza de los extintos. Necropolítica y juvenicidio en América Latina"; está por salir su libro "Todos los santos profanos. Santos populares transfronterizos: Jesús Malverde", "Santa Muerte", "El Niño Fidencio y Juan Soldado", y el más reciente: "Corridos tumbados" (Ned Ediciones), donde analiza ese fenómeno musical.
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El sociólogo habla de conceptos que ha desarrollado: biorresistencia, que define como la función y el uso del cuerpo como un dispositivo de resistencia social frente a la biopolítica del poder; y, juvenicidio, la muerte artera en la necrozona.
¿La frontera sigue siendo su gran tema?
Veo la frontera como una suerte de dispositivo bionecropolítico y de poder que funciona como sistema de clasificación social, desde allí he trabajado la vida de frontera, los procesos socioculturales, el racismo, la violencia, todos esos grandes temas vinculados a la frontera y los fenómenos que de ella emergen, y entre ellos el tema de las y los jóvenes, que fue muy marcante en mi historia académica: pachucos, cholos, chavos banda, brokers, emos, new waves, el movimiento funky, la Mara, incluso. Y también elementos asociados a las culturas e identidades que se construyen en los movimientos juveniles, la biorresistencia, esta función y uso del cuerpo como dispositivo de resistencia social frente a la biopolítica, un concepto que trabajó Foucault, y el de biorresistencia, que he construido pensando en esa lógica.
¿Temas que tocan los grandes problemas nacionales?
Son problemas que empiezan en la década de los 80 con la llamada década perdida y la expropiación de la esperanza, que no sólo fue brutal, sino que no termina. Desde entonces, todas las personas han nacido en ese gran marco de crisis en América Latina, en Estados Unidos y en otros países, y frente a eso la otra gran condición que ha crecido junto a la desigualdad y la pobreza, ha sido la violencia. Y resulta dramático que la principal causa de muerte de los jóvenes sean las violencia. Aquí es donde también me he centrado mucho en los últimos años, a partir del desarrollo del concepto de juvenicidio.
¿La violencia y la muerte?
Últimamente estoy trabajando desde una plataforma más latinoamericana y de los Estados Unidos, que son parte de los entramados de precarización de la vida. Eso, para mí, es el eje de muchos de los temas que observo y analizo. El tema del feminicidio, del juvenicidio, más allá de la condición doliente de la muerte artera que conforma la necrozona, la zona de muerte, lo que me ha interesado más es trabajar estos procesos de precarización de la vida que hacen posible que esté muriendo tanta gente.
No somos cuenta muertos, lo que queremos es escudriñar esos entramados para que no maten a la gente. Generar condiciones, opciones, proyectos vivibles, donde la vida sea el centro. Efectivamente, lo que uno observa, particularmente en nuestro país, a partir de la supuesta guerra contra el crimen organizado de diciembre de 2006 que declaró Calderón, es que instaló un nuevo dispositivo de violencia estructurante que es difícil desmontar, y es muy difícil desmontar sobre todo cuando prevalece en marcos prohibicionistas que están instalados en el mundo y que al mismo tiempo que generan mucho dinero, para unos cuantos, incluso incorporados en los circuitos formales, institucionalizados; pero que al mismo tiempo generan mucha muerte, mucha violencia y mucho miedo en nuestras sociedades. Eso nos debe de preocupar mucho, cómo creció el tema de la desigualdad, cómo en América Latina creció la pobreza, más de 230 millones de pobres y después de la pandemia se estima que serán 280 millones, y los más afectados son las y los jóvenes.
Los jóvenes, la cultura popular y la música.
En los jóvenes, más allá del contexto de la propia frontera, están los temas de cultura popular, la narcocultura y los usos sociales de la música, entro no tanto como musicólogo, sino desde todos los ámbitos sociales que están detrás de las expresiones musicales, como serían los cholos, el hardcore y el tema de los de los punks, el rock mismo como expresión juvenil. Más allá del análisis de temáticas, creo que mi trabajo ha estado muy orientado hacia una cercanía con lo que ha sido las necesidades y las luchas de los sectores populares y desde ahí el tema de arte y cultura que es otro gran tema que he trabajado por mucho tiempo.
¿Qué hay detrás de los corridos tumbados?
Corridos tumbados es una expresión musical que ha tenido una repercusión apabullante, una manifestación que emerge en 2019 con jovencitos que no formaban parte del mainstream musical ni social, pero que en unos cuantos meses se han convertido en un fenómeno mundial. El tema aquí, más allá de lo que podrían ser los dispositivos que posibilitan una irrupción tan fuerte como la que han tenido estos jóvenes, es que nos obliga a pensar las dos dimensiones: uno, ¿cuáles son los pilares que soportan esta visibilidad de los corridos tumbados?, y dos, ¿cuáles son los entramados sociales y culturales que subyacen en ellos?.
Este movimiento se inscribe en la tradición del corrido que sigue haciendo lo que sabe hacer desde la segunda mitad del siglo XIX: contar cantando los grandes eventos, las grandes tragedias, los grandes fenómenos que ocurren o que convocan el interés de la población.
¿Parte de lo que llama “Antropología de urgencia”?
Sí, para dar respuestas a cosas que ocurren, que emergen y que hay que entender los códigos. Ahí surgió este librito de los corridos tumbados, porque detrás de eso, que es lo que a mí me importa, hay un entramado mucho más profundo, que tiene que ver con este presentismo de vida, este presentismo juvenil, este desdibujamiento del horizonte de futuro hacia una idea de la vida al exceso, al límite, a alta velocidad y que al final de cuentas tiene que ver con el regodeo de los propios códigos del sistema en el que vivimos.
Nuevo libro y nuevo premio. ¿Qué simboliza el Nacional de Artes y Literatura?
Es un reconocimiento que mucha gente merece. En este caso me tocó y he aprendido a agradecer. Agradezco a quienes creyeron que merecía este reconocimiento, se disfruta, es algo importante sobre todo cuando uno trabaja con mucha convicción, pasión académica, ética, política, y piensa que desde el mundo de la Academia algo se puede cambiar, y que haya gente que lo reconozca, pues simplemente gracias y a seguir.
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