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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Guadalajara ha estado siempre en la literatura de Antonio Ortuño; sin embargo el terruño de este potente escritor mexicano había estado presente de manera lateral hasta ahora que aparece Olinka (Seix Barral), su nueva novela en la que Guadalajara tiene un protagonismo central pero vinculado a su historia más oscura: el lavado de dinero, la corrupción, la especulación inmobiliaria y la gentrificación.
A través de la historia de Aurelio Blanco, encarcelado 15 años por asumir la culpa de un fraude cometido realizado por su familia política, los Flores, quienes quería edificar una urbanización inspirada en la Olinka del Dr. Atl, Antonio Ortuño (Zapopan, Jalisco, 1976) trama una historia de corrupción y dinero sucio ocurrida en Guadalajara pero que podría ser cualquier ciudad de México.
“Llevaba tiempo fascinado con muchas de las historias que se reúnen ahí y que tienen que ver con mi ciudad, fascinado con la idea de retomar este plan utópico del Dr. Atl, y aterrizarlo a lo que es el México contemporáneo; es decir, esta máquina de arrasar los sueños de quienes vivimos en el país y también los años del pasado”, señala en entrevista telefónica, desde Berlín, el también autor de Recursos humanos y Méjico.
En Olinka está latente Guadalajara pero no es un libro “nada querendón mi nada turístico con esa ciudad a la que conozco con los ojos cerrados”, señala Ortuño, quien asegura que en realidad es un libro áspero con su terruño, pero que en el fondo puede ser cualquier ciudad de México.
Dice Ortuño que Olinka podría estar en las afueras de la Ciudad de México o Monterrey, pero tiene peculiaridades Guadalajara, porque es la capital del lavado de dinero y una ciudad donde la clase dominante es prácticamente la misma desde tiempos de la Conquista. Pero lo central es que la gentrificación y el exterminio de las comunidades suburbanas están en todo México. “La voracidad inmobiliaria se lleva todo por delante y el carácter sumiso de la clase media ha convertido a millones de personas en admiradores, devotos y servidores de los poderes; nos ha dado la clase media que tenemos: una clase despolitizada y desmovilizada que piensa que movilizarse es mandar tuits”.
A partir de dos frases que son lemas puestos en dos de los más emblemáticos recintos de Guadalajara: el Teatro Degollado y la Minerva: que dicen: “Que nunca llegue el rumor de la discordia” y “Justicia, sabiduría y fortaleza custodian a esta leal ciudad”, respectivamente, Ortuño habla de su ciudad desde la ironía y el humor negro que caracterizan a su literatura.
“Yo retomé irónicamente estas frases para mostrar ese lado oscuro, ese lado áspero de la ciudad, que es lo contrario a lo que los grandes lemas significan. Lemas que nada tienen que ver con esta ciudad hiperviolenta en la que se ha convertido Guadalajara, con cientos y cientos de muertos, con camiones llenos de cadáveres, y una ciudad en donde ha habido un boom inmobiliario y económico producto del lavado de dinero; vemos torres que brotan en todos lados y a los que ningún tapatío promedio puede acceder jamás, estos fraccionamientos absurdamente caros, que han privatizado el espacio público”, señala el colaborador habitual de El País.
La ficción real de Ortuño. El escritor residente en Berlín por la Deutscher Akademischer Austauschdienst, asegura en entrevista que si elige estos temas y estos abordajes, si construye los personajes que construye es porque es su manera de contarnos, de tratar que la ficción sea una forma de navegar estas realidades terribles.
“No hay un problema social que se me pueda ocurrir en este momento que no ocurra en México a una escala enorme, cada semana nos podemos encontrar con algo. Con el #MeeToo hablamos de la magnitud de lo qué es la violencia contra las mujeres, que sabes que es un problema absolutamente arraigado en la sociedad mexicana y lo mismo podemos hablar de los desplazados, de los desaparecidos, de los asesinados, de problemas de salud, de problemas de educación, toda la convivencia parece estar rota por todos lados y en ese sentido me parece que la ficciones es una posibilidad de intentar navegar”, afirma Antonio Ortuño.
El autor de El buscador de cabezas y La fila india y agrega: “Yo no hago estudios sociológicos; mis personajes no se corresponden exactamente a perfiles de sociología, no es esa mi intención pero sí de alguna manera el crear un espacio narrativo que nos permita relacionarnos con esas cosas terribles que suceden a nuestro alrededor. La ficción tiene que llegar hasta donde llega la gente en México; si la gente mata, viola, desplaza, desaparece me parece que la ficción tiene que llegar hasta ahí, y la pluma, el teclado del narrador, tienen que estar ahí y ver y dar cuenta de esas cosas, no desde el punto del periodista, pero sí desde el punto de vista del narrador. El escritor puede y debe entrar a la cabeza de los personajes, puede y debe ahondar en esas motivaciones profundas y creo que esa es la diferencia y una de las tantas utilidades de la ficción”, concluye Antonio Ortuño.