La coreógrafa Leticia Alvarado está convencida que hace 30 años cuando fundó Tándem presentó una propuesta estética en la danza que rompió con moldes establecidos y valora que es un ejemplo de permanencia en una disciplina tan efímera y una fuente de empleo para generaciones de bailarines.
“Tándem es un ejemplo de trabajo diario, arduo, de entrega total, de no escatimar esfuerzos para sacar las producciones, de generar fuentes de empleo; lo más importante es este ejemplo de permanencia en esta época en la que todo es desechable, en que se está creando algo cuando ya desaparece”, dice en entrevista de cara a la celebración de la compañía este martes 1 de agosto en Palacio de Bellas Artes.
“Son 30 años de trabajo permanente, constante y sólido, siempre buscando la perfección, es lo que deja este caminar de 30 años de Tándem; un ejemplo de que las cosas pueden seguirse haciendo con esta manera mística, con esta filosofía de la danza como una forma de vida, no como un hobby”, añade.
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Con ocho bailarines en la actualidad en Tándem, su fundadora comenta que realmente mucha gente, bailarines y creadores escénicos, se identifican con la estética de la compañía y han querido sumarse.
“Desgraciadamente no hemos tenido la posibilidad de abrir más espacios porque los recursos no son suficientes”, lamenta Alvarado, que dice anteponer la danza ante todo, a veces sin medir consecuencias.
Hoy, integran la compañía que fundó Alvarado en 1993 cuatro bailarines con larga experiencia en ella: Jorge Ramírez Ronzón, Itzel Cassandra Prado Solano, Laura Trejo Cortés y Érick Daniel Hernández Vargas; con seis años dentro, Daniel Ramírez Ronzón y Etzalli García Cañete, egresados de la Escuela de Danza Clásica y Contemporánea de INBAL (en Centro Nacional de las Artes); y recién egresados de la Academia de la Danza Mexicana, los nuevos Luis Alberto Armas Martínez y Karla Rosas Hernández.
“Son distintas generaciones que habitan Tándem, con enorme y riquísima aportación”, dice Alvarado.
Todos ellos participarán en la reposición de Cervantes: El trágico sueño de la memoria, que vuelve a Bellas Artes donde se estrenó hace 7 años por el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, en función especial a las 20 horas, este martes 1 de agosto, por los 30 años de la compañía.
Alvarado recuerda que la pieza cerró un ciclo de coreografías de otros artistas que hizo por 20 años, para empezar a abordar temas que le parecían importantes entonces y que en la actualidad persisten, como la violencia, la preservación del planeta y la crisis migratoria que se agudizó desde 2016.
“Decidí después de esta obra de Cervantes una trilogía que hablaba sobre estos temas. Y en este momento me parece importante y pertinente retomar la coreografía no sólo porque estamos viviendo la misma situación de violencia, sino que esta se ha agudizado muchísimo. Quienes vivimos en este país lo padecemos todos los días desde hace muchísimos años. Así que me pareció importante retomar la figura de El Quijote, este héroe que sueña con mundos distintos, que persigue utopías, que pelea contra monstruos imaginarios, pero al mismo tiempo conecta con la realidad que vivimos”, explica Alvarado.
Define la pieza que dura alrededor de 90 minutos como un caleidoscopio de sueños y pesadillas, inspirada en la imaginación de Cervantes y sus personajes emblemáticos de la obra cumbre de la literatura: el ingenioso hidalgo, Dulcinea, Sancho Panza, pero también personajes “del pueblo”.
“La estructura tiene que ver con muchos momentos de la novela, pero también con momentos actuales que hablan de la violencia. Hay una mezcla de géneros musicales a propósito de esto. De pronto tenemos música de la época de Cervantes y volvemos a la actualidad con contemporánea”, añade.
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—¿Cómo ha evolucionado Tándem durante 30 años dentro de la tradición de la danza mexicana?
—Como todo proceso, tiene sus cambios. Hace 30 años inicié una estética que tiene que ver con el rompimiento de los moldes establecidos y lo académico. A partir de ella, obtuve el primer premio en Concurso Continental de Danza Contemporánea en 1995 y se abrieron muchas oportunidades para seguir creando: trabajé en ópera, cine, comedia musical, y Tándem siempre estuvo ahí en paralelo a esas experiencias. Nunca hemos dejado de trabajar, ha habido distintas etapas e intereses que tienen que ver con el momento. El lenguaje de la compañía se ha ido modificando hacia distintos lugares.
“Y, de pronto, pasaron 30 años. Eso habla de un gran amor hacia lo que hacemos con una gran seriedad y entrega total hacia nuestro arte, que es la danza, porque no es fácil mantener una compañía de danza durante tantos años. Hemos formado públicos durante tres décadas, hemos abierto fuentes de empleo a muchas generaciones de bailarines en todos estos años; Tándem ha sido semillero y generador de muchas posibilidades creativas dentro de la danza mexicana”.
—¿Cómo define el estilo, la identidad actual de Tándem?
—No lo puedo decir claramente porque soy quien lo hace y lo encabeza a nivel artístico. Pero, siempre tratamos de imprimir en cada proyecto un punto de vista distinto buscando otros lugares y otras rutas que no se hayan repetido. Y, por supuesto, tratamos de llegar al espectador con este cúmulo de emociones que puede expresar la danza y esta parte efímera que sólo la danza puede transmitir.
—Bueno, para usted ¿cuál sería entonces la identidad de la danza mexicana en conjunto?
—Ya estamos en un punto de interculturalidad. Somos muchos, ya no somos uno solo. Tenemos una influencia mundial de todo lo que está ocurriendo, incluso a través de las redes sociales, que además han crecido de manera brutal. No somos una identidad, ya somos muchas. Eso es lo que se ve en la danza mexicana: una enorme diversidad, distintas rutas y caminos. Ahí radica su fuerza.
—Después de 30 años ¿qué les falta a Leticia Alvarado y a Tándem por hacer en la danza?
—Realmente, seguir adelante. Nunca me he preguntado qué me falta por hacer. La danza pone a coreógrafos y a bailarines en puntos muy vulnerables en todos los sentidos: desde cómo ve el ser humano que no se dedica a la danza a los bailarines y a quienes nos dedicamos a ella y cómo cambiar esta perspectiva para que comprendan que la danza es un arte y justamente es un arte maravilloso, porque es efímero, mientras sucede va desapareciendo. (Falta) acercar más al público para que perciba esta importancia y aquilate este arte tan maravilloso en su justa medida.
—¿Ha renunciado a algo por la danza?
—No sabría decirlo. Antepongo la danza a todo, me entrego a la creación de manera apasionada, a veces sin medir las consecuencias. Vivo el momento, el presente con plenitud. Claro, si no hubiera encontrado la danza sería otra, pero no cambiaría mi vida por otra en la que no existiera la danza.
melc